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Puente de Alcántara



El puente de Alcántara es un puente romano en arco construido entre los años 103 y 104, que cruza el río Tajo en la localidad española de Alcántara, en la provincia de Cáceres. Es un puente que conjuga técnica depurada con estética y funcionalidad, uno de los más claros exponentes de lo que fue la ingeniería civil romana impregnada de carácter propagandístico. Ubicado en una zona aparentemente sin importancia, se construyó con toda magnificencia como vigía permanente del Imperio romano en una región bien considerada por sus yacimientos metalíferos.[4]

Sus altos pilares provistos de contrafuertes que realzan su verticalidad y sus arcos propician la buscada monumentalidad y se consideraron arquetipo de otras obras, como el cercano pero más modesto puente de Segura.[4]​ En su arco central se alude al emperador en cuyo período se levantó, Trajano, y a los municipios de la zona que contribuyeron al proyecto. Dañado y reconstruido en varias ocasiones desde la Edad Media hasta el siglo XIX, es un puente destacado entre los muchos que levantaron los romanos, como han constatado de forma repetida los cronistas, viajeros y estudiosos que lo han podido admirar y que han dejado innumerables testimonios de elogio desde el medievo hasta nuestros días.[1]

El puente romano de Alcántara se sitúa a unos 400 m. al norte de la población del mismo nombre, en la carretera que conduce a Portugal, salvando el paso sobre el río Tajo. Antiguamente formaba parte de la vía Norba que comunicaba con el norte portugués, enlazando la zona intermedia de la Beira Alta con dos importantes arterias, la vía de la Plata y la vía de Lisboa a Braga. Se trataba de una vía secundaria en la red de calzadas romanas de Hispania, motivo por el que el soberbio puente no fue una obra pública patrocinada por el estado romano, aunque era una región bien considerada por sus yacimientos metalíferos.[4]​ Asimismo, en la Antigua Roma las obras de los puentes (opus pontis) eran responsabilidad de los municipium cercanos y el hecho de compartir los costes significaba que la infraestructura pertenecía a toda la región y no a un solo municipio. Esta infraestructura tuvo por tanto como misión poner en contacto la zona al norte del Tajo con la región sur, y fueron doce localidades, cuyos nombres figuran en una inscripción, las que costearon las obras.[5][1]

El lugar elegido para salvar el cauce del Tajo es un tramo que presenta un estrechamiento natural entre dos recodos que aminoran la fuerza de su caudal. En contrapartida, las crecidas del agua en este cañón natural alcanzaban, antes de la construcción de la presa del embalse de Alcántara a mediados del siglo XX, unas elevadas alturas que obligaron a erigir una obra de ingeniería inusualmente alta.[1]

El puente mide 58,2 m. de altura y tiene una longitud de 194 m. Consta de seis arcos, de desigual altura, sostenidos por cinco pilares que arrancan a distintos niveles. Los soportes se distribuyeron con distanciamiento, de manera que solamente dos de ellos penetran en el agua del río, con lo cual durante el estiaje quedan preservadas de la erosión de la corriente las restantes pilas, lo que explica en parte la buena preservación de la obra. Estas dos pilas se cimentaron sobre las formaciones pizarrosas del lecho del río, como se pudo constatar al desviarse el cauce del mismo para construir la presa del embalse de Alcántara, que se encuentra a poca distancia río arriba. Los pilares son unos sólidos basamentos recubiertos de grandes sillares almohadillados, colocados a soga y tizón y con unas dimensiones consistentes de 60 × 120 cm. Se crea sí un efecto de perfecta regularidad, de la que tan solo sobresale una hilada que marca una línea horizontal en la parte baja de las pilas centrales. La planta de estas tres pilas centrales es rectangular y de ellas sobresalen, aguas arriba, unos tajamares triangulares. Las dos pilares restantes son también rectangulares, aunque con contrafuertes en ambas vertientes.[6]

