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Sinfonía n.º 6 (Mahler)



La Sinfonía n.º 6 en la menor de Gustav Mahler, algunas veces referida como Trágica, fue compuesta entre 1903 y 1904 (revisada en 1906). A partir de la Quinta Sinfonía, Mahler toma otra dirección renunciando no solo a la voz humana sino también a los programas destinados a facilitar la comprensión de sus obras.

La sexta es la única entre todas las sinfonías de Mahler que termina de forma inequívocamente trágica. Mahler es, por supuesto, un compositor con claras connotaciones "trágicas", pero la mayor parte de sus sinfonías terminan de forma triunfante (nos 1, 2, 3, 5, 7 y 8) y otras terminan con un clima de alegría (n.º 4), tranquila resignación (n.º 9) o calma radiante (n.º 10). La conclusión trágica, incluso nihilista de la n.º 6 es particularmente inesperada, ya que la obra fue compuesta en una etapa especialmente feliz de la vida de Mahler: se había casado con Alma Schindler en 1902, y durante el transcurso de la composición nació Anna, su segunda hija.

Quizás debido a su complejidad o a su carácter especialmente severo, rupturista y pesimista, la sexta no figura entre las sinfonías más populares de Mahler para el público en general. Sin embargo, es reconocida por muchos como una de sus mejores obras, y está considerada como una sinfonía que requiere un gran estudio por parte de los directores y de las orquestas. Alban Berg y Anton Webern la elogiaron tras la primera audición, para Berg era "la única Sexta, a pesar de la Pastoral" y Webern la dirigió en muchas ocasiones.

Se dispone de poca información sobre la composición de esta sinfonía. Compuesta entre 1903 y 1904 y denominada Trágica en su estreno, se puede pensar que se trata de una representación pesimista de la lucha desesperada del hombre con su destino, quizá con la muerte.

Los tres golpes de martillo que se oyen en el Finale representaban para el compositor y Alma, su esposa, una ominosa señal premonitoria de las tragedias que vendrían. De hecho, a partir de la época de composición de la obra, Mahler sufrió tres golpes terribles:

Mahler comienza a revisar la obra cuando apenas la ha acabado. Por superstición suprime el último golpe de martillo del último movimiento. Algunos directores de orquesta lo restablecerán.

En julio de 1904 en Maiernigg, Carintia, Mahler decide acabar esta sexta sinfonía. Para encontrar inspiración emprende una excursión de dos días a Toblach y a Misurina, en los Dolomitas. El 11 de julio escribe a Alma una tarjeta postal en la que comenta los proyectos del segundo y tercer movimiento. Estos dos movimientos y también el primero habían sido compuestos en 1903, ya solo quedaba el Finale por escribir. Según Alma, tan pronto como la sinfonía estuvo terminada, Mahler vino a buscarla y afirmó que la obra era lo que más profundo que había salido de su alma, la más personal de todas las obras que brotaron directamente de su corazón.

La sinfonía consta de cuatro Movimientos:

Dos de estos instrumentos no se habían utilizado jamás, hasta entonces, en una sinfonía: la celesta, que Mahler conoció en 1903, y el xilófono, que nunca volvería a utilizar. Podría interpretarse que los cencerros de vacas simbolizan la soledad del hombre en la naturaleza; el martillo, el destino; el xilófono, la risa del diablo; las graves campanas, un credo religioso. Sin embargo, Mahler se opuso a interpretaciones programáticas de la obra y mucho de lo que luego dijo su viuda parecen interpretaciones que no casan con los hechos.

En el caso del "martillo" (Hammerschlag) que se escucha hasta tres veces en el movimiento final, Mahler indica que su sonido debe ser un golpe corto y potente, pero no metálico. Esto constituye un problema para la interpretación de la obra, puesto que un martillo sin ninguna caja de resonancia sería difícilmente audible lejos del escenario. En la versión final de la obra, Mahler eliminó el tercer golpe de martillo, lo cual dice mucho de la importancia simbólica que el autor otorgaba a estos "golpes del destino".[1]​ Actualmente se suele utilizar una gran caja hueca de madera, que se golpea con un gran martillo, también de madera. Alban Berg utilizó este instrumento en sus 3 Orchesterstücken, Op. 6.

Con relación a las sinfonías anteriores, se puede pensar que se trata de una vuelta a la forma clásica en cuatro movimientos. Sin embargo al oír la obra impresionan las dimensiones del Finale que puede durar entre media hora y cuarenta minutos. Además, Mahler vaciló sobre el orden de los movimientos intermedios, el Andante y el Scherzo. Es dudoso que, como afirmó su viuda, al final se decidiera a restablecer el orden inicial con el Scherzo antes de Andante.

La sinfonía comienza por un Allegro enérgico ma no troppo, “Heftig, aber markig”, “Vehemente, pero conciso”, en compás de 4/4. Es una marcha oscura y amenazante.

El segundo movimiento es un Scherzo, “Wuchtig”, “Pesante”, en compás ternario, 3/8. Mahler reanuda el combate con un espíritu de obstinada y desafiante determinación, con tresillos furtivos de las maderas e irrupciones ásperas de los metales.

El trío establece un carácter inocente con el resto del movimiento. Según Alma Mahler se trataría de la descripción de recuerdos de días de desorden de dos pequeños que corretean sobre la arena. Pero la hija mayor de Mahler no había cumplido aún los dos años y la segunda no había nacido cuando Mahler compuso la obra.

El tercer movimiento es un Andante moderato en compás de 4/4, en Mi bemol mayor. Podría entenderse como una evocación de un ambiente campestre que proporciona un refugio ansiado pero temporal contra la agitación de los movimientos anteriores. Es un rondó y en el primer episodio reaparecen los cencerros que evocarían la calma bienaventurada de la naturaleza.

El inmenso Finale dura una media hora. En compás de 2/2, en La menor, el movimiento está anotado como sigue: “Sostenuto; Allegro moderato; Schwer (“Pesante”); Marcato; Allegro enérgico”.

El movimiento comienza por una oscura introducción que parece anunciar la tragedia. El Allegro es una marcha que parece emprenderse con una voluntad de hierro. Pero la esperanza de un final feliz es destruida por los terribles golpes de martillo y la obra termina en la oscuridad.

En sus memorias Alma Mahler se refiere a la Sexta Sinfonía: "En el último movimiento, él mismo describe su propia caída, o como dijo más tarde: 'El héroe recibe tres golpes del destino, el tercero lo hace caer como si fuera un árbol.' Eran las palabras de Mahler mismo. Ninguna obra pasó tan bien de su corazón a la música como aquélla."



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