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Rerum Omnium Perturbationem



La encíclica Rerum Omnium Perturbationem del Papa Pío XI promulgada el 26 de enero 1923 fue escrito con motivo del III Centenario de la muerte de San Francisco de Sales, que el Papa declara patrón de periodistas y operadores de comunicación.

Francisco de Sales (1567-1622), hijo de familia noble -su padre era Señor de Sales- estudio en las universidades de la Sorbona, donde recibió una completa formación humanística, y Padua, en la que estudio derecho. Orientado desde su adolescencia hacia el sacerdoció fue en 1592 Francisco cuando reafirmo su voluntad de ordenarse. El año siguiente recibió la ordenación sacerdotal. Enseguida se ofreció al arzobispo de Ginebra[1]​ para predicar en la región de Chablais, en la que se había extendido del calvinismo; allí realizó una dura tarea evangelizadora en la que a su predicación oral añadió sus escritos profusamente difundidos entre el pueblo a través de hojas sueltas.

En 1602 fue consagrado obispo y nombrado obispo coadjutor de Ginebra. Su labor pastoral se caracterizó por un fuerte celo por la salvación de las almas, junto con una gran dulzura en el trato con todos, tanto en el gobierno como en la atención de los fieles que se confiaban a su dirección espiritual. Entre sus escritos destacan la Introducción a la vida devota y el Tratado del amor de Dios. Fundó, con la colaboración de Santa Juana Francisca de Chantal, la Orden de la Visitación de Nuestra Señora.

Fue beatificado el 28 de diciembre de 1661 y canonizado el 16 de abril de 1665 por el papa Alejandro VII; y declarado Doctor de la Iglesia por Pío IX el 16 de noviembre de 1877. Pío XI, mediante esta encíclica le nombró patrón de los periodistas.

Con estas palabras introduce el papa la encíclica indicando enseguida que el único remedio para restarurar la paz en el mundo es la santidad a la que la Iglesia llama a todos. Pues solo cuanto todos tengan la inteción de cumplir sus deberes, la sociedad mejorará de inmediato.

Una invitación a la santidad que se actualiza cuando propone a la imitación de los fieles la vida de los santos que ya están en el cielo; pues a todos los cristianos se dirige San Pablo cuanto escribe: "Esta es la voluntad de Dios, vuestra santificación".[3]​ Recuerda el papa la conmemoración el año anterior del tercer centenario de la canonización de cinco grandes santos - Ignacio de Loyola, Francisco Javier, Felipe Neri, Teresa de Jesús e Isidro Labrador-, y que este año se celebrará el tercer centenario de al muerte de Francisco de Sales. Benedicto XV anunció su deseo de escribir una encíclica a propósito de esa celebración; el papa explica que recogiendo ese deseo como una herenciaes ha escrito esta encíclica.

Pío XI recoge en la encíclica unos trazoas de la vida y apostolado de Francisco de Sales, mostrando sobre todo cómo aunaba en su comportamiento un espíritu de mansedumbre y dulzura en el trato con un gran celo por las almas, sobriedad de vida y fortaleza en al defensa de los derechos de la Iglesia. Así,

Expone brevemente su labor evangelizadora en la región de Chablais, en la que con tenacidad y humildad supo atraer a la fe a muchos cristianos que habían sido atraídos por el calvinismo; para ello escribió repartió un buen número de folletos en los que defendía la autoridad del papa como garante de la verdad.

Comentando los escritos del santo, la encíclica se refiere especialmente a su Filotea y al Tratado del amor de Dios[5]. Del primero, conocido en español como Introducción a la vida devota[6]​, se destaca el modo en que Francisco de Sales expone la piedad, bien distinta de la aspereza, haciéndola así atrayente y mostrando cómo es alcanzable por todos,

En todo caso destaca la encíclica el mayor relieve e importancia que tiene su Tratado del amor de Dios, en el expone la historia del amor de Dios, sus orígenes y avances, las causas de su posible debilitamiento y el modo de ajrecitarse y progresar en ese amor. Los principios de la vida espiritual contenidos en esos dos libros son utilizaba en su ministerio sacerdotal, y que refleja en sus Cartas; y los que aplicó en el gobierno la Orden de la Visitación.

El papa pide en la encíclica a los Obispos, que cuiden la celebración de este centenario, y que durante todo el año, hasta el 28 de diciembre, día en que marchó al cielo San Francisco se instruya a ls fieles sobre las virtudes y ensñanzas del santo Doctor, recordándoles que deben practicar la santidad propia del estado de cada uno y haciéndoles ver que


Es deseo del papa que en estas celebraciones participen todos los católicos que promueven y defienden la doctrina cristiana en la prensa y otros escritos; señalando para ellos varios consejos, y entre ellos los que siguen:

Con este motivo, el papa declara solementemente a San Francisco de Sales,

Concluye el papa, como es habitual en las encíclicas, impartiendo la Bendicicon Apostólica a los obispos, a quien se dirige su escrito, a su clero y a todo su pueblo.



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