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Rebelión de los agraviados



La Guerra o Revuelta de los Agraviados o Malcontents (en catalán) fue una guerra que se desarrolló entre marzo y septiembre de 1827 en Cataluña y, en menor medida, en Valencia, Aragón, País Vasco y Andalucía contra lo que se consideraban medidas desacertadas del gobierno de Fernando VII, como, por ejemplo, no haber restablecido la Inquisición.

Con el precedente de la revuelta de Jorge Bessières en agosto de 1825, y la insatisfacción de los ultrarrealistas con el reglamento de 1826 para los cuerpos de Voluntarios Realistas, poco favorable a sus aspiraciones, el 25 de agosto de 1827 se pronunció Agustín Saperes con un Manifiesto que proclamaba la Guerra de los Agraviados (o malcontents, en catalán), pidiendo el retorno de la Inquisición entre otras medidas ultrarrealistas. En esa fecha estableció, junto a Josep Bussoms (Jep dels Estanys) y otros, la "Junta Suprema Provisional de Gobierno del Principado de Cataluña" en Manresa. Dominó una gran parte de la Cataluña interior: rápidamente fueron ocupados Vich, Cervera, Valls, Reus, Talarn y Puigcerdá, y permanecieron asediadas Cardona, Hostalrich, Gerona y Tarragona. Simultáneamente se agregaron grupos de revueltos en Aragón, el País Vasco, Córdoba y el Maestrazgo.El 14 de septiembre el Marqués de Campo Sagrado era sustituido en la capitanía general de Cataluña por el Conde de España, ahora nombrado jefe del ejército expedicionario, y el 18 Fernando VII anunció su viaje a Cataluña; el 23 el Conde de España estaba ya en Tortosa con sus tropas y el 28 el monarca y el conde entraron en Tarragona. La presencia del rey, el indulto concedido y el papel de la jerarquía eclesiástica facilitaron la campaña y Manresa se rindió sin lucha el 8 de octubre, y a continuación Cervera, Vich y Olot. Cuando todo el mundo pensaba en un trato benigno con los implicados Fernando VII rechazó cualquier petición de gracia; nueve de los principales insurrectos fueron fusilados en Tarragona, mientras que unos trescientos fueron deportados a Ceuta.

La tendencia ultrarrealista se advierte ya desde 1824, cuando un grupo de absolutistas, alentados por Carlos María Isidro de Borbón, hermano de Fernando VII, considera que este último es demasiado complaciente con los liberales y no los castiga como se merecen ni tampoco premia a los apostólicos.

Por ello algunos militares materializaron estas posturas en la llamada Guerra de los Agraviados, que se produce sobre todo en la provincia de Barcelona en 1827. Este conflicto ha sido estudiado principalmente por Jaime Torrás Elías.

Julio Aróstegui pone en duda la autoría del Manifiesto de la Federación de los Realistas puros a los Españoles, firmado en Madrid el 1 de noviembre de 1826 y en el que se pedía el derrocamiento «del estúpido y criminal Fernando de Borbón» en favor de su hermano,[1]​ afirmando que en la literatura realista siempre se había salvado la figura del Rey y que estas descalificaciones no eran propias de ellos, y cree que este documento pudo haber sido elaborado por los liberales exiliados para provocar trastornos en el seno de la familia real; sin embargo, aunque la autoría no fuera realista, el hecho es que este documento se utilizó por ellos en la Guerra de los Agraviados. En él se presenta por primera vez la idea de la doble legitimidad, que pudo ser acuñada en Portugal y será invocada por los carlistas españoles en 1860. En él se distingue entre legitimidad de origen (la que corresponde por herencia) y la legitimidad de ejercicio; hay que destronar a Fernando VII que es legítimo de origen, pero no por su ejercicio, ya que no cumple el programa de gobierno de los realistas puros: esta idea será la que recogen los "agraviados".

Se toma así el nombre del devoto Carlos María Isidro como cabeza de una opción ideológica en un momento, entre 1826-1827, en que todavía no está planteada la cuestión sucesoria, ya que el heredero de Fernando VII, según la legislación vigente, es su hermano Carlos María Isidro, al carecer el rey de sucesión directa, pero ya por cuestiones ideológicas, se baraja el nombre de su hermano como representante del absolutismo realista y a Fernando VII se le reprochará ser un liberal encubierto.

Los malcontents se quejan de varios agravios:

La guerra estalla en marzo de 1827 y concluye en septiembre del mismo año, cuando se desplaza Fernando VII y acaba con el movimiento. Torrás distingue dos fases:

El Conde de España reprimirá la revuelta y Fernando VII viajará a Cataluña para dirigirse a los agraviados explicando que su voluntad no está reprimida por nadie. A partir de esta fecha no habrá más insurrecciones de los ultrarrealistas contra el rey, ya que estos confiaban en una pronta muerte del monarca y en que el trono pasara a su hermano Carlos.

Esta revuelta constituyó el antecedente más directo de las guerras carlistas.



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