Sobre las pilas cabalgan los arcos, que son de medio punto y con distintas proporciones. En toda la altura de los tímpanos, por ambas vertientes, se prolongan en altura los contrafuertes, una continuidad que contribuye a remarcar el sentido de verticalidad de una obra de gran elevación, acentuada por la construcción del arco honorífico de 14 m. de altura en mitad del puente, sobre el pilar central. Esta línea marca el eje de composición del puente.[7]​ Una inscripción repetida a ambos lados del arco indica que fue construido en honor al emperador romano Trajano, nacido en Hispania. La inscripción dice lo siguiente: IMP(eratori)· CAESARI· DIVI· NERVAE· F(ilio)· NERV(ae)/ TRAIANO·AVG(usto)· GERM(anico)· DACICO· PONT(ifici)· MAX(imo)/ TRIB(unicia)· POTES(tate)· VIII· IMP(eratori)· V· CO(n)S(uli)· V· P(atri)· P(atriae). Esta inscripción tiene el valor de fijar la fecha de construcción del puente entre los años 103 y 104 d. C., en los que coinciden los ordinales de las magistraturas del emperador. Su contenido lo conocemos por manuscritos que la copiaron hace siglos. En origen se disponía en el frente de una de las jambas y es posible que se complementara con otras tres inscripciones cuyo contenido, aunque se ignora, tal vez prolongara la lista de municipios o repitiera el contenido de la que se conoce.[8]

Los dos arcos centrales son los mayores, con 28,8 m y 27,4 m de luz respectivamente; los colaterales tienen 21,4 m y los arcos extremos 13,8 m. La simetría de proporciones, por tanto, no es absoluta en anchura como tampoco en altura, porque el irregular terreno al que se debió adecuar la obra ha dado distintas dimensiones a las pilas, algo que sin embargo contrasta con la regularidad del diseño y remarca la horizontalidad irreprochable de su tablero. Los vanos centrales alcanzan la máxima luz conocida en un puente romano a excepción del puente de Narni en Italia, con 32 m, que se encuentra desplomado y por ello ilustra el peligro que suponía el volteo de arcos de tales dimensiones. No obstante, los arcos del de Alcántara han soportado el paso del tiempo y la erosión natural, pero han sufrido el daño del hombre. Aquí la relación de la pila respecto al arco es algo menor que un tercio (3,5), lo que unido a su altura proporciona al puente un perfil diáfano y liviano que lo hace sobresalir entre las pesadas obras de ingeniería de la Antigüedad.[7]

A la entrada del puente desde Alcántara hay un templete romano hecho totalmente de piedra y con cubierta a dos vertientes. Presenta dos columnas de orden toscano en la fachada y en el interior hay restos que parecen indicar una antigua división interna en naos y pronaos. Sobre su puerta se puede leer una inscripción elaborada en los siglos XVII y XIX sobre la epigrafía original romana y que tiene el gran valor de transmitirnos el nombre del ingeniero que dirigió la construcción del puente, que dedicó también el templete, Cayo Julio Lacer. Se abre la inscripción con una dedicatoria al emperador Trajano y a continuación desarrolla un epigrama en el que vuelve a aludir al César y a los dioses Romuleos, que se inicia con las siguientes consideraciones: «...quizá la curiosidad de los viajeros, cuyo cuidado es saber cosas nuevas, se pregunten quién lo hizo [el puente] y con qué intención. El puente, destinado a durar por siempre en los siglos del mundo, lo hizo Lacer, famoso por su divino arte...». La frase puede resultar pretenciosa, pero el puente ahí está, realmente magnífico por su concepción de técnica y arte, reformado varias veces pero conservando la esencia de la obra original. Al final del epigrama, en una línea independiente, se encuentra su nombre completo (G)aius I(ulius) Lacer, que no ha vuelto a aparecer en ningún documento.[8]

En el siglo XII los musulmanes fundaron en sus inmediaciones un pequeño poblado bautizado Al-Qantarat ( القنطرة), «El Puente», sin necesidad de más apelativos.[1]​ El puente debió pervivir intacto hasta el siglo XIII, cuando, con la Reconquista de los reinos cristianos hacia el sur, sufrió la primera de varias destrucciones. Cuando el rey Alfonso IX de León tomó definitivamente Alcántara en 1213, el puente al parecer quedó roto, no se sabe si por acción cristiana o musulmana. Posteriormente, en las luchas sucesivas entre Castilla y Portugal, Alcántara fue un importante punto de fricción. Está documentado, como dato que significa la consideración del puente, que estando cercada la villa en tiempos de los Reyes Católicos, en 1475, el rey Alfonso V de Portugal levantó el cerco a sabiendas de que Alcántara iba a cortar el puente y mandó decir a su enemigo, el duque de Villahermosa, que él daría un rodeo porque «no quería que el reino de Castilla se quedara con aquel edificio menos».[9]

