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Smart city



La expresión «ciudad inteligente» es la traducción y adaptación del término en idioma inglés «smart city». Es un concepto emergente, y por tanto sus acepciones en español y en otros idiomas, e incluso en el propio idioma inglés,[1]​ están sujetas a constante revisión. Es también un término actual, que se utiliza como un concepto de marketing (mercadotecnia) en el ámbito empresarial, en relación a políticas de desarrollo, y en lo concerniente a diversas especialidades y temáticas.

La ciudad inteligente, a veces también llamada ciudad eficiente o ciudad súper-eficiente, se refiere a un tipo de desarrollo urbano basado en la sostenibilidad[2]​ que es capaz de responder adecuadamente a las necesidades básicas de instituciones, empresas, y de los propios habitantes, tanto en el plano económico, como en los aspectos operativos, sociales y ambientales.[3]

El concepto Smart City surge de la evolución de las llamadas Ciudades Digitales, que en el año 2004 nacen en España tras un trabajo que realizó el Ministerio de Industria de este país con la elaboración del primer programa de Ciudades Digitales que se abordaba en el mundo. Previo a la elaboración de este trabajo, la empresa española ACCEDA presidida por Enrique Ruz Bentué reunió a más de 30 empresas de diversa procedencia sectorial (telecomunicaciones, seguridad, construcción, audiovisual, electrónica de consumo, material eléctrico, informática, salud, educación, etc), junto a gobiernos de regiones y ciudades españolas, para crear Comunidad Digital. El resultado de esa reunión multisectorial llevó a la presentación efímera de una ciudad de 5.000 m² que incluía viviendas, un banco, hospital, hotel, oficina de tributación, correos, oficinas de gobierno, escuela y todo en un entorno urbano con alumbrado público, semáforos, mobiliario urbano y todo lo que conformaría una ciudad verdadera, pero en una presentación de formato cinematográfico. En Comunidad Digital, Enrique Ruz presentó de la mano de empresas como ZTE, Telefónica, Siemens, Gas Natural, Prosegur, Berker, INDRA, RACE y otras, la primera Ciudad Digital; que años más tarde IBM bautizaría como Smart City.

Ciudades inteligentes, dado su origen natural de las Ciudades Digitales, se basa en el uso intenso de las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC) en prestación de servicios públicos de alta calidad y calidez, seguridad, productividad, competitividad, innovación, emprendimiento, participación, formación y capacitación.

Una ciudad o complejo urbano podrá ser calificado de inteligente en la medida que las inversiones que se realicen en capital humano (educación permanente, enseñanza inicial, enseñanza media y superior, educación de adultos…), en aspectos sociales,[1]​en infraestructuras de energía (electricidad,[4]​ gas),[5][6]​ tecnologías de comunicación (electrónica, Internet) e infraestructuras de transporte,[4]​ contemplen y promuevan una calidad de vida elevada, un desarrollo económico-ambiental durable y sostenible, una gobernanza participativa,[7]​ una gestión prudente y reflexiva de los recursos naturales, así como un buen aprovechamiento del tiempo de los ciudadanos.

Las ciudades modernas, basadas en infraestructuras eficientes y durables de agua, electricidad, telecomunicaciones, gas, transportes, servicios de urgencia y seguridad, equipamientos públicos, edificaciones inteligentes de oficinas y de residencias, etc., deben orientarse a mejorar el confort de los ciudadanos, siendo cada vez más eficaces y brindando nuevos servicios de calidad, mientras que se respetan al máximo los aspectos ambientales y el uso prudente y en declive de los recursos naturales no renovables.[8]

Actualmente, el concepto de ciudad (más) "inteligente", o de espacio (más) "inteligente", es muy utilizado en marketing por parte de expertos en sociedades comerciales y en aglomeraciones urbanas. Sin embargo, en muchos casos, se pone énfasis en un solo aspecto, lo que en buena medida traiciona el concepto que se intenta desarrollar, que tiene un importante componente holístico e integral.[10]

En efecto, una ciudad o un territorio que se considere inteligente se manifiesta fundamentalmente por su carácter multidimensional y multifacético, en términos de actores, en cuanto a dominios clave (transportes, energía, educación, salud, residuos,[4]​ vigilancia, economía…), y en desarrollo y utilización de tecnologías.[11]​ Naturalmente, los principales actores del sector privado implicados en un proyecto como el analizado de ciudad, territorio, barrio o edificio inteligente, son los industriales y empresarios de sectores clave, tales como energía, agua, transportes, y servicios, así como dirigentes de empresas públicas de telecomunicaciones e infraestructuras, editores, proveedores de logística de apoyo a la gestión, así como a la administración y a la consultoría.

