La Patrología es la parte de la historia de la teología cristiana que estudia el periodo comprendido entre los inicios del cristianismo y el siglo VII en Occidente (Isidoro de Sevilla) y el siglo VIII en Oriente (Juan Damasceno). Estudia las vidas y las obras de los autores ortodoxos y heterodoxos que escribieron sobre teología en estos siglos.
Si bien la literatura del primer siglo del cristianismo no se puede describir aún como teología, es indudable que lo ocurrido entonces es su punto de partida y condicionante. Desde el punto de vista escriturístico se fijan los principales textos canónicos que luego serán objeto de estudio e interpretación. Asimismo, el siglo I deja a las comunidades cristianas en una situación precaria tras las persecuciones de Nerón, lo que marcará las primeras producciones literarias del siglo II, de carácter apologético.
Padres apostólicos es un término consagrado por la tradición teológica moderna (siglo XVII) para referirse a la primera etapa propiamente patrológica. Se han propuesto varias definiciones para el término, pero ninguna de ellas ha conseguido perfilar de manera completa la idea, que tiene a la vez un sentido cronológico, literario y biográfico.
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Escriben en el siglo II una literatura de carácter apologético como respuesta a los ataques que reciben las comunidades cristianas por parte del paganismo y del judaísmo. De todos ellos, el más célebre es Justino, que fundó en Roma una escuela para la enseñanza de la filosofía cristiana. Las apologías seguían dos líneas de argumentación. Una de ellas era desestimar el legado religioso y filosófico de la cultura no cristiana para afirmar la primacía del cristianismo, llegando en algunos casos a un exagerado desprecio. La otra línea pretendía conciliar el legado griego con la revelación cristiana, aceptando lo bueno de la primera. Justino comienza esta línea apologética que será la que predomine en el siglo siguiente.
Durante el siglo II, el cristianismo se enfrenta a la aparición de múltiples interpretaciones teológicas heterodoxas que dan lugar a otros tantos movimientos heréticos. Muchos de esos movimientos tienen trasfondos propios del gnosticismo.
Es la literatura nacida como reacción a la proliferación de sectas heréticas y en buena parte contribuye a una primera depuración teológica que culmina con la obra de Ireneo de Lyon.
Después de la primera cima teológica alcanzada por Ireneo de Lyon aparecen nuevas figuras que desde varios rincones del Mediterráneo continuarán su labor.
Son los comienzos de la literatura eclesiástica latina.
Caracterizada por la interpretación alegórica de los textos bíblicos.
La escuela de Cesarea fue fundada por Orígenes en el destierro y hereda de la escuela de Alejandría el cultivo de la interpretación alegórica o espiritual. Por el contrario, la escuela de Antioquía es una escuela que propugna una exegética literal.
Con la legalización del cristianismo en el imperio, la teología pierde parte de su carácter apologético y se centra en cuestiones teológicas.
De la escuela de Antioquía surge una de las herejías más célebres: el arrianismo, cuya disputa teológica se trató en el Concilio de Nicea I y se resolvió en el Primer Concilio de Constantinopla contra de las tesis de Arrio.
Partidarios:
Sus detractores:
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Al mismo tiempo que en la parte oriental del imperio se producía esta pujanza de autores, occidente no se queda atrás.
Otra de las grandes herejías (Difisitas), disputada en el Concilio de Éfeso. Defiende la existencia de dos personas o hipóstasis en Jesucristo.
En cierto modo, es la tesis contraria al Nestorianismo. Una sola naturaleza en Jesucristo.
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