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San Telémaco



Telémaco o Almaquio (f. 391) fue un monje asiático, posiblemente legendario, proveniente de algún lugar de Asia Menor y que habría vivido en Roma. La hagiografía cristiana lo recuerda por tratar de abolir los combates entre gladiadores.[2]​ Es venerado como santo por diversas confesiones cristianas.

Su nombre era Τηλέμαχος (Telémajos), aunque en la Iglesia católica se lo conoce más como Αλμάχιος (Almajios) o Almaquio.

Según Teodoreto —obispo de Ciro (en Siria)— Telémaco provenía de Asia Menor (actual Turquía). Durante una lucha de gladiadores en un circo romano (leyendas posteriores ubicaron la escena en el Coliseo), Telémaco saltó a la arena y trató de separar los combatientes. Los espectadores lo apedrearon hasta matarlo, pero el emperador Honorio lo declaró mártir y poco después (semanas o meses) abolió los combates, medida que ya antes se había intentado sin éxito.

El último combate de gladiadores en Roma sucedió el 1 de enero de 404,[cita requerida] por lo que se atribuye a esta fecha la muerte de Telémaco.

Como la prohibición de los gladiadores no consta en el Código Teodosiano (438), hay algunas dudas sobre la veracidad plena de la historia. Por otra parte existe un edicto de Constantino I (272-337) con esa abolición. Además no consta que en el siglo V se hiciera ningún combate entre gladiadores, y en cambio sí hubo luchas de fieras salvajes, que permanecieron como espectáculo circense hasta el final del Imperio.

Una variante de la leyenda afirma que Telémaco saltó al anfiteatro y arengó a los asistentes: «Hoy es el octavo día del nacimiento del Hijo de Dios, cesad de la superstición de los ídolos y de los sacrificios sucios». Entonces Alipio, el prefecto de la ciudad, ordenó a los gladiadores que lo mataran.[3]

Según otra versión, Telémaco (llamado Almaco) fue decapitado por orden del prefecto Alipio.[4]

Y según otra fue cortado en pedazos vivo.[5]

Actualmente se considera que la leyenda de Almaquio (nombre dudoso, en todo caso) puede tener su origen en un acontecimiento real, ya comentado por san Agustín unos diez años después de su posible ocurrencia: la presencia de un cristiano en un anfiteatro romano por motivos piadosos. El Martyrologium Hieronymianum, por su parte, narra la ejecución ad gladium (a manos de gladiadores) de algún cristiano por orden del prefecto urbano Alipio, motivada por haber llevado a cabo actividades antipaganas, probablemente de carácter violento o sedicioso.

A partir de estos hechos comenzó a elaborarse un mito para tratar de respaldar la lucha de los cristianos contra el paganismo. Primero presente la historia en el Martyrologium Hieronymianum (considerada una fuente poco fiable y plagada de errores) y, posteriormente, retomada y deformada por el obispo Teodoreto en su Historia ecclesiastica (donde habría cambiado el nombre del protagonista a Telémaco —literalmente "el final del combate"— para embellecer el relato, y también la forma de la muerte —posiblemente desconocía la pena de damnatio ad gladium—), se continuó su reelaboración durante los siglos siguientes.

Se plasmó como fecha del evento el 1 de enero quizá por motivos apologéticos, dado que coincidía con las grandes celebraciones de carácter carnavalesco y orgiástico del paganismo, severamente condenadas por los obispos cristianos. Se considera improbable la ocurrencia de los hechos ese día, entre otras razones porque los combates de gladiadores o munera se celebraban durante el mes de diciembre (del 2 al 24 de dicho mes). Aunque el Martyrologium Hieronymianum no lo menciona, la alusión al prefecto Alipio da como año plausible de la muerte el 392. Sin embargo Teodoreto, en su afán por tratar de explicar el fin de los combates de gladiadores (en su época ya no se celebraban), da el 404 como fecha y atribuye a Honorio su prohibición para encomiar la figura de dicho emperador. Dicha posibilidad ha sido refutada, en el siglo XX, por historiadores eclesiásticos como Johann Peter Kirsch o Hippolyte Delehaye, entre otros.

Según el historiador Juan Antonio Jiménez Sánchez —de la Universidad de Barcelona— con el relato de Almaquio/Telémaco «nos hallamos ante un intento de construir la historia a partir de una leyenda hagiográfica, de un relato que no es capaz de resistir la más mínima crítica de carácter histórico».[2]



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