Las bondades de una urbe no dependen solo de la dotación de la misma en cuanto a infraestructuras físicas, servicios y apoyos institucionales, sino que en ello incide cada vez más la disponibilidad y calidad de las comunicaciones, así como de la transmisión del saber, y la dotación en infraestructuras sociales. Entonces podríamos referirnos a ellas como capital administrativa, financiera, comercial, social o intelectual, según sea el elemento predominante. Estas dos últimas formas son decisivas respecto a la competitividad urbana y sus posibilidades de proporcionar una buena calidad de vida a sus ciudadanos. Sobre estas bases se ha construido el concepto de ciudad inteligente o smart city, introducido como una herramienta para manejar y englobar factores característicos de una zona urbana moderna, y para así poner en valor la importancia creciente de las tecnologías de la información y de la comunicación (NTIC)[12]​ así como el capital social y medioambiental.[13]​ La importancia y relevancia creciente de estos dos agregados (el capital social y la calidad ambiental), son suficientes por ellos mismos para diferenciar una ciudad, espacio o territorio inteligente, de aquella o aquel que no lo es, y que en muchos casos agobia a sus residentes con excesivos tiempos dedicados a los desplazamientos, con marcada polución ambiental (aire, agua, suelo y/o acústica). También se distingue a estas ciudades de aquellas que cuentan con cierta especialización pero que no brindan un conjunto diversificado de servicios (véase: Red de ciudades creativas de UNESCO).[14]

En Francia, un interesante estudio[15]​ llevado a cabo por Markess International en el año 2012, sobre 130 colectividades locales, pone en evidencia los tres aspectos principales y característicos de las ciudades y territorios inteligentes:

En líneas generales, una ciudad se puede definir como inteligente o como inteligentemente eficiente, cuando la inversión social, el capital humano, las comunicaciones, y las infraestructuras, conviven de forma armónica con el desarrollo económico sostenible, apoyándose en el uso y la modernización de nuevas tecnologías (TIC), y dando como resultado una mejor calidad de vida y una gestión prudente de los recursos naturales, a través de la acción participativa y el compromiso de todos los ciudadanos.

Desde el punto de vista tecnológico, una ciudad inteligente viene a ser un sistema ecosostenible de gran complejidad (sistema que contiene muchos subsistemas), o sea, un ecosistema global en el que coexisten múltiples procesos íntimamente ligados y que resulta difícil abordar o valorar de forma individualizada.

La IATE (base de datos de referencia de la Unión Europea) enfatiza en relación a este concepto -vinculado con la logística y el conjunto de tecnologías y de procedimientos- que se podría colaborar en la administración y ordenamiento de algunas ciudades, de forma que para el año 2020 se reduzcan las emisiones de gases de efecto invernadero en más del 20 % (en comparación con el año 2010), se aumente un 20 % el uso de energías renovables para la producción de electricidad, calefacción, y climatización, se incremente en un 20 %, la eficacia en el consumo energético por parte de los consumidores finales y se reduzca hasta un 20% el consumo de energías primarias.[17]​ En definitiva, se apunta a lograr un desarrollo urbano o territorial que mejore activamente la calidad de vida del ciudadano, conciliando y satisfaciendo las necesidades tanto de las empresas e instituciones como de las personas, gracias al uso extendido de las TICs, en comunicación, movilidad, eficiencia energética, y uso sostenible del medio ambiente y recursos naturales.[18][19]

En la práctica, y a nivel popular, se concibe una Smart City como una ciudad comprometida con su entorno, con elementos arquitectónicos de vanguardia y donde las infraestructuras están dotadas de las soluciones tecnológicas más avanzadas. Una ciudad que facilita la interacción del ciudadano con los diversos elementos institucionales, urbanos, y tecnológicos, haciendo que su vida cotidiana sea más fácil[20]​, y permitiendo el acceso a una cultura y una educación que hacen referencia tanto a los aspectos ambientales, como a los elementos culturales e históricos.

El concepto de "smart city" se articula sobre la base de cuatro ideas esenciales:[21]

Para Rudolf Giffinger, las ciudades inteligentes pueden ser identificadas y clasificadas, según seis criterios principales o dimensiones principales,[22][23]​ y dichos criterios son:

Estos seis criterios o aspectos se conectan con las tradicionales teorías regionales y neoclásicas del crecimiento y desarrollo urbano, y respectivamente están basados en la teoría de la competitividad regional, en la economía de los transportes y de las tecnologías de la información y de la comunicación, en los recursos naturales, en el capital humano y social, en la calidad de vida, y en la participación de los ciudadanos en la vida democrática de la ciudad.

