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Pronunciamiento



Un pronunciamiento es un una forma específica de rebelión militar, característica del siglo XIX en los países hispanos y países lusos, que pretende el derrocamiento del gobierno o el cambio de régimen político. Consistía en el levantamiento de una o varias unidades militares a cuyo frente se situaba un militar de prestigio que se «pronunciaba» en contra de una situación política determinada y hacía un llamamiento al resto de unidades militares para que se le sumaran o no se le opusieran. Si conseguía esto el objeto de la sublevación se alcanzaba sin derramamiento de sangre. En ocasiones el «pronunciamiento» podía contar con la complicidad del poder político establecido o de parte de él. Al parecer el término pronunciamiento fue utilizado por primera vez en España en 1820 en la rebelión del comandante Rafael del Riego, aunque el primer pronunciamiento español fue el del general Elío en 1814 por el que se restauró la monarquía absoluta de Fernando VII. Por otro lado, el pronunciamiento sería una forma peculiar de pretorianismo y de militarismo.[1]

El historiador español Eduardo González Calleja ha definido el pronunciamiento de la siguiente forma:[1]

El pronunciamiento no debe confundirse con el golpe de Estado convencional, en el que una facción rebelde que controla a algunos elementos de las fuerzas armadas toma el control del Estado mediante un movimiento repentino, organizado y ejecutado furtivamente. En cambio, en un pronunciamiento, un grupo de oficiales militares declara «públicamente» su oposición al gobierno de turno (es decir, el jefe de gobierno y su gabinete, que pueden ser civiles electos legalmente o bien el resultado de un golpe de Estado anterior). Los rebeldes esperan entonces que el resto de las fuerzas armadas se declaren a favor o en contra del gobierno de turno. En general, un pronunciamiento está precedido por un periodo de preparación, durante el cual los rebeldes sondean cuántos oficiales comparten sus puntos de vista y están dispuestos a acompañarlos.[2]

No suele haber lucha armada; si la rebelión carece de apoyo, los organizadores pierden, y deberán abandonar el país, retirarse de las fuerzas armadas o sufrir arresto. Pero si la mayor parte de las fuerzas armadas se declaran a favor del pronunciamiento, entonces el gobierno de turno renuncia. Se trata, pues, de una acción «plebiscitaria» por parte de una fracción de las fuerzas armadas. Hay quienes ven una similitud con una moción de censura, con la diferencia de que son las fuerzas armadas quienes la emiten, en lugar de los legisladores.

González Calleja ha definido las siguientes etapas en un pronunciamiento típico: «un complot cívicomilitar; la obtención de "compromisos" por parte de otros mandos militares; las "obras" de preparación y organización; un "grito" o declaración directa, a veces en forma de programa o manifiesto donde el pronunciado intenta erigirse en portavoz de las aspiraciones mayoritarias de la sociedad o de la corporación castrense; y, por último, la intervención velada e indirecta mediante presiones o amenazas al gobierno, o la conquista del poder».[1]

El primer pronunciamiento que se produjo en España fue el pronunciamiento de Elío de 1814 que restauró la monarquía absoluta de Fernando VII. En los años siguientes se produjeron cinco pronunciamientos fracasados de signo liberal que pretendían restablecer la monarquía constitucional de la Constitución de 1812. Fueron los pronunciamientos de Francisco Espoz y Mina (Pamplona, 1814), de Juan Díaz Porlier (La Coruña, 1815), de Vicente Richart (también conocido como "La Conspiración del Triángulo", 1816), de Luis Lacy (Barcelona, 1817) y de Joaquín Vidal (Valencia, 1819). El sexto pronunciamiento sí que triunfó dando paso al Trienio Liberal. Fue el pronunciamiento de Riego, iniciado el 1 de enero de 1820. Al final de la década ominosa que sucedió al Trienio Liberal tuvo lugar el fracasado pronunciamiento de Torrijos de signo liberal (1831).[1]

Durante los primeros años del reinado de Isabel II se produjeron varios pronunciamientos progresistas que fracasaron hasta que triunfó el pronunciamiento de 1854 que dio paso al bienio progresista. Otro pronunciamiento exitoso, precedido por otros fracasados encabezados por el general Juan Prim, fue el que puso fin al reinado de Isabel II y dio paso al Sexenio Democrático. Fue la rebelión de septiembre de 1868 dirigida por los generales Prim y Serrano.

Al Sexenio Democrático —y a la Primera República Española— le puso fin el pronunciamiento de Sagunto del General Martínez Campos el 29 de diciembre de 1874, que dio paso a la Restauración borbónica en España. En el inicio de este periodo hubo varios pronunciamientos republicanos fracasados organizados desde el exilio por Manuel Ruiz Zorrilla. El último tuvo lugar en 1886 (protagonizado por el general Manuel Villacampa) y fue el que cerró «la gran era de los pronunciamientos».[1]

El golpe de Estado de Primo de Rivera en septiembre de 1923 abre otro nuevo periodo de pronunciamientos que culminan con La Sanjurjada de 1932 en contra de la recién proclamada Segunda República Española, que resultó fallido, y el golpe de Estado de julio de 1936 que desencadenó la Guerra Civil Española. La última militarada tendría lugar en 1981 con el fracasado golpe de Estado del 23-F.[1]

En México, donde tales declaraciones solían ser muy detalladas, formales y publicadas como textos escritos, recibían el nombre de "planes". Otro ejemplo en América Latina es el pronunciamiento de Urquiza.

Existen acontecimientos fuera del mundo iberoamericano al cual se les han calificado de pronunciamiento; en algunos casos la tipología coincide con la del pronunciamiento aunque no sea común el uso de ese término; en otros el término se ha usado aunque no sigue estrictamente las condiciones de un pronunciamiento clásico. Entre otros, incluyen:




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