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Otromundo



El otro mundo o el más allá, es un concepto religioso surgido de la mitología comparativa asociado a la histórica religión protoindoeuropea. El término es un calco semántico procedente del latín orbis alius («otro mundo/Tierra»), usado por el poeta romano Lucano en su descripción del Otro Mundo celta. De aquí derivan otherworld en inglés, oltremondo en italiano o jenseits en alemán.

Varios conceptos religiosos, mitológicos o metafísicos (como el reino de seres sobrenaturales y el reino de los muertos) son comparables en culturas de todo el mundo.[1][2][3]

Muchas mitologías de tipo indo-europea comparten la creencia de alguna forma de otro mundo más allá de la muerte,[1]​ y en muchos casos como en las mitologías persas, griegas, germanas, celtas o eslavas se deben cruzar unas aguas (generalmente un río) para acceder a él,[3]​ siendo las almas guiadas por un hombre mayor.[2]​ En la mitología griega las aguas de este río lavaban los pecados y los recuerdos mientras que en los mitos celtas y germánicos las aguas representan la inmersión en la sabiduría, sugiriendo que mientras los recuerdos del difunto están lavándose hubiese un bebedor de las aguas que obtendría inspiración de ellas.[3]​ El alma viajera generalmente encuentra un perro guardián en la entrada al otro mundo.[3]​ Son ejemplos el griego Cerbero, el can de tres cabezas de Hades, y el hindú sarvarā (सर्वरा), uno de los perros de Yama, cuyos nombres quizá deriven de ḱerberos («moteado»), de origen indo-europeo.[3]

El otro mundo se describe de maneras diferentes según la mitología, incluyendo prados, islas o edificios, lo cual hace difícil averiguar cómo se imaginaba el otro mundo en la religión original protoindoeuropea.[3]​ Sí que se sabe de la existencia del mitema de los mellizos divinos, pues Yemo era el gobernante de los muertos y su gemelo Manu, el primer hombre.[4]

El puente Cinvat (en avéstico Cinvatô Peretûm, «puente del juicio» o «puente de vigas»), o también el Puente del Requiter en el zoroastrismo es el puente que separa el mundo de los vivos del de los muertos. Todas las almas deben cruzar el puente al morir. Dos canes con cuatro ojos cada uno guardan al final del puente. Un mito relacionado es el de Yama, el gobernante hindú de los infiernos, quién custodia las puertas de Infierno con su dos canes de cuatro ojos.

Muchas historias immram y otros textos medievales proporcionan evidencia de una creencia celta en el otro mundo, como El viaje de san Brandán. Otro ejemplo clásico de un "más allá" celta es el Viaje de Bran (en celta, Bran mac febal). Dado que la vida de los celtas esta muy relacionada con el mar y con el clima frío y húmedo de Europa del norte, el otro mundo es a menudo retratado como una isla al oeste de Irlanda, según la tradición oral e incluso aparece en algunos mapas de la época medieval.[5]​ El otro mundo celta se sincretizó con las creencias cristianas de cielo e infierno, al igual que el árbol mundial escandinavo.[6]​ Un ejemplo de influencia escandinava es la aparición en el Viaje de San Brandán de Lasconius, un análogo de la serpiente mitológica escandinava Jörmundgander.

En la mitología celta, los animales del otro mundo son rojos y blancos, colores que todavía hoy en día son símbolos religiosos y políticos.[7]

Al igual que en la mitología celta, en la mitología germánica las manzanas se asocian al otro mundo.[4]​ En la tradición mitológica escandinava se mencionan localizaciones como en la mitología irlandesa; aun así, a diferencia de esta hubo intentos de localizarlos en un mapa.[2]​ En los libros de la Edda se nombran muchas ubicaciones incluyendo el hogar de los dioses como el de Odin en Valhalla o de Ullr en Ydalar.[2]​ El Gylfaginning y el poema noruego Draumkvaede relatan viajes hacia el otro mundo.[2]

Los protoeslavos creían en un lugar mítico donde los pájaros volaban al caer el invierno y donde las almas iban después de la muerte: el reino de Vyraj, y era a menudo identificado como el paraíso.[8]​ También creían que la primavera venía a la Tierra desde Vyraj.[9]​ Las puertas de Vyraj detenían a los mortales antes de entrar y eran guardadas por Veles, quien a veces tomaba la forma animal de Raróg, llevando en sus garras las llaves al otro mundo.[10]​ Vyraj estaba ligado al dios eslavo Rod que vivía allende el mar, al final de la Vía Láctea.[10]​ Era normalmente imaginado como un jardín en la corona del árbol cósmico. En las ramas anidaban las aves, que eran identificadas como las almas humanas.[9]​ Cuándo las poblaciones eslavas gradualmente se convirtieron al cristianismo (véase: Cristianización de la Rus de Kiev), surgió una nueva versión de esta creencia, en la que había dos reinos: uno análogo al mito original, un sitio celestial donde anidaban los pájaros, y el otro un inframundo plagado de culebras y zmeys (dragón eslavo), asociado al infierno cristiano.[11][10][12]​ Esta variante guarda muchas semejanzas con Nav, otra representación eslava del inframundo.

En la mitología greco-romana, el hogar de los dioses era el monte Olimpo (Grecia) mientras que las almas viajaban al inframundo o a las Islas Afortunadas tras morir.



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