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Ratlines



Las líneas de ratas o ratlines por su nombre en inglés, eran sistemas de escape para nazis y otros fascistas que dejaban Europa a finales de la Segunda Guerra Mundial tras la derrota de los países del Eje. Estas rutas de escape terminaban generalmente en paraísos seguros en Sudamérica, particularmente en Argentina, Brasil, Chile, Paraguay y en menor medida Uruguay, y Bolivia. Otros destinos incluían Estados Unidos, Canadá, España y el Medio Oriente.

Una de estas líneas de ratas, que fue hecha famosa por el thriller de Frederick Forsyth The Odessa File (El documento Odessa), era administrada por la Organización ODESSA (Organisation der ehemaligen SS-Angehörigen, "Organización de ex miembros de las SS"), red organizada por Otto Skorzeny. Sin embargo, investigaciones más recientes han demostrado que el rol de dicha organización en la huida de un gran número de criminales de guerra nazis fue limitado.

Hay hipótesis acerca de la creación de un servicio de inteligencia vaticano secreto tras la guerra, llamado Pro Deo[cita requerida], con un incierto papel en las ratlines[cita requerida], cuyo fundador sería el Padre Felix Morlion. Morlion era un dominico belga que escapó en el año 1941 a los Estados Unidos tras ser perseguido por los nazis debido a su actividad en el Centro Internacional Pro Deo de Bruselas. En Estados Unidos trabajó en las Actividades de Guerra Psicológica hasta 1944. Más tarde, él y sus asociados crearon una universidad de inspiración estadounidense en Roma, La Universidad Internacional de Estudios Sociales Pro Deo.[1]​ Esta universidad tenía como objetivo reforzar la fraternidad entre gente de distintas religiones y procedencias sociales (con particular colaboración de judíos),[2]​ y también se le atribuye un papel en el freno del arraigo de movimientos comunistas en Italia y otros países de Europa y América.[1]

El obispo católico Alois Hudal era rector del Pontificio Instituto Teutonico Santa Maria dell’Anima en Roma, un seminario para sacerdotes provenientes de Austria y Alemania, además de ser el "Director Espiritual de los Alemanes Residentes en Italia".[3]​ Después del final de la guerra en Italia, Hudal se convirtió en un defensor activo de los prisioneros de guerra e internados que hablaban alemán y que estaban esparcidos por toda Italia. En diciembre de 1944, la Secretaría de Estado de la Santa Sede recibió una autorización para nombrar a un funcionario que "visitara a los internados civiles germanoparlantes en Italia", trabajo asignado a Hudal.[cita requerida]

Hudal usó este puesto para ayudar a escapar a buscados criminales de guerra nazis, entre los que se encontraban Franz Stangl, comandante de Treblinka, Gustav Wagner, comandante de Sobibor, Alois Brunner, responsable del campo de internamiento de Drancy cerca de París y oficial a cargo de las deportaciones de Eslovaquia a Campos de concentración alemanes, y Adolf Eichmann[4]​ — un hecho comprobado posterioriormente.

Algunos de estos estaban internados en campos: generalmente sin papeles de identidad, por lo que era fácil colocarles nombres falsos. Otros nazis estaban ocultos en Italia, y la ayuda que Hudal prestaba para escapar empezó a ser conocida en estos círculos.[5]

En sus memorias, Hudal diría de sus acciones: Agradezco a Dios que Él [me permitiera] visitar y confortar a muchas víctimas encarceladas o detenidas en campos de concentración, ayudándolas a escapar con papeles falsos.[6]

Hudal explica que según su visión:

La guerra de los Aliados contra Alemania no fue una Cruzada, sino una rivalidad entre complejos económicos en la cual habían luchado para conseguir la victoria. Este negocio... usó lemas como democracia, raza, libertad religiosa y cristiandad como anzuelo para las masas. Por todas estas razones después de 1945 me sentía obligado a dedicar todo mi trabajo de caridad principalmente a antiguos Nacional Socialistas y Fascistas, especialmente a los así llamados 'Criminales de Guerra'.

De acuerdo con Mark Aarons y John Loftus en su libro Unholy Trinity,[7]​ Hudal fue el primer sacerdote católico que se dedicó a crear rutas de escape. Aarons y Loftus afirman que Hudal proveyó a las personas objeto de su caridad con dinero para que pudieran escapar, y aún más importante con documentos de identidad falsos de la Organización de Refugiados del Vaticano (Commissione Pontificia d'Assistenza).

Estos documentos del Vaticano no eran exactamente pasaportes, y no eran suficientes como para permitirles trasladarse a otros continentes. Ellos eran la primera etapa de una larga lista de pasos: gracias a los documentos del Vaticano, los protegidos podían obtener un pasaporte personal de parte del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) que a su vez podía ser usado para obtener una visa. En teoría la CICR debía realizar una investigación de los antecedentes de los aspirantes a obtener el pasaporte, pero en la práctica la sola palabra de un sacerdote o particularmente de un obispo era más que suficiente. De acuerdo con informaciones recolectadas por Gitta Sereny de un alto ejecutivo de la rama romana del CICR,[8]​ Hudal podía usar su posición como obispo para solicitar documentos del CICR "de acuerdo con sus propias especificaciones". Las fuentes de Sereny también revelaron un intenso comercio ilícito de documentos de la CICR.

De acuerdo con reportes de inteligencia desclasificados del gobierno de Estados Unidos de América, Hudal no fue el único sacerdote que ayudó a los nazis a escapar. En el "Reporte de La Vista", desclasificado en 1984, el agente del Cuerpo de Contrainteligencia, Vincent La Vista, reportó cómo había logrado conseguir fácilmente documentos falsos de la CICR para dos supuestos refugiados húngaros gracias a una carta del sacerdote católico Joseph Gallov. Gallov, que era administrador de una asociación de caridad para refugiados húngaros del Vaticano, sin haber realizado ninguna pregunta escribió una carta a su "contacto personal en la Cruz Roja Internacional, que después obtuvo los pasaportes".[9]




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