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Sepsis neonatal



Una sepsis neonatal es una infección, por lo general bacteriana, que ocurre en un bebé de menos de 28 días desde su nacimiento. La sepsis de aparición temprana se ve en los primeros 7 días de vida, mientras que la sepsis de aparición tardía ocurre entre el día 7 y el día 28.[1]​ La sepsis neonatal se produce en 0,5 a 8.0 de cada 1000 nacimientos vivos y es la causa más común de mortalidad neonatal en los países en desarrollo representando entre 30-50% del total de muertes neonatales cada año.[2]​ Las tasas más elevadas se producen en el recién nacido de bajo peso al nacer, los lactantes, aquellos con depresión la función respiratoria para el momento del nacimiento, y aquellos con factores de riesgo materno perinatal. El riesgo es mayor en los varones (2:1) y en los recién nacidos con anomalías congénitas.[3]

La sepsis neonatal puede ser categorizada en temprana o de inicio tardío. Ochenta y cinco por ciento de los recién nacidos con infección de aparición temprana se presenta en un plazo de 24 horas, 5% lo presenta entre 24-48 horas, y un pequeño porcentaje de pacientes lo presentarán entre las primeras 48 horas y 6 días de vida.[4]​ La instalación de una sepsis neonatal es más rápida en los recién nacidos prematuros.

La sepsis de aparición temprana se asocia con la adquisición de microorganismos de la madre. La infección transplacentaria o una infección ascendente desde el cuello uterino puede ser causada por microorganismos que colonizan en el tracto genitourinario de la madre, con la adquisición del microbio por el paso a través del tránsito del neonato por el canal del parto. Los microorganismos más frecuentemente asociados con la infección de aparición temprana incluyen Streptococcus del grupo B, Escherichia coli, Haemophilus influenzae, y la Listeria monocytogenes.[4]

La sepsis de aparición tardía se produce entre los 3-28 días de vida y se adquiere desde el medio ambiente donde el bebé recibe sus cuidados neonatales. Los organismos que han estado implicados en la sepsis de aparición tardía incluyen los estafilococos coagulasa negativos, Staphylococcus aureus, E. coli, Klebsiella, Pseudomonas, Enterobacter, Candida, Streptococcus grupo B, Serratia, Acinetobacter, y anaerobios.[4]​ La infección puede originarse de la piel del bebé, las vías respiratorias, conjuntiva, tracto gastrointestinal y el muñón umbilical. Los vectores de dicha colonización pueden incluir catéteres urinarios o vasculares y otras vías o por contacto con los cuidadores del recién nacido.

En el uso clínico común, la sepsis se refiere específicamente a la presencia de una infección bacteriana grave, como la meningitis, neumonía, pielonefritis, o gastroenteritis con una presentación febril. Los criterios en cuanto al compromiso hemodinámico o la insuficiencia respiratoria que caracterizan la sepsis en el adulto, no son clínicamente útiles porque a menudo estos síntomas no se producen en los recién nacidos sino hasta cuando la muerte es inminente e inevitable.

Es difícil excluir clínicamente la sepsis en los recién nacidos de menos de 90 días de edad que tienen fiebre—definida como una temperatura >38 °C. Excepto en el caso obvio de la bronquiolitis viral aguda, la práctica actual en los recién nacidos de menos de 30 días es realizar un completo despistaje, incluyendo hemograma con diferencial, el hemocultivo, análisis de orina, urocultivo, y estudios del líquido cefalorraquídeo (LCR) incluyendo cultivo, y hospitalizar al recién nacido con tratamiento empírico para una infección bacteriana grave, al menos por 48 horas hasta que se demuestra que los cultivos sean negativos para crecimiento bacteriano.[1]​ Se ha investigado la posibilidad de estratificar el riesgo de recién nacidos potencialmente sépticos con el fin de decidir si puede manejarse de manera segura en su casa sin tratamiento, a pesar de tener fiebre. Uno de tales intentos son los criterios de Rochester.

Un estudio realizado en el Strong Memorial Hospital de Rochester, Nueva York, mostró que los niños ≤ 60 días de edad que reúnan los siguientes criterios estarían en un bajo riesgo de tener una grave enfermedad bacteriana:

Aquellos que cumplan con estos criterios probablemente no requieren de una punción lumbar, y se consideran seguros para estar en su hogar sin tratamiento con antibióticos, o bien con una dosis única intramuscular de antibióticos, y con una estrecha vigilancia ambulatoria para hacer seguimiento a su evolución.



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