Para Jean Bouinot, «la ville intelligente est celle qui sait à la fois attirer et retenir des entreprises employant de la main-d'œuvre hautement qualifiée» (en español: « la ciudad inteligente es la que atrae la instalación de empresas, que en líneas generales emplean mano de obra calificada y altamente cualificada»).[24][25]

Y para Fadela Amara, una ciudad inteligente lo es fundamentalmente a través de la digitalización, utilizando todo el abanico de tecnologías disponibles al servicio de los ciudadanos. Igualmente, una ciudad inteligente debe ser capaz de crear empleos, además de tener un sistema de transportes de alta calidad al servicio de los residentes, para así garantizar una buena y cómoda movilidad. A esta lista también se agregan, hogares saludables y funcionales, un buen sistema sanitario y educativo, y facilidades en materia de ocio y diversión.[26]

Finalmente, Sergio Colado definió en 2013 las Smart Cities como las ciudades capaces de gestionar los recursos y las fuentes de energía de manera óptima, para mejorar la calidad de vida de las personas y del entorno, optimizando los servicios y mejorando su rentabilidad de uso, englobando aspectos sociales, técnicos, políticos y funcionales (Smart City. Hacia la gestión inteligente, 2013).

Las definiciones planteadas varían según el autor consultado, lo que no debe sorprender pues como ya se dijo, el concepto es emergente y dinámico. Por otra parte, se observa que se llama ciudad inteligente a algo que no tiene todas las características enunciadas, que no manifiesta una preocupación notable por el medioambiente, o está lejos de esa componente holística e integral a la que antes se hacía referencia, entonces nos acercaríamos más al concepto de 'ciudad planificada', o 'ciudad digital'. Se entiende este escaso apego a la terminología o una cierta tergiversación debido a intereses comerciales o de tipo político. En muchos casos, las campañas de promoción y propaganda toman al ideal de la ciudad inteligente como atractivo lema publicitario.

Un planteamiento como el descrito exige a las ciudades o territorios que aspiren a ser considerados como ‘inteligentes’, la renovación y el mejoramiento constante de las soluciones tecnológicas, con el fin de optimizar sus procedimientos y la calidad de vida en su entorno. Esto nos lleva a un detalle importante: la categoría ‘smart’ no es duradera, es decir, no está asociada a la consecución de una meta específica, sino que implica más bien el compromiso por parte de los distintos agentes involucrados, de abordar un proceso de mejora constante, con un potencial casi infinito, y una meta no menos lejana.[27]

El concepto de ciudad inteligente en este aspecto ha sido usado en el proceso de urbanización y ha estado de moda en el campo de la política en los últimos años, con el objetivo entre otras cosas de establecer y marcar una clara distinción entre ciudad digital y ciudad inteligente.[28]​ Su principal objetivo se centra todavía en la función y modernización de la infraestructura de las TICs, pero mucha investigación también se ha llevado a cabo sobre el papel cumplido por el capital humano, la educación, el capital social y relacional, y el capital de interés ambiental, así como sobre el papel o rol cumplido por los impulsores del crecimiento y del mejoramiento urbano.

La ciudad “inteligente” es todavía un concepto difuso, ya que esta etiqueta se utiliza de diversas formas que no siempre son compatibles entre sí. En esta sección se resumen las características de ciudad inteligente que con mayor frecuencia se repiten en las discusiones sobre el tema.

La etapa que se alcanza en el desarrollo de la infraestructura de las TIC (telefonía móvil y fija, TV por satélite, redes informáticas, comercio electrónico, servicios de Internet), pone en primer plano la idea de una ciudad cableada (con fibra óptica y con la nueva telefonía móvil 5G) como el principal modelo de desarrollo, y de una conectividad cada vez mejorada en calidad y rapidez como fuente de crecimiento.[29]

El papel fundamental se centra en las industrias creativas y de alta tecnología aplicadas al crecimiento urbano a largo plazo. Este factor, junto con la infraestructura de servicios, es especialmente importante.

El enfoque implica el desarrollo urbano integrado basado en multi-actores, multi-sectores, y variadas perspectivas en varios niveles.[30][31]​ Esto conduce a un "énfasis subyacente en empresas dirigidas por el desarrollo urbano",[28]​ y la creación de ciudades favorables a los negocios con el objetivo de atraer nuevos negocios. Los datos muestran que las ciudades orientadas a los negocios están, en efecto, entre las que tienen un rendimiento socio-económico más satisfactorio. Con este fin, las ciudades pueden diseñar parques empresariales con las características de espacios inteligentes: Kochi, Malta, Dubái, son ejemplos.

