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Parábola del rico epulón y el pobre Lázaro



La parábola del rico epulón y el pobre Lázaro o del hombre rico y del mendigo Lázaro es una parábola propia y exclusiva del Evangelio de Lucas (16, 19-31) que la pone en labios de Jesús de Nazaret. Relata la historia de dos hombres y el destino de cada uno de ellos: el pobre Lázaro, lleno de llagas y sin socorro, es llevado luego de su muerte al seno de Abraham, en tanto que el rico, que viste de púrpura y lino fino y banquetea cada día, sufre tormentos en el Hades luego de ser sepultado. La cuestión de los pobres y los ricos es uno de los grandes temas que caracteriza al Evangelio de Lucas, y sus significados y alcances se trataron largamente en la historia del cristianismo.

La razón de denominar epulón al rico no es muy evidente, pero es tradicional, aunque no se le nombra así en el texto evangélico.[1]​ Epulón es el nombre de uno de los rangos dentro de los cuatro colegios sacerdotales romanos; pero como adjetivo el DRAE lo define como hombre que come y se regala mucho.[2]​ Épulos eran los convites sagrados a cuyo cargo estaban los epulones romanos. Posiblemente, la adición del nombre epulón se debe a Pedro Crisólogo, arzobispo de Rávena del siglo V.[3]

Es la única de las parábolas que contiene un nombre propio: el del pobre Lázaro. Aunque en el texto bíblico no se explícita directamente, se asoció al «pobre Lázaro» con un enfermo de lepra en razón de la presencia de llagas en su cuerpo, de donde derivó la palabra «lazareto» como aquel hospital o casa donde eran recluidos los enfermos de enfermedades infecciosas en general y de lepra en particular.[4]​ Así, por derivación de la parábola del Evangelio de Lucas, Lázaro es considerado patrón de los mendigos, de los leprosos, y de todos aquellos que padecen úlceras o enfermedades de la piel.[5]​ En la iconografía, se lo representa acompañado por perros que le lamen las llagas.

El relato del episodio de la parábola del rico epulón y el pobre Lázaro aparece así en el texto evangélico:

Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham; y murió también el rico, y fue sepultado.

Entonces, gritando, dijo: "Padre Abraham, ten misericordia de mí y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua y refresque mi lengua, porque estoy atormentado en esta llama".

Pero Abraham le dijo: "Hijo, acuérdate de que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro, males; pero ahora este es consolado aquí, y tú atormentado.

Además de todo esto, una gran sima está puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los que quieran pasar de aquí a vosotros no pueden, ni de allá pasar acá".

Entonces le dijo: "Te ruego, pues, padre, que lo envíes a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les testifique a fin de que no vengan ellos también a este lugar de tormento".

Abraham le dijo: "A Moisés y a los Profetas tienen; ¡que los oigan a ellos!"

Él entonces dijo: "No, padre Abraham; pero si alguno de los muertos va a ellos, se arrepentirán".

Pero Abraham le dijo: "Si no oyen a Moisés y a los Profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levante de entre los muertos".

La naturaleza parabólica de este ejemplo de la enseñanza de Jesús ha sido cuestionada por diferentes biblistas, como C.H. Dodd, [[Rudolf Karl Bultmann|R. Bultmann nombres particulares. Otros teólogos del Nuevo Testamento consideran este pasaje como parábola, tal el caso de Joachim Jeremias, A.M. Hunter, y Alan Richardson.[6]

Algunos identifican la parábola como una parodia contra Caifás.[7]​ Los cinco hermanos serán los cinco hijos de Anás.[8][9]

La parábola muestra el comportamiento antitético del rico y del pobre Lázaro, al que hizo referencia uno de los escritores más destacados del Siglo de Oro español en los siguientes términos:

El Evangelio de Lucas destina palabras muy duras para los ricos, muchas de las cuales no se encuentran en los otros evangelios.

En cambio, los pobres son mirados con predilección: baste notar los matices existentes en la bienaventuranza del Evangelio de Lucas («Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios»; Lucas 6, 20) y en la correspondiente del Evangelio de Mateo («Bienaventurados los pobres de espíritu porque de ellos es el Reino de los Cielos»; Mateo 5, 3).

Por lo anterior no es de extrañar que en la parábola del rico y de Lázaro el pobre, en ningún momento se insinúe siquiera que Lázaro fuera bueno o piadoso. Simplemente se dice que Lázaro va al cielo porque durante su vida recibió males (Lucas 16, 25).

Pero en la parábola del rico y del pobre Lázaro aparecen además una serie de detalles que permiten entrever que el evangelista apunta también a otra enseñanza, según detalla el biblista Luis H. Rivas.[12]

Tomados en conjunto, estos detalles hacen pensar que la parábola tiene elementos alegóricos:[12]

Esta interpretación, sin embargo, está en contradicción con la realidad del pueblo judío en la época de Jesús. Aunque los reinos de Israel y Judá habían gozado de gran prosperidad, después del exilio la gente empobreció y en el siglo I, la mayoría de los judíos podría contarse entre los pobres. Por eso otros intérpretes han considerado que el rico representa a los sacerdotes y otros potentados que vestían de púrpura y lino fino, y no al pueblo. Johann Nepomuk Sepp y el abate Claude-Joseph Drioux consideraban que el hombre rico representaba en concreto al sumo sacerdote Caifás. Los cinco hermanos serían sus cinco cuñados, quienes también ejercieron el cargo de Sumo sacerdote: Eleazar (6-17), Jonatán (36-37), Teófilo (37-41), Matías (43) y Ananus (63). El padre, a quien se enviaría a Lázaro para advertirles, se identificaba como el sumo sacerdote Anás[13][14]

En la iconografía, la representación de perros lamiéndole las llagas del pobre Lázaro le hacen similar a san Roque, santo patrón de los afectados por peste, aunque no existe relación entre ambos. El pobre Lázaro comparte nombre y cierta convergencia de temas teológicos (en su parábola se plantea el tema de la resurrección) con Lázaro de Betania, otro personaje evangélico, hermano de Marta y María, amigo de Jesús de Nazaret a quien este resucita (Juan 11:1-44). Debido a que el personaje de la parábola lleva el mismo nombre que Lázaro de Betania, se confundió a ambos, lo que tornó a Lázaro de Betania en protector de hospitales, leprosos, enfermeros y sepultureros.[15]

Vinculado con Lázaro de Betania aparece también en los evangelios Simón el Leproso, otro personaje al que no se ha de confundir con el pobre Lázaro, a quien también se llama Lázaro el leproso.



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