Regenbogen (Arco Iris) era el nombre en clave de la operación final destinada a la destrucción de las unidades submarinas alemanas por sus propia tripulación, en la creencia que con ello se mantendría indemne el honor y la tradición de la Kriegsmarine tras la rendición ante los aliados.
Tras recibir la orden de alto el fuego, muchos comandantes de submarinos pusieron en práctica dicha operación, consistente en abandonar las bases, alcanzar aguas profundas, proceder a inutilizar los instrumentos y finalmente destruir sus buques.
La orden de destrucción de la flota de submarinos no llegó a ser nunca radiada por Karl Dönitz, jefe máximo de las fuerzas submarinas alemanas, cumpliendo, de este modo, el acuerdo de rendición establecido con los aliados.
En ese acuerdo, firmado entre el Almirante General Hans-Georg von Friedeburg (1895-1945), Comandante en Jefe de los Submarinos (nombrado Jefe Superior de la Armada al ocupar Doenitz la Jefatura del Estado) y el Mariscal inglés Bernard Law Montgomery (1887-1976), se exigió como condición imprescindible el que no se produjera ninguna destrucción en tierra, ni tampoco hundimientos de buques de guerra, situados en la zona afectada por la capitulación. Doenitz, a su pesar, estuvo de acuerdo.
La intención del "Grossadmiral" era retrasar la rendición de las fuerzas alemanas en el frente este, y aprovechar el máximo de unidades para repatriar a los miles de hombres que iban a quedar dentro de los límites soviéticos cuando se produjera la misma (en enero de 1945 los alemanes se incautaron de la Orden de Operaciones inglesa "Eclipse", que contenía los planes y preparativos para las medidas a adoptar tras la conquista de Alemania, después de que se efectuara la capitulación sin condiciones).
Este objetivo se consiguió con creces, evacuándose por mar entre el día 23 de enero y 8 de mayo de 1945 a 2 022 602 refugiados empleando para ello todo tipo de embarcaciones, desde submarinos del tipo XXI (como el U-3025 que recogió a 50 muchachos de las juventudes hitlerianas) hasta trasatlánticos civiles, no sin grandes sacrificios en buques y hombres —del orden del 1 por ciento en estos últimos— (recordemos el hundimiento del buque de pasajeros Goya, de 5230 t, empleado en la evacuación en la Bahía de Danzig el día 16 de abril, que llevaba a bordo a supervivientes del regimiento acorazado n.º 35 y miles de civiles desesperados, y que fue atacado a unas 60 millas de Stolpe por el sumergible soviético “L-3” del comandante Vladimir Konovalov. Los dos torpedos que le lanzó le alcanzaron en el centro, partiéndolo de forma inmediata y desapareciendo en las frías aguas en unos 4 minutos, llevando a la muerte a unas 6202 personas de las 6.385 que se estima transportaba).
Cuando el 4 de mayo de 1945 a las 3:14, el Gran Almirante ordenó el cese inmediato de la guerra submarina en todos los mares, así como la prohibición de destruir el armamento, el alto mando de la Wehrmacht, que opinaba lo contrario, siguiendo las directrices de "tierra quemada" dictada por Adolf Hitler el 19 de marzo de 1945, no tuvo más remedio que acatar el mismo a regañadientes.
La capitulación entró en vigor el 5 de mayo a las 8:00 y afectaba a todas las fuerzas armadas alemanas en Holanda, Norte de Alemania, islas adyacentes y Dinamarca. A las 00:00 del 9 de mayo cesaron todos los combates en los frentes de batalla.
Pero a pesar de la orden del propio Doenitz, a quien sus marinos respetaron y obedecerían hasta el final, incluso algunos hombres del arma submarina fueron los últimos en formar su guardia personal, numerosos comandantes comenzaron a abandonar los puertos y bases procediendo a destruir sus unidades emitiendo la consigna Regenbogen de boca en boca, en la creencia que si Doenitz la había invalidado, había sido bajo coacción de los aliados y nunca por propia iniciativa.
F. Martinelli en su obra Los tiburones del III Reich deja bien claro que no fue el gran almirante quien radió la consigna destructora y así lo expone en su libro, al que me he permitido la licencia de añadir algunos datos aclaratorios al mismo:
Martinelli, al igual que otros autores de reconocida credibilidad, David Mason entre otros, deja bien claro en su libro que la consigna no fue radiada, a pesar del desacuerdo del alto mando. Pero todavía queda aclarar porqué algunos comandantes no obedecieron esta orden de su jefe supremo, y como llegó la misma a las dotaciones de los submarinos.
Según relata Martinelli:
Un gallardo oficial, en nombre de todos sus compañeros, toma la palabra:
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Y sigue explicando los motivos de la negación de dicha orden de boca del ayudante de Doenitz, Korvettenkapitän Lüdde-Neurath:
Luego, con voz casi imperceptible, comenta:
Una hora más tarde, de un puerto a otro de Alemania del Norte, se lanza la palabra clave: operación Arco Iris. Todos los submarinistas abandonan los cuarteles y campamentos, se apretujan en los muelles, suben nuevamente a borde de los ágiles lobos y silenciosamente, mientras las ciudades duermen aún, abandonan los puertos, pasan sin ser vistos ante los barcos de guerra aliados, los lobos están realizando su último viaje; la operación Arco Iris debe realizarse entes del alba del 5 de mayo de 1945.
Todas las unidades izan la bandera alemana y la enseña de guerra, antes de abrir las cajas de inmersión, llenar las cajas de relojería y sabotear los aparatos, operaciones necesarias para un autohundimiento.
Leyendo estas líneas nos queda aclarado que la decisión última de destruir los buques quedó en las manos de los comandantes de las unidades.
El propio Karl Doenitz siempre mantuvo que jamás radió dicha consigna y en su obra 10 Jahre und 20 Tage (traducida al castellano como "Diez años y veinte días", Bonn, 1958), explica el incumplimiento de sus órdenes de la siguiente manera:
El propio Gran Almirante, fiel a su palabra de caballero y marino dada a los aliados, niega ser quien ordena emitir la consigna “Regenbogen”, y es más, reconoce que ordenó enviar una contraorden que desactivase el operativo de destrucción.
La cuestión es que, a espaldas del responsable de dirigir la guerra submarina, la consigna se emitió, comenzándose entonces a sucederse los hundimientos de sumergibles y submarinos de las clases XXI y XXIII en aguas próximas a las bases, o en el interior de las mismas de aquellas unidades imposibilitadas de trasladarse por sus propios medios.
Aunque la controversia envuelve siempre las cifras, dependiendo del autor al que se consulte, se da como correcta la cifra de 232 U-Boot destruidos por sus dotaciones en el Mar del Norte y Báltico, de las cuales 211 estaban operativas, 16 no llegaron a ser comisionadas y 5 ni siquiera habían sido botadas.
Por tipos, las unidades destruidas fueron: 2 del tipo VII-A, 3 del VII-B, 47 del VII-C, 23 del VII-C41, 6 del IX, 32 del tipo XXIII, 5 del II-B, 6 del II-C, 9 del II-C, y 10 unidades del tipo XVII "Walter". Las numerosas unidades del tipo XXI se encontraban en distintas fases; así algunas ya estaban operativas y en dirección a las zonas de operaciones asignadas, otras realizaban sus primeras pruebas de estanqueidad, algunas más se encontraban en la última fase de armamento antes de ser entregadas a sus dotaciones, y otras ni siquiera estaban finalizadas. Del tipo XXI se barrenaron 89 unidades, 85 operativas y 4 completadas solo al 80 por ciento ("U-3539" a "U-3542").
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