La capacidad de inteligencia local está intrínsecamente ligada a la de la economía basada en el conocimiento, donde la innovación y la tecnología son los principales motores del crecimiento[32][33]​ y de la inteligencia colectiva de la comunidad, que subraya la capacidad y las redes como los principales factores de éxito de una comunidad.[34]​ Para ello es necesario un paradigma de planificación pertinente para el desarrollo urbano-regional, y una gestión de la innovación, similar al propio concepto de ciudad inteligente.

Mediante el desarrollo de estrategias conjuntas, la ciudad deberá estar basada en la agrupación o accesibilidad a la información y facilidad de movimiento de los mecanismos de innovación de carácter mundial, y mejorando sustancialmente y de forma continua sus sistemas de información interna.

La Unión Europea en particular, ha dedicado esfuerzos importantes a la elaboración de una estrategia para lograr un crecimiento urbano con un sentido “inteligente” para sus ciudades metropolitanas.[35][30]

'The Intelligent Community Forum', por ejemplo, ha investigado y continúa investigando sobre los efectos locales de la revolución de las TICs en todo el mundo. La OCDE y Eurostat junto con el Manual de Oslo[36]​ destacan como el motor de cambio a la innovación en los sectores de las TICs, y proporcionan un conjunto de herramientas para identificar indicadores coherentes, dando forma así a un marco sólido de análisis para los investigadores sobre innovación urbana. Y a nivel regional, se observa el papel de la infraestructura de comunicaciones como puente para futuros resultados económicos positivos.[37]

La disponibilidad y la calidad de la infraestructura de las TICs no es el único rasgo importante de una ciudad inteligente ni la única característica que ayuda a definir este concepto. Varias definiciones hacen hincapié en el papel del capital humano, la educación, y la capacidad económica para adquirir dispositivos electrónicos. Se ha demostrado, por ejemplo,[38][39][40]​ que las tasas de crecimiento urbano más rápidos se han logrado en las ciudades que disponen de una fuerza laboral con mayor nivel educativo.

La innovación en las ciudades es impulsada también por los empresarios innovadores en cuanto a industrias y productos que requieren una mano de obra cada vez más cualificada, para así generar más comodidad y seguridad a los usuarios, con un menor consumo energético. Y no todas las ciudades tienen el mismo éxito en la inversión y en el capital humano, pero una fuerza laboral más educada y calificada es una base sólida.

La tendencia de algunas ciudades a dejarse estar y restar esfuerzos y preocupación respecto del capital humano, ha atraído la atención de investigadores y responsables políticos. Resulta que algunas ciudades, que en el pasado estaban mejor dotadas de una fuerza de trabajo cualificada, han logrado atraer más mano de obra cualificada. Los responsables políticos, y en particular los europeos, atribuyen esta situación a cierta tendencia de los trabajadores más preparados, a sentirse atraídos por contextos urbanos donde se percibe más dinamismo y nivel de competencia y excelencia, tal vez porque allí se sientan más a gusto, y/o porque piensen que allí habrá más posibilidades para ellos en cuanto a sus ingresos y en cuanto a sus respectivas satisfacciones personales y profesionales.[41][42][43]

Una red de captores sin hilos o red de sensores, refiere a una tecnología específica que ayuda a la implementación de ciudades inteligentes. Su objetivo es el de crear una red de nodos con captores inteligentes, con los que se puedan medir parámetros diversos que ayuden a una mejor gestión del territorio.[44]​ Todos los datos recogidos son transmitidos en tiempo real, e inmediatamente disponibles tanto para autoridades como para ciudadanos de a pie.

Es así por ejemplo, que los ciudadanos podrán supervisar el nivel de polución del aire presente en una determinada calle o en un determinado lugar, o incluso recibir una alerta cuando por ejemplo el nivel de radiaciones sobrepase un determinado límite. Este tipo de sistemas también ofrecerán a las autoridades la posibilidad de optimizar la irrigación de plazas y parques, o la iluminación de ciertas zonas de la ciudad. Además, con este tipo de tecnología, las fugas de agua potable o filtraciones de aguas servidas podrán ser más fácilmente detectadas, así como también se podrán elaborar planos con el estado de la polución sonora sobre el territorio. Igualmente, los contenedores de basura también podrán ser más inteligentes, al tener captores que desencadenen una alarma cuando se encuentren cercanos al límite de su capacidad.

