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Romain Rolland



Romain Rolland (Clamecy, Nièvre, 29 de enero de 1866-Vézelay, Yonne, 30 de diciembre de 1944) fue un escritor francés. Su primer libro fue publicado en 1902, cuando tenía treinta y seis años. Trece años más tarde, ganó el Premio Nobel de Literatura de 1915 «como tributo al elevado idealismo de su producción literaria y a la simpatía y el amor por la verdad con el cual ha descrito diversos tipos de seres humanos».[1]

Su existencia estuvo marcada por la pasión por la música y el heroísmo, y durante toda su vida buscó medios de comunión entre los hombres. Su imperiosa necesidad de justicia le llevó a buscar la paz más allá de la contienda durante y después de la Primera Guerra Mundial. Fue un admirador de León Tolstói, gran figura de la no violencia, de los filósofos de la India (Conversaciones con Rabindranath Tagore, y Mohandas Gandhi), de las enseñanzas de Ramakrishna y Vivekananda; quedó fascinado por Bahá'u'lláh (a quien hace referencia en Clerambault, novela en la que expone sus ideas sobre la guerra) y posteriormente por el nuevo mundo que la Unión Soviética preconizaba en sus comienzos. Pero en ninguna parte, sino en la escritura de sus obras, supo encontrar paz. Romain Rolland recibió el fuerte influjo de la filosofía hinduista del Vedānta (véase bibliografía), tema al que dedicó varios libros.

Nació en el seno de una familia de notarios, aunque entre sus ascendientes había tanto campesinos como gente notable. Escribiendo introspectivamente en su Voyage intérieur (1942), se vio a sí mismo como un representante de las «especies antiguas». Haría participar a estos ancestros en el truculento y subido de tono relato Colas Breugnon (1919).

Aceptado en la École normale supérieure en 1886, primero estudió filosofía, pero su independencia de espíritu le llevó a abandonarla para no someterse a su ideología dominante. Se graduó en historia en 1889] y pasó dos años en Roma, donde su encuentro con Malwida von Meysenbug —quien había sido amiga de Nietzsche y de Wagner— y su descubrimiento de las obras maestras italianas fueron decisivas en el desarrollo de su pensamiento. Cuando regresó a Francia en 1895, se doctoró con la tesis Los orígenes del teatro lírico moderno y su disertación Una historia de la ópera en Europa antes de Lully y Scarlatti.

Comenzó siendo profesor de historia en el Lycée Henri IV, después en el Lycée Louis le Grand y en la École française de Rome. Más tarde fue profesor de historia de la música en la Sorbona y profesor de historia en la École normale supérieure.

Exigente, tímido y joven, no le gustaba enseñar. No fue indiferente a la juventud: Jean-Christophe, Olivier y sus amigos –héroes de sus novelas– son jóvenes. Pero con los jóvenes, como con los adultos, Rolland solo mantuvo relaciones distantes. Deseaba ser sobre todo un escritor. Seguro de que podría vivir dedicado solo a la literatura, renunció a la universidad en 1912. En 1915 fue galardonado con el premio Nobel de Literatura y en 1922 fundó la revista Europe.

Fue un pacifista militante. En 1924, su libro sobre Gandhi contribuyó a su posterior reputación, y ambos se conocieron en 1931.

Se trasladó a las playas del Lago Lemán, Suiza, para dedicarse a escribir. Su vida se interrumpió por problemas de salud, viajes y exhibiciones de arte. Su viaje a Moscú (1935), por invitación de Maxim Gorki, fue una oportunidad para conocer a Stalin, y sirvió de forma no oficial como embajador de los artistas franceses en la Unión Soviética.

En 1937, regresó a vivir a Vézelay, que en 1940 fue ocupada por los alemanes. Durante la ocupación, se aisló en una completa soledad.

Sin dejar de trabajar, en 1940 terminó sus Memorias. También se dedicó a dar los toques finales a su investigación musical sobre la vida de Ludwig van Beethoven. Poco antes de su muerte, escribió Péguy (1944), en la que examina la religión y el socialismo en el contexto de sus memorias. Murió en Vézelay.

En 1921, su cercano amigo, el escritor austríaco Stefan Zweig, escribió su biografía: El hombre y sus obras; Zweig admiraba profundamente a Rolland, de quien una vez aseveró que era «la conciencia moral de Europa», durante los años de agitación y guerra en el Viejo Continente.

Su obra maestra es Juan Cristóbal (10 vols.) ciclo novelístico en que describe la vida de un genial músico alemán y donde se muestra el universalismo y amor a la humanidad del autor. Otras obras narrativas suyas son Por encima de la contienda, Colas Breugnon y El alma encantada (7 vols.). Para el teatro escribió Tragedias de la fe, Tragedias de la Revolución, 14 de julio y Robespierre. Entre sus ensayos destacan Las grandes épocas creadoras, La ópera en Europa, El teatro de la Revolución. De sus biografías, Beethoven, Miguel Ángel, Tolstói, Gandhi, San Luis y Péguy. Sus Carnets, comenzados en 1906, son su diario íntimo, de singular valor autobiográfico. Su vida y su obra fueron una constante aspiración hacia la luz y trató de expresar una concepción de la vida y de los valores individuales superiores dentro de la realidad histórica y de la convivencia social y del más decidido pacifismo e internacionalismo, por lo que fue desterrado a Suiza. Colaborador de Péguy, mantuvo contacto con las figuras más importantes de la literatura europea de su tiempo, desde Tolstói y Gorki a Rilke y Stefan Zweig.




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