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Símil de la línea



El símil o analogía de la línea fue propuesto por Platón en el libro VI de la República (509d–511e), en el cual se plantea los grados del ser y del conocer del mundo. En relación con su pertenencia al mundo de las ideas o al mundo sensible, existen distintas maneras del ser, que se conocen mediante diferentes métodos. En su ascenso dialéctico, Platón habla de un trayecto de conocimientos que se debe llevar a cabo para llegar finalmente a la Idea de Bien, la que permite conocer tanto el mundo de las ideas como el sensible y comprender todas las relaciones esbozadas por cada ente.

- Sí que te entiendo.

- En el segundo pon aquello de lo cual esto es imagen: los animales que nos rodean, todas las plantas y el género entero de las cosas fabricadas

- ¿Accederías acaso -dije yo- a reconocer que lo visible se divide, en proporción a la verdad o a la carencia de ella, de modo que la imagen se halle, con respecto a aquello que imita, en la misma relación en que lo opinado con respecto a lo conocido?

- Desde luego que accedo -dijo.

- Considera, pues, ahora de qué modo hay que dividir el segmento de lo inteligible.

- ¿Cómo?

- De modo que el alma se vea obligada a buscar la una de las partes sirviéndose, como de imágenes, de aquellas cosas que antes eran imitadas, partiendo de hipótesis y encaminándose así, no hacia el principio, sino hacia la conclusión; y la segunda, partiendo también de una hipótesis, pero para llegar a un principio no hipotético y llevando a cabo su investigación con la sola ayuda de las ideas tomadas en sí mismas y sin valerse de las imágenes a que en la búsqueda de aquello recurría.

- No he comprendido de modo suficiente - dijo- eso de que hablas.

- Pues lo diré otra vez -contesté-. Y lo entenderás mejor después del siguiente preámbulo. Creo que sabes que quienes se ocupan de geometría, aritmética y otros estudios similares dan por supuestos los números impares y pares, las figuras, tres clases de ángulos y otras cosas emparentadas con éstas y distintas en cada caso; las adoptan como hipótesis, procediendo igual que si las conocieran, y no se creen ya en el deber de dar ninguna explicación ni a sí mismos ni a los demás con respecto a lo que consideran como evidente para todos, y de ahí es de donde parten las sucesivas y consecuentes deducciones que les llevan finalmente a aquello cuya investigación se proponían.

- Sé perfectamente todo eso -dijo.

- ¿Y no sabes también que se sirven de figuras visibles acerca de las cuales discurren, pero no pensando en ellas mismas, sino en aquello a que ellas se parecen, discurriendo, por ejemplo, acerca del cuadrado en sí y de su diagonal, pero no acerca del que ellos dibujan, e igualmente en los demás casos; y que así, las cosas modeladas y trazadas por ellos, de que son imágenes las sombras y reflejos producidos en el agua, las emplean, de modo que sean a su vez imágenes, en su deseo de ver aquellas cosas en sí que no pueden ser vistas de otra manera sino por medio del pensamiento?

- Tienes razón -dijo.

- Y así, de esta clase de objetos decía yo que era inteligible, pero que en su investigación se ve el alma obligada a servirse de hipótesis y, como no puede remontarse por encima de éstas, no se encamina al principio, sino que usa como imágenes aquellos mismos objetos, imitados a su vez por los de abajo, que, por comparación con éstos, son también ellos estimados y honrados como cosas palpables.

- Ya comprendo -dijo-; te refieres a lo que se hace en geometría y en las ciencias afines a ella.

- Pues bien, aprende ahora que sitúo en el segundo segmento de la región inteligible aquello a que alcanza por sí misma la razón valiéndose del poder dialéctico y considerando las hipótesis no como principios, sino como verdaderas hipótesis, es decir, peldaños y trampolines que la eleven hasta lo no hipotético, hasta el principio de todo; y una vez haya llegado a éste, irá pasando de una a otra de las deducciones que de él dependen hasta que de ese modo descienda a la conclusión sin recurrir en absoluto a nada sensible, antes bien, usando solamente de las ideas tomadas en sí mismas, pasando de una a otra y terminando en las ideas.

- Ya me doy cuenta -dijo-, aunque no perfectamente, pues me parece muy grande la empresa a que te refieres, de que lo que intentas es dejar sentado que es más clara la visión del ser y de lo inteligible que proporciona la cienciadialéctica que la que proporcionan las llamadas artes, a las cuales sirven de principios las hipótesis; pues, aunque quienes las estudian se ven obligados a contemplar los objetos por medio del pensamiento y no de los sentidos, sin embargo, como no investigan remontándose al principio, sino partiendo de hipótesis, por eso te parece a ti que no adquieren conocimiento de esos objetos que son, empero, inteligibles cuando están en relación con un principio. Y creo también que a la operación de los geómetras y demás la llamas pensamiento, pero no conocimiento, porque el pensamiento es algo que está entre la simple creencia y el conocimiento.

- Lo has entendido -dije- con toda perfección. Ahora aplícame a los cuatro segmentos estas cuatro operaciones que realiza el alma: la inteligencia, al más elevado; el pensamiento, al segundo; al tercero dale la creencia y al último la imaginación; y ponlos en orden, considerando que cada uno de ellos participa tanto más de la claridad cuanto más participen de la verdad los objetos a que se aplica.

Según Platón, hay tantas categorías de conocimientos como clases de entes. El paradigma platónico de la línea divide al mundo en dos partes: el mundo inteligible (la episteme o ciencia), y el mundo sensible (la doxa u opinión), en las cuales se encuentran como modos de conocimientos adosados a estas esferas del intelecto. A la vez produce una división en cada una de estas esferas. Los entes del mundo sensible están divididos en dos tipos: las imágenes y los objetos representados por esas imágenes, es decir las cosas mismas. A cada subdivisión le asigna como facultades de conocimiento la imaginación o eikasía, y la creencia o pistis. Es decir, la doxa abarca a la imaginación y a la creencia. Es en esta parte del mundo de las ideas donde Platón coloca a los objetos inteligibles inferiores: las ideas que necesitan representación material, a las cuales se llega mediante superposiciones. En la segunda parte sitúa a los objetos inteligibles superiores, la episteme, conocimiento cierto o verdadero que se integra entre el pensamiento discursivo y el conocimiento dialéctico, que finalmente es lo que permite ascender hasta el conocimiento de la Idea de Bien, la cual propicia llegar a entender las relaciones entre todas las ideas. Son las ideas que no necesitan representación y que son principios a los que se llega mediante la dialéctica. O sea, sólo recurren a las ideas consideradas en sí mismas. A la parte primera le fija como medio cognoscitivo la diánoia. Al segundo, la inteligencia o noesis.

Tal como Platón lo concibe, el entendimiento es la parte del conocimiento que necesita remitirse a principios hipotéticos, los cuales sirven de base para el razonamiento. Pone como ejemplo las entidades matemáticas y de las ciencias, que se conocen mediante el entendimiento discursivo. Por el contrario, la inteligencia se sirve solamente de la dialéctica, la cual, si bien utiliza hipótesis, lo hace a modo de peldaños, con el fin de llegar a los verdaderos principios sin valerse de entes sensibles, sino de las ideas consideradas en sí mismas. Son estas las ideas morales y metafísicas que se conocen de modo dialéctico mediante la intelección



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