Resa fue una villa navarra situada a escasos siete kilómetros del municipio de Andosilla. De su existencia dan fe documentos varios, algunos restos arqueológicos, los topónimos Valderresa, cañada real de Resa, soto de Resa y camino de Resa, y los apellidos Resa y Resano. Resa contó con un monasterio, dos iglesias, un torreón, un puente y varias cuevas, que son las únicas que aún se conservan a día de hoy. Gracias a los pocos restos encontrados se conoce la ubicación de la villa, que estaría situada junto al cortado de la peña.
Aunque se desconoce la etimología de Resa, se sabe que a lo largo de la historia ha tenido diferentes denominaciones, incluidas las de Arrezo, Arreza, Aresa, Areso, Ressa y Resa, entre otras.
La fecha de su fundación es desconocida, aunque ya se encontraba habitada en tiempos de la dominación musulmana. Alrededor de 907 o 908 pasó a formar parte del incipiente reino de Pamplona, tras ser conquistada por el rey Sancho Garcés I de Pamplona a la poderosa familia muladí de los Banu Qasi de Tudela (Navarra), vasallos de los Omeya de Córdoba. Con los años llegó a ser un importante bastión navarro, primero frente al Islam y después frente al reino de Castilla. En 1350, y según el Libro de Fuegos que se conserva en el Archivo General de Navarra, solo vivía en el pueblo una familia, la de Juan Jiménez de San Adrián. Ese mismo año, el rey Carlos II de Navarra vende la villa a los vecinos de Andosilla, a excepción del soto y las salinas que se los reservó para él. En esa fecha, consta como alcaide de las cuevas de Andosilla (Andossiella en aquel momento) Pedro Ximénez de Ugarra, que además residía en ellas. Andosilla contaba por aquel entonces con unos 225 habitantes.
Según un documento de donación realizado el 20 de noviembre de 1071 por el rey Sancho Garcés IV de Pamplona al monasterio de San Millán de la Cogolla, se sabe que estuvo situado a las afueras del pueblo y dedicado a Santa María. Ese mismo año, en los archivos riojano-navarros se nombra a un tal Blas como abad del monasterio.
Resa tuvo dos iglesias, una dedicada a Santa María, que bien pudo ser el monasterio reconvertido tiempo después en parroquia, y otra dedicada a San Esteban. Probablemente estuvieron situadas a ambos extremos del núcleo urbano ya que esto era lo habitual en la Alta Edad Media.
Formó parte, junto con las cuevas, del cinturón defensivo del reino de Pamplona. La finalidad de este cinturón era establecer un sistema estratégico que permitiera conocer los posibles avances de tropas enemigas con suficiente antelación, comunicándose las distintas guarniciones entre sí mediante señales de humo de día y con hogueras de noche. En 1330, el alcaide del torreón cobraba 4 libras y 20 cahices.
Las 13 cuevas estaban asociadas al torreón. En tiempos de guerra servían de refugio. En su interior, no se han encontrado restos ni inscripciones, solo yeso (una de las cuevas aún conserva restos de mampostería en su entrada) y semillas, sobre todo gramíneas. Todavía se puede ver la línea de saeteras y una especie de torre semicircular en muy mal estado. Todas las cuevas se encuentran alineadas entre sí y a una altura de unos 30 metros sobre el nivel del suelo. En la actualidad, solo se puede acceder a ellas escalando. En 1380, ya se encontraban abandonadas.
Se encuentra situado cerca del cortado de la peña. Apareció de forma casual en 1979 cuando una pala excavadora dejó al descubierto varias tumbas con los esqueletos. El frente de corte de tierra excavada es de más de 100 metros de longitud. Todas las sepulturas siguen un orden lineal, se encuentran situadas a diversas alturas y están cubiertas con losas de piedra sin inscripciones. Los enterramientos son cristianos y de época altomedieval.
Estuvo situado sobre el río Ebro. A mediados del siglo XVII, y según el jesuita e historiador José de Moret, aún quedaban algunas ruinas. No sabe si se construyó en madera, piedra o un combinado de ambos materiales. Quizá se edificó en madera con soportes arquitectónicos de piedra, uno en cada orilla, y un tercero en el centro del cauce. El puente tuvo que soportar el paso de vacas, rebaños de ovejas o algún que otro carro pesado tirado por bueyes. Debió ser vital para los resanos, pues a través de el pudieron dar salida comercial a sus productos en los mercados de los alrededores.
En la actualidad, el Ayuntamiento de Andosilla y el periodista Carlos García Pardo, han promovido una serie de excavaciones a través de la Sociedad de Ciencias Aranzadi. Los trabajos comenzaron en 2018. También, esta misma entidad ha unificado toda la documentación existente en diferentes archivos.
El rey Sancho Garcés I de Pamplona murió en Resa el 10 de diciembre de 925/926 (festividad de Santa Eulalia de Mérida en el santoral católico) al despeñarse con su caballo. Había reinado veinte años. Así cuenta el cronista hispanomusulmán, Ibn Hayyan, su muerte:
La Crónica Albeldense cuenta que se le dio sepultura en el pórtico de la ermita del castillo de San Esteban de Deyo, pero no existen pruebas documentales ni arqueológicas que lo certifiquen. Por su parte, el historiador aragonés Antonio Ubieto afirmaba que se le enterró en San Esteban de Resa. Durante décadas se celebró en la iglesia de San Esteban de Resa una misa aniversario en su recuerdo con la asistencia de la familia real navarra, nobles, obispos y otros testigos.
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