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Sebaot



Sebaot (en hebreo צבאות; Tzebaoth literalmente ejércitos) en un epíteto para Dios en el judaísmo, cuya oración completa es Yahweh de los ejércitos (en hebreo:יהוה צבאות Acerca de este sonido (escuchar) . Desde el judaísmo del Segundo Templo, durante los siglos III al II a. C., el término Yahweh se evitó y se sustituyó por Adonai, así que la traducción moderna es Adonai/Señor de los ejércitos, mientras en textos cristianos se encuentra como Jehová/Yahveh/Dios de los ejércitos.

Entre los judíos del período del Segundo Templo, los amuletos eran muy comunes, nunca se usaban imágenes solo nombres, las representaciones de Yahweh en idiomas como el griego o el copto se encuentran con facilidad,[1]​ las más frecuentes son; Iαβε Iave Iαβα Yaba.[2]​ El dios más comúnmente invocado era Ιαω, otra vocalización de Yahweh.[3]

El obispo y teólogo cristiano del siglo II Irenaeus en su obra Contra las herejías escribe; los gnósticos añadieron al final de Ιαω una Tzeta para formar el compuesto Ιαωθ.[4]​ Este escrito se refería a este epíteto teniendo una transcripción en griego .

En el Protestantismo, Martín Lutero utiliza esta palabra "Sebaot" en el himno de batalla de la reforma.

A menudo el nombre Sebaot se correlaciona con el Nombre Elohim ya que incluye todos los conjuntos de criaturas, es decir la Creación misma: en el Pentateuco Dios se define Elohim por esta razón, simplemente porque creó diferentes criaturas.

Ahora bien, precisamente porque el ser humano puede mejorarse a sí mismo en el transcurso del tiempo que se le ofrece, debe aprender los caminos divinos para incluso imitar a Dios; el hombre puede adquirir sabiduría observando la Naturaleza y también los animales, precisamente regulados por las leyes naturales. La posibilidad de que pueda trascenderlas para adoptar un comportamiento ético adecuado es posible gracias a la sabiduría divina y de aquí al conocimiento de Dios.

Es pues evidente que el hombre observa toda creación no sólo maravillándose de la 'obra divina' por ser perfecta con sus 'Leyes' sino también del conocimiento de ella: así ocurre en el Pentateuco ya con el primer judío Abraham a quien Dios dice: Mira las estrellas... si las puedes contar entonces...[5]​ Por lo tanto el temperamento del ser humano debe ser mesurado y apacible así como moralmente equilibrado, todo esto gracias al crecimiento en sabiduría ya que esta mejora a partir de su forma fetal, cuando parece ser sólo cuerpo y por tanto materia, hasta el nacimiento, todavía ciertamente no perfecto en cuanto a conocimiento, y luego con la última elevación espiritual o la experiencia mística de la fe.



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