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Prefecto de Roma



El prefecto de la Ciudad (en latín, praefectus urbi) era una dignidad romana definida así en la ley de las Siete Partidas:

Era pues el pretor o gobernador de Roma que obtenía el segundo lugar después de los cónsules y el príncipe. Corrían a su cargo la intendencia de los abastos públicos, la policía de la ciudad, la conservación de los edificios y el aumento de la Marina.

Se extendía su jurisdicción a alguna distancia de Roma. Tenía jurisdicción en las causas de los patronos, esclavos y libertos. Presidía el senado, juzgaba a los senadores y era el protector de sus regalías y derechos. Hacía al emperador en nombre del pueblo un regalo el primer día del año consistente en una copa de oro con cinco monedas. Duraba este cargo un año y el que lo había obtenido se destinaba por lo regular para el gobierno de alguna de las provincias conquistadas donde era un supremo intendente.

Habiéndose aumentado los negocios de la ciudad, se crearon dos prefectos, uno para esta y otro para las causas de los extranjeros titulándose praetor peregrinus. A este empleo podemos comparar nuestros corregidores o gobernadores de las ciudades, cabezas de provincia, pues del mismo modo gozaban de la superintendencia de todo lo que mira a la policía, buen gobierno y administración de justicia en su jurisdicción.

El cargo es mencionado por Tito Livio quien indica que Espurio Lucrecio, padre de Lucrecia, había sido nombrado prefecto de la ciudad por Tarquinio el Soberbio.[1]​ Tácito añade además que Rómulo nombró a Dentre Romulio y Tulo Hostilio a Numa Marcio.[2]​ Julio César nombró varios prefectos de la Ciudad en el año 45 a. C. cuando marchó a combatir en Hispania a los hijos de Pompeyo. Entre estos prefectos estuvo Lucio Livineyo Régulo.[3]



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