El proyecto "Rex Bellator" (rey guerrero) pretendía la unificación de las Órdenes militares para la reconquista de Tierra Santa.
Se elaboró a raíz de la pérdida de los restos del Reino de Jerusalén desde 1291. Disminuido territorialmente con la pérdida de la ciudad de Jerusalén en 1187, había tenido como capital San Juan de Acre, y dependía cada vez más de la fuerza de las órdenes militares-religiosas para sobrevivir, especialmente desde el fracaso de la cruzada del rey francés Luis IX de Francia (San Luis).
Las ofensivas del sultán Baibars al-Bunduqdarí habían dejado el reino reducido a una pequeña franja costera y el sultán Qalawun decidió eliminar el enclave. A pesar de su muerte, su hijo al-Ashraf Khalil culminó su obra el 28 de mayo de 1291.
Ello suscitó una ola de tratados sobre cómo proceder a la reconquista del reino de Jerusalén. La gran mayoría partían de la unificación de las Órdenes militares en una sola, bajo el mando de un príncipe célibe o viudo de sangre real.
De todos ellos, el plan más coherente, llamado "Rex Bellator", lo elaboró fray Ramon Llull en tres libros:
El plan consistía en la unificación de las órdenes militares (en los dos primeros tratados, dejando clara la preeminencia de templarios y hospitalarios, y en el tercero, distinguiendo los hospitalarios al norte y las órdenes de la península ibérica al sur), situando un "rex bellator", un rey guerrero, viudo o soltero, a su cabeza.
Se preveía, también, una ofensiva "espiritual", de frailes entrenados en la lengua árabe y la tártara; un bloqueo naval y una progresión por tierra, partiendo de Murcia, pasando por Almería, Granada, Ceuta, el Norte de África, Egipto y, finalmente, Jerusalén. Como Murcia pertenecía al rey Jaime II, y como su primogénito, el príncipe Jaime, renunció a la corona para vestir la túnica blanca y la cruz roja (propósito dificultado por la disolución de la Orden del Temple y, finalmente, conseguido al ingresar en la Orden de Montesa), se puede deducir que el proyecto contaba con el beneplácito de Jaime II y que respondía a los intereses de sus reinos. Hay que recordar que Jaime II ya era capitán general, portaestandarte y almirante de la Iglesia, desde la época del papa Bonifacio VIII, enemigo del rey de Francia, Felipe IV.
Posiblemente por esta razón (para influir en la inminente sucesión del Gran Maestre templario fray Jacques de Molay) Jaime II intentó obtener la libertad de fray Dalmau de Rocabertí, el último gran jefe militar templario caído en Arwad (1302), a través de las embajadas llevadas a cabo por Eymeric de Usall antes de la destrucción del temple, y aún después.
El proyecto de Ramon Llull no podía por menos que aparecer como un peligro para Felipe IV, que reaccionó:
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