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Reajuste de las sibilantes del castellano



El reajuste de las consonantes sibilantes del idioma español fue un cambio fonético ocurrido durante los siglos XVI y XVII que consolidó el sistema consonántico del español moderno.

Entre las consonantes del español medieval, hablado aproximadamente hasta entrado el siglo XIII, se hallaban los siguientes tres pares de sibilantes, sordas y sonoras con valor de distinción fonológica:

Durante los siglos XVI y XVII, ocurrió un proceso de cambio fonético en el español medio, que debe haber comenzado ya en el siglo XV y que puede resumirse en tres etapas principales:

Al completarse estos cambios fonéticos se consolidó el sistema consonántico del español moderno. Sin embargo, en el idioma judeoespañol, debido al aislamiento del núcleo hispánico tras la expulsión de los judíos en 1492, las sibilantes tomaron un rumbo diferente, muy similar al del portugués moderno e igual al de su contemporáneo del siglo XVI.

Los cambios fonéticos son procesos naturales que se dan en todas las lenguas. Aunque existen leyes fonéticas generales que son independientes de la genealogía lingüística, es difícil hablar de causalidad estricta puesto que en alto grado se consideran procesos aleatorios apoyados en la tendencia de simplificación de los hablantes, por más que en ciertos casos se aprecien factores condicionantes.

En el caso del reajuste consonántico del español, se menciona con frecuencia que los alófonos principales [s̪̺, s̺, ʃ] (predorsoalveolar, apicoalveolar, postalveolar)[n 6]​ de las tres sibilantes del español medio del siglo XVI se concentraban en un espacio articulatorio reducido por lo que su contraste fonético era pequeño; después del cambio, el contraste era más claro. Por supuesto, tales procesos de evolución no ocurren de un día para otro, sino que son fenómenos relativamente muy lentos que requieren de un largo tiempo, medido normalmente en siglos.

Al tratar sobre evolución o cambios fonéticos, hay que tener en cuenta que estos nunca tienen un solo motivo, sino varios actuando juntos. Entre las causas motivadoras, los lingüistas distinguen causas externas e internas, y tanto las primeras como las últimas deben tenerse en cuenta al examinar un hecho concreto. Causas externas pueden ser, por ejemplo, las diferentes influencias de sustrato, y las causas internas, las tendencias de simplificación o el nivel cultural de los hablantes. En este caso concreto, unos lingüistas consideran que la pérdida de las sonoras se debió a un bilingüismo español–euskera (puesto que en esta última lengua no existían sibilantes sonoras); otros consideran que solamente se trataba de una simplificación interna por causas estructurales.[cita requerida]

En toda lengua, aquellos sonidos cuya función distinguidora es pequeña tienen mayor posibilidad de desaparecer pues son menos estables a fluctuaciones de la pronunciación. Por ejemplo, en el español medio no existían muchas palabras (si no es que ninguna) en las que hubiese contado si llevaban /t͡s/ (ç) o /d͡z/ (z), o bien /s/ o /z/, por lo tanto no causó mucho problema la desaparición de la sonoridad. Por el contrario, teniendo en cuenta que la pronunciación de la /s/ era apicoalveolar (tal como es hoy en las variedades septentrionales peninsulares), no había mucha diferencia acústica entre /s/ y /ʃ/. Por lo tanto, para mantener y reforzar la diferencia fonológica entre estos últimos fonemas, los hablantes empezaron a exagerar la pronunciación de /š/, posponiendo cada vez más su punto de articulación, produciendo probablemente primero un sonido [ç], hasta llegar al sonido actual de /x/. Un proceso similar pasó en las variedades septentrionales peninsulares después de la fricativización de /t͡s/ siendo el sonido resultante una /s/ predorsodental que acústicamente era casi imposible de distinguir de la /s/ apicoalveolar: por lo tanto la solución del problema era adelantar el punto de articulación de la /s/ predorsodental llegando al sonido interdental moderno /θ/; sin embargo, en las variedades meridionales optaron por la neutralización total de estos dos sonidos casi idénticos, dando lugar a los fenómenos de «seseo» y «ceceo».



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