La primera reconstrucción se hizo bajo el gobierno del rey Carlos V y las obras están bien documentadas. Se repararon los destrozos en la fábrica del primer arco de poniente, se coronó de almenas el arco central y el puente se limpió de construcciones militares, restos de su importancia estratégica en las guerras medievales. Las obras las llevó a cabo el maestro Martín López entre 1532 y 1543, bajo supervisión de los destacados arquitectos Pedro de Ibarra y Esteban de Lezcano. Para dejar memoria de la restauración se labró el escudo imperial que corona el arco del triunfo en el frente sur y tres inscripciones en las jambas donde dice: «Carlos V Emperador, Cesar Augusto y Rey de las Españas, mandó reparar este puente que deteriorado por las guerras y su antigüedad amenazaba ruina, el año del señor 1543, en el 24 de su imperio y 26 de su reinado». Todavía en el siglo XVI se practicó una segunda intervención, adjudicada a Diego de Castañeda y finalizada por Pedro de Villegas y Sebastián de Aguirre en 1577.[10]

En 1707, durante la Guerra de Sucesión, Alcántara fue punto fronterizo afectado en las luchas entre España y Portugal. Cuando los portugueses se retiraron de la localidad, trataron de volar sin éxito el segundo arco de la orilla derecha y la explosión afectó a los paramentos del arco, que en parte cayeron, y a los pretiles, así como al núcleo de la fábrica, que empezó a presentar grietas en el arco honorífico. La restauración fue mandada por Carlos III en 1778.

Durante la Guerra de la Independencia, para impedir el paso de las tropas napoleónicas por Alcántara, los aliados destruyeron el segundo arco de la orilla derecha en 1809. Hasta 1818 no se subsana la ausencia de este arco con la instalación de una estructura de madera para el paso de carruajes, pero fue incendiada en 1836 por las tropas isabelinas para impedir el paso de los carlistas, que mandados por Miguel Gómez Damas, habían invadido la provincia.[8]

Fue nuevamente reconstruido en 1860 por Isabel II. Partió la propuesta de la Real Academia de la Historia, que encomendó las obras al Cuerpo de Ingenieros de Caminos, dirigido entonces por Alejandro Millán. Fue rehecho el arco que había sido volado, se consolidó toda la fábrica tapando las juntas de los sillares, se dispuso en su sitio el arco honorífico, que había sido desmontado al temerse el desplome de la pila central, se pavimentó la calzada y se complementó el puente con las vías que hoy existen en sus extremos. La reconstrucción consta en el arco conmemorativo dentro de una lápida situada en la jamba derecha y también se dispuso en el remate de este frente un escudo real. La citada lápida de Isabel II y otra nueva que se hizo sobre la primitiva, que daba constancia de los municipios romanos que costearon el puente, desplazaron a una de las conmemoraciones de Carlos I y a la única original que allí quedaba, que se recolocaron en el interior del arco.[8]​ La inscripción isabelina dice: «Elisabeth Borbonia Hispaniarium regina, norbensem potem antiquae provinciae lusitaniae, opus iterum bello interruptum, temporis vetustate pene prolapsum restituit aditum utrimque amplificavit, viam latam ad vaccaeos fieri iussit anno domine MDCCCLIX».

En septiembre de 1969, para construir el embalse de Alcántara, cuya presa se encuentra 600 metros aguas arriba del puente y cuya capacidad es de 3137 hectómetros cúbicos, se desvió el caudal del río a través de unos túneles y el cauce del río quedó completamente seco en varios kilómetros. El puente romano quedó por primera vez en su historia sin río. Se observó entonces que una de las pilas estaba descalzándose, y se procedió a su reparación.

Existen en la actualidad muchas asociaciones que solicitan una intervención urgente, así como su declaración como Patrimonio de la Humanidad.[11]​ Fue declarado Monumento Nacional el 13 de agosto de 1924, y se conmemoró el 90 aniversario de este nombramiento con una cadena humana.[12]

El puente fue elegido «Mejor Rincón de España» de 2014 en un concurso organizado por la Guía Repsol, superando en todas las fases a sus competidores. Sin embargo, el 17 de septiembre fue proclamado ganador ex aequo junto con el otro finalista, la ermita de San Felices en La Rioja. Los apoyos populares a ambos monumentos saturaron en algunos momentos la página web de los organizadores del concurso.[13]



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