Asimismo, el tráfico en las calles y en las autopistas también podrá ser monitoriado, a efectos por ejemplo de modificar en forma dinámica, la iluminación de las zonas concernidas.[45]​ Además, tráfico local en búsqueda de estacionamiento podrá ser reducido, gracias a sistemas que detecten los lugares libres más próximos, y gracias también a la aplicación dinámica de peaje de estacionamiento que se ajustaría por demanda;[46]​ de esta forma, los automovilistas serían informados en tiempo real, y rápidamente podrían estacionar, economizando así tiempo, carburante, y ocupación de vías de circulación. Las consecuencias del uso de sistemas como los que acaban de señalarse, además de los aspectos económicos, tendrán la ventaja de reducir la polución y los embotellamientos, lo que traerá aparejado un mejoramiento de la calidad de vida.

Los principales argumentos que ponen en tela de juicio[47]​ la utilización de este concepto en el dominio político son:[48]

También, la idea de espacio urbano de iniciativa comercial ha sido criticada por los riesgos potenciales que se corren cuando se sobre valora los aspectos económicos como un muy importante factor de desarrollo urbano. Entre los varios y posibles modelos de desarrollo, los responsables de las decisiones o de las recomendaciones harán bien de tomar en cuenta las opciones que no consideren únicamente lo relativo a los negocios y al producto bruto que de los mismos se derive. Dado que los modelos de empresa mayoritariamente están basados en la movilidad del capital, según la crítica seguir a rajatabla alguno de esos modelos podría conducir a algún tipo de inconveniente o de fracaso, especialmente en el largo plazo.[48]

1. Nicos Komminos (2002), Intelligent cities: innovation, knowledge systems and digital spaces, London: Spon Press.[29]

2. Krassimira Antonova Paskaleva (25 de enero de 2009), "Enabling the smart city: The progress of e-city governance in Europe", 'International Journal of Innovation and Regional Development' (volumen 1, n° 4): pp. 405–422.[87]

3. Nancy Odendaal, "Information and communication technology and local governance: understanding the difference between cities in developed and emerging economies", 'Computers, Environment and Urban Systems' (volumen 27 n° 6, noviembre de 2003), pp. 585–607.[31]

4. Robert G. Hollands (2008), "Will the real smart city please stand up?: Intelligent, progressive or entrepreneurial?", City (volumen 12 n° 3, 2008), pp 303–320.[28]

5. Lourdes Torres, Lourdes Torres Pradas, Vicente Pina, Vicente Pina Martínez, Sonia Royo, "E-government and the transformation of public administrations in EU countries: Beyond NPM or just a second wave of reforms?", Universidad de Zaragoza, Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales (2005), documento de trabajo.[32]

6. Vicente Pina, Sonia Royo, Lourdes Torres, "E-government and the transformation of public administrations in EU countries: Beyond NPM or just a second wave of reforms?", Huelva: documento pdf, octubre de 2004.[88]

7. Stephen Baron, John Field, Tom Schuller, Social capital: Critical perspective, Oxford University Press (2000).[34]

7. Nicos Komninos, "Intelligent cities: towards interactive and global innovation environments", 'International Journal of Innovation and Regional Development' (volumen 1 n.º 4), Inderscience Publishers (2009), pp. 337–355.[35]

8. OECD – EUROSTAT, Oslo Manual, París: OECD, Statistical Office of the European Communities.[36]

9. Carter Bloch, Assessing recent developments in innovation measurement: The third edition of the Oslo Manual, Oxford Journals, Social Sciences, Science and Public Policy (volumen 34, n.º 1), pp. 23-34.[36]

10. Chiara Del Bo, Massimo Florio, "Infrastructure and growth in the European Union: an empirical analysis at the regional level in a spatial framework", Departmental Working Papers 2008-37, Milán: Universidad de Milán, Departamento de Economía, noviembre de 2008.[37]

11. Christopher R. Berry, Edward L. Glaeser, "The divergence of human capital levels across cities", Papers in Regional Science (volumen 84, n.º 3): pp. 407–444.[38]

12. Christopher R. Berry, Edward L. Glaeser, "The divergence of human capital levels across cities", Harvard University, John F. Kennedy School of Government, reporte WP05-03, agosto de 2005.[89]

13. Edward L. Glaeser, Christopher R. Berry, "Why are smart places getting smarter?", Rappaport Institute for Greater Boston, Taubman Center for State and Local Government, Policy Brief 2006-2, marzo de 2006.[40]



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