El sable corvo de José de San Martín es el arma utilizada en combate por el Libertador de América, y como tal posee un alto valor iconográfico.
El sable corvo fue adquirido por San Martín en su estancia en Londres, poco después de dejar España y antes de embarcarse a Sudamérica. Más adelante, San Martín armaría a su Regimiento de Granaderos a Caballo con armas similares, ya que las consideraba ideales para los ataques de carga de caballería.
Tras el retiro de San Martín en Europa, posterior a la entrevista de Guayaquil, el arma quedó en la ciudad de Mendoza en manos de una familia amiga. En una carta posterior escrita a su yerno Mariano Balcarce y a Merceditas les solicita que le envíen la espada a Europa, quedando en su posesión hasta su muerte del 17 de agosto de 1850.
Antes de morir San Martín legó su sable al gobernador Juan Manuel de Rosas, como agradecimiento y felicitación por su obra realizada con valentía y patriotismo en la Vuelta de Obligado contra los ingleses. Mariano Balcarce le escribió a Rosas lo siguiente para darle a conocer la noticia:
El escritor José María Rosa comenta que
El 17 de febrero de 1869, mientras Francisco Solano López se debate en las últimas como un jaguar que se niega a la derrota, Rosas escribe a José María Roxas y Patrón, designado albacea en su testamento:
Una vez enterado de la muerte del mariscal paraguayo, Rosas decidió legar el sable a su amigo Juan Nepomuceno Terrero, y tras su muerte a su esposa y luego a sus hijos e hija por orden de edad. La espada pasa así a posesión de Máximo Terrero y Manuelita Rosas tras la muerte de Rosas, ya que Juan Terrero ya había muerto anteriormente.
En 1896, Adolfo Carranza, director del Museo Histórico Nacional, solicita a ambos la donación del sable de San Martín, a lo cual acceden. El mismo fue enviado entonces de Londres a Buenos Aires, a donde llega el 4 de marzo de 1897 y es depositado en el Museo Histórico Nacional.
El sable permaneció allí (Museo Histórico Nacional) hasta el 12 de agosto de 1963, día en que fue robado por Osvaldo Agosto -quien ideó el plan y estuvo a cargo de su parte operativa-, Manuel Gallardo, Aristides Bonaldi y Luis Sansoulet, todos integrantes de la Juventud Peronista, que en esa época estaba comandada por el triunvirato conformado por Envar el Kadri, Jorge Rulli y Héctor Spina.
Osvaldo Agosto —publicista y ex Secretario de prensa del asesinado extitular de la CGT, José Ignacio Rucci— señaló que el robo “fue algo simbólico; el peronismo venía de varias derrotas, estábamos proscriptos, había ganado el radicalismo con Arturo Illia y teníamos que hacer algo para levantar el ánimo de los muchachos”
Indicó que el objetivo del robo fue poner en ridículo al régimen y a las Fuerzas Armadas apropiándose del arma más conocida de San Martín, que había legado a Juan Manuel de Rosas por su exitosa defensa contra Gran Bretaña y Francia, para luego entregársela a Juan Domingo Perón, quien seguía exiliado en Madrid.
Agosto, que fue secuestrado por la temible brigada de San Martín (la misma que había asesinado a Felipe Vallese un año antes), que actuaba fuera de su jurisdicción bonaerense como un comando paramilitar, relató en el libro “Historias secretas del peronismo” (Sudamericana): “Tenía una sensación extraña que me llevaba a pensar, mientras me golpeaban, que no me iban a matar, tal vez por eso no tenía miedo de que me mataran. Creo que en esos días aprendí a perdonar a quien 'cantaba' por ser torturado y apremiado por el dolor y el terror”.
Para poner fin a secuestros y torturas, Aníbal Demarco, que tenía la misión de llevarle el Sable a Perón, acordó con otro miembro de la resistencia peronista, el excapitán del Ejército Adolfo Philippeaux, la devolución de la reliquia al Ejército.
Años después, en 1969, cuando Osvaldo Agosto fue a Madrid a entrevistarse con Juan Domingo Perón se produjo el siguiente diálogo:
Fue robado nuevamente el 19 de agosto de 1965 por otro grupo de la Juventud Peronista y entregado un año después a los servicios del Ejército luego de diversos avatares. Tras este episodio quedó bajo custodia en el Regimiento de Granaderos a Caballo General San Martín, y fue colocado dentro de un templete blindado, construido para tal efecto, por donación del Banco Municipal de la Ciudad de Buenos Aires.
El sable permaneció allí hasta el 24 de mayo de 2015 cuando se aprobó en el Congreso de la Nación la Ley de “Restitución del sable corvo del General San Martín al Museo Histórico Nacional”.
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