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Pintura holandesa



Pintura de los Países Bajos es una expresión polisémica y equívoca, que tanto puede referirse a la pintura realizada en el actualmente denominado Reino de los Países Bajos como a la totalidad de lo que se conoce como pintura flamenca, concepto que incluye la realizada en cualquiera de los territorios de los Países Bajos de los Habsburgo (que también estaba formado por el actualmente denominado Reino de Bélgica y el Gran Ducado de Luxemburgo, entre otros). Para diferenciar la pintura de los "Países Bajos del norte" de la de los "Países Bajos del sur" la historiografía del arte suele emplear las denominaciones pintura holandesa o neerlandesa, o escuela holandesa de pintura,[1]​ a pesar de su impropiedad (Holanda es sólo una de las Provincias Unidas de los Países Bajos, si bien la más importante, especialmente por la potencia económica y cultural de su capital, Ámsterdam).

La diferenciación estilística entre la pintura flamenca del sur y la del norte no se produce hasta el siglo XVII (el denominado siglo de oro de la pintura neerlandesa), puesto que los fluidos intercambios entre los maestros y talleres de ambas zonas se siguieron manteniendo incluso a pesar del extenso periodo de guerras civiles y de religión denominado Guerra de los Ochenta Años (1568-1648), que definió la separación entre el sur (católico e integrado en la Monarquía Hispánica) y el norte (protestante e independiente). Un hecho decisivo fue la decadencia de Amberes, que había sido el centro económico y artístico no solo de la región, sino de todo el norte de Europa: a partir del saco de Amberes (1576) y el sitio de Amberes (1584-1585) muchos artistas pasaron a buscar refugio en las ciudades del norte, lo que no solo benefició a Ámsterdam (convertida en el nuevo centro económico y cultural), sino también a Haarlem (escuela de Haarlem -Karel van Mander, "el Vasari del Norte"-) e incluso a zonas limítrofes, en la actual Alemania (escuela de Frankenthal).

La pintura (Rembrandt, Vermeer, Van Gogh, Mondrian, Escher) destaca sobre las demás manifestaciones del arte en los Países Bajos, aunque también hay notables manifestaciones de la escultura (Adriaen de Vries), la arquitectura[2]​ y el diseño (Theo van Doesburg -De Stijl-), la música[3]​ (Jan Pieterszoon Sweelinck) o la literatura.

Los primitivos flamencos son así denominados independientemente de su lugar de nacimiento o la ciudad donde establecieron su taller. Así ocurre con los hermanos Limbourg (Nimega -tres miniaturistas del gótico internacional famosos por su obra para el duque de Berry-), Dieric Bouts (Haarlem), el Bosco (Bolduque) o Pieter Brueghel el Viejo (Son en Breugel), que nacieron en localidades de los Países Bajos septentrionales. Jan van Eyck y Petrus Christus nacieron respectivamente en Baarle y Maaseik, localidades enclavadas en la frontera actual entre ambos países, que entonces carecía de todo significado.

A Albert van Ouwater se le considera fundador de la escuela de Haarlem, maestro del más famoso Geertgen tot Sint Jans, cuya obra más conocida es quizá la pieza de altar para la capilla de los Caballeros de San Juan (Haarlem). Jan van Scorel, establecido en Utrecht, representa la importación del estilo italiano. El retratista Antonio Moro y Martin van Heemskerck fueron alumnos suyos.

A finales del siglo XVI, muchos pintores de Flandes huyeron a los Países Bajos septentrionales, por razones religiosas y también porque estaban creciendo económicamente. Ambas regiones tuvieron en esta época una Edad de Oro de la pintura por la enorme cantidad y calidad de sus pintores y diversidad de escuelas pictóricas.

El caravagismo que comienza a difundirse a principios del siglo XVII por Italia llega a los Países Bajos a través de los tenebristas de la llamada escuela de Utrecht (Abraham Bloemaert).

La independencia de las Provincias Unidas consolidó la existencia de una potente burguesía mercantil, que era ahora la principal demandante de cuadros de caballete; el clero y la nobleza ya no eran, pues, los principales clientes del artista plástico. Este tipo de clientela burguesa tenía un gusto distinto, expresado en la preferencia por temas que hasta entonces habían sido secundarios en relación a la pintura de historia: el paisaje, los retratos (particularmente los retratos colectivos de las directivas colegiadas de algunas instituciones), el bodegón y la escena de género que pretende representar la vida cotidiana.

El más importante pintor neerlandés de la época fue Rembrandt, pero hubo muchos otros grandes maestros con talleres localizados tanto en Ámsterdam como en diversos lugares de la geografía holandesa. En Haarlem trabajaron Frans Hals, el flamenco Adriaen Brouwer, Adriaen van Ostade y Gerard ter Borch, con una producción de obras de carácter realista. En la católica La Haya vivieron Jan van Goyen y Jan Steen. La escena de género intimista alcanza todo su esplendor con los artistas de Delft: Pieter de Hooch y, sobre todo, Jan Vermeer.

Otros grandes pintores holandeses del siglo XVII son:

Los artistas holandeses del siglo XVIII son menos conocidos. Tan solo destacaría la pintura de paisaje, en especial las marinas. Los gustos europeos cayeron bajo la órbita del rococó francés, que cultivaba un tipo de pintura muy diferente a la tradicional holandesa, y que tendría sus mejores representantes en Fragonard y Boucher. Tampoco brilló especialmente en las filas del neoclasicismo dieciochesco; Holanda continuó pintando bodegones florales, paisajes y escenas de género, cultivando su propio mercado.

A lo largo del siglo XIX hubo algunos pintores holandeses de mérito, como el pintor animalista Pieter van Os; o el pintor y fotógrafo George Hendrik Breitner. Pero a finales de este siglo apareció un verdadero gran genio de la pintura: Vincent van Gogh, quien, sin embargo, desarrolló lo principal de su producción en Francia, sin obtener reconocimiento hasta después de su muerte.

En el siglo XX, los Países Bajos produjeron muchos buenos pintores. Entre ellos Piet Mondrian, cuya abstracción se elaboró a partir de la retícula cubista, a la que progresivamente redujo a trazos horizontales y verticales que encierran planos de color puro. Por su simplificación, el lenguaje del neoplasticismo, nombre que dio a su doctrina artística, satisfacía las exigencias de universalidad del artista. Mondrian se encuentra entre la vanguardia de la pintura no figurativa.[5]

En el periodo de entreguerras, Theo van Doesburg, después de haber sido uno de los principales defensores del neoplasticismo, renovó de manera decisiva el arte abstracto al mantener que la creación artística sólo debía estar sometida a reglas controlables y lógicas, excluyendo así cualquier subjetividad. Kees Van Dongen se enmarca dentro de un estilo expresionista.

M. C. Escher desarrolló una obra personalísima, con temas de gran impacto, tanto conceptual como visual, y composiciones basadas en los efectos de las teselaciones y la recursividad.[6]

También hubo holandeses entre los movimientos de vanguardia posteriores a la Segunda Guerra, como algunos de los miembros del movimiento CoBrA, incluidos Karel Appel y Corneille.

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