La poesía náhuatl es un conjunto de poemas cosmogónicos —es decir que intentan explicar el origen del humano así como al amor, la belleza y el heroísmo; reflexionan sobre el sentido de la vida y expresan el sentimiento de la brevedad de la misma de la servidumbre, es decir, haber nacido para servir a los dioses; además hacen con frecuencia presente a la muerte:
En náhuatl la poesía se llamaba “flor y canto” (in xóchitl, in cuícatl), un rico nombre compuesto que describía simultáneamente varios aspectos de la actividad poética. “La flor-y-el-canto” consistía en un diálogo con el propio corazón, con lo divino, con el mundo y con el pueblo, y tenía mucha importancia en la sociedad de los nahuas. Los poetas eran príncipes o sacerdotes que representaban el sentimiento de la colectividad. Los cantos e historias se aprendían de memoria, pero existían grandes carteles (algunos de los cuales se conservan en códices europeos) con diseños y signos fonéticos que el sacerdote indicaba con el dedo mientras entonaba el poema correspondiente. Esta actividad se llamaba “cantar pinturas”. Al cantor se le llama cuicamatini.
La poesía en náhuatl tiene y ha tenido un importante desarrollo a lo largo de muchos siglos, aún se pueden encontrar libros en los cuales se rescatan las formas de expresarse de los habitantes las antiguas civilizaciones que hablaban esta lengua; y en las comunidades de nahua-hablantes se pueden rescatar muy variadas formas de este importante arte. El náhuatl es aún hablado en muchas regiones de México inclusive por personas que tienen mínimo contacto con el español, por lo tanto conservan muy buena parte de su cultura.
Aunque principalmente estos poemas se transmitían oralmente de generación en generación por medio de cantos y rituales, se pueden rescatar diversos autores distinguidos a los cuales se les atribuyen muchos cantos en náhuatl, por ejemplo Nezahualcóyotl, su hijo Nezahualpiltzin, príncipes-sacerdotes como Tecayehuatzin, Temilotzin y Yoyontzin.
Nezahualcóyotl (1402 – 1472) (náhuatl: Nezahual.cóyōtl 'coyote hambriento') fue el monarca (tlatoani) de la ciudad-estado de Tezcuco en el México Antiguo. Nació el 28 de abril (según otras fuentes, el 4 de febrero) de 1402 en Texcoco (actualmente un municipio del Estado de México) en la actual República Mexicana y murió en 1472. Era hijo del sexto señor de los chichimecas, Ixtlixóchitl, que significa 'flor oscura' (īxtlīl- 'oscuro, negro', xōchitl 'flor') señor de la ciudad de Texcoco, y de la princesa mexica Matlalcihuatzin, hija del tlatoani azteca Huitzilíhuitl, segundo señor de Tenochtitlán. Al nacer, le fue asignado el nombre de Acolmiztli (náhuatl: Acōlmiztli, 'felino fuerte’) ?, pero las tristes circunstancias que rodearon su adolescencia hicieron que se cambiara el nombre por el de Nezahualcóyotl que significa «coyote que ayuna o coyote hambriento», entendiéndose el ayuno como una forma de sacrificio.
A principios del Siglo XV el mayor centro de poder en la cuenca de México era Azcapotzalco, capital de los tepanecas. El señorío tepaneca bajo Tezozómoc tenía tintes tiránicos, y después de un relativo fracaso militar, mediante una conspiración palaciega logró expulsar de Texcoco y eventualmente, dar muerte a Ixtlixóchitl, padre de Nezahualcóyotl. Tiempo después este tuvo la oportunidad de participar en una alianza con los mexicas, que además de vengar la muerte de su padre, logró derruir el poder tepaneca. Una vez que recuperó el trono, Nezahualcóyotl gobernó Texcoco con valor y sabiduría. Asimismo, ganó reputación de sabio y obtuvo una justa fama como poeta. Su amplia formación intelectual se traducía en una elevada sensibilidad estética y un gran amor por la naturaleza, que quedaron reflejados no solo en la arquitectura de la ciudad, sino también en sus manifestaciones poéticas y filosóficas. Nezahualcóyotl llegó a construir un jardín botánico adornado con hermosas pozas de agua y acueductos en Tetzcotzingo, donde eran habituales las reuniones de poetas e intelectuales. Algunos historiadores han manifestado que aun cuando los acolhuas profesaban el politeísmo, él comenzó a desarrollar la idea de un dios único, al cual llamó Tloquenahuaque. Varios de sus versos se encuentran actualmente plasmados en los muros del Museo Nacional de Antropología en Ciudad de México 63 lenguas habladas en México son muchas pero ahora solo de esas 63 leguas solo se hablan 10.
Los Teotlatolli: trataban sobre los orígenes del mundo y el universo divino.
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