x
1

Sultanato de las mujeres



El Sultanato de las mujeres (en turco: Kadınlar saltanatı) fue un período de extraordinaria influencia política ejercida por esposas y madres de los sultanes del Imperio Otomano. Este fenómeno en el período moderno temprano, aproximadamente entre los años 1533 y 1656, comenzó durante el reinado de Solimán el Magnífico, con su matrimonio con Hürrem Sultan (conocida también como Roxelana).[1]​Estas sultanas eran bien las esposas del Sultán, denominadas haseki sultanas, o bien las madres del Sultán, denominadas valide sultanas. Muchas de estas mujeres tenían orígenes esclavos, como se esperaba del sultanato, en tanto los roles matrimoniales tradicionales eran considerados un riesgo demasiado grande para el sultán, de quien se esperaba no tuviera lealtades personales por fuera de su título. Durante este período, las haseki y valide sultanas ejercieron poder político y social, lo que les permitió influir en el funcionamiento cotidiano del imperio, además de pedir la construcción de edificios y obras filantrópicas.

El período comúnmente conocido como el Sultanato de las mujeres fue novedoso para el imperio otomano, pero tenía precedentes. Entre los selyúcidas, predecesores del Imperio Otomano, había a menudo mujeres de la nobleza que jugaban un papel activo en las políticas y asuntos públicos, a pesar de la preocupación de otros funcionarios masculinos.[2][página requerida]

Sin embargo, durante el siglo XIV, el poder de las mujeres en el gobierno comenzó a reducirse de manera considerable. Esta fue la era de la expansión otomana en la que la mayoría de sultanes optaban por "liderar desde el caballo", moviéndose con una corte de consejeros, visires y líderes religiosos a medida que el ejército conquistaba nuevas tierras.[3][página requerida] Además, la política otomana a partir del siglo XV consistía en enviar jóvenes príncipes junto con sus madres a las gobernaciones provinciales en Anatolia. En efecto, esto mantenía a todas las mujeres que tenían conexión con los niveles más altos del gobierno alejadas de cualquier lugar donde pudieran ejercer algún poder significativo. Además, la práctica del fratricidio, en la que un sultán en ascenso ejecutaba a todos sus hermanos para asegurarse el trono, hizo a las madres y esposas de los príncipes incluso más dependientes de sus hombres.[página requerida]

Sus suertes empezaron a cambiar, sin embargo, con el comienzo del siglo XVI y la ocurrencia simultánea de dos eventos de importancia: el final de la expansión otomana y la aparición del harén imperial en el palacio mismo. Durante el reinado de Solimán el Magnífico, se hizo claro que el imperio había alcanzado sus límites exteriores, pues sus fronteras se extendían ya a lo largo de miles de kilómetros en casi todas las direcciones. Era simplemente imposible para el sultán, en consecuencia, marcharse a extensas campañas militares, especialmente después del fracaso ocurrido en el sitio de Viena.[3][página requerida]

Además de esto, el reinado de Solimán marcó famosamente la aparición del harén imperial en el palacio y en la esfera política, al ser el primer sultán en casarse oficialmente, tras su matrimonio con la mujer que más tarde sería conocida como Roxelana o Hurrem Sultan.[4]​ Antes del Sultanato de las Mujeres, el sultán no se casaba, sino que en cambio tenía un harén de concubinas que le daban herederos: cada concubina le daba un único hijo y era enviada junto con aquel a las provincias que se les asignara para gobernar, en lugar de permanecer en Estambul.[1]

La primera Haseki Sultan fue la esposa de Solimán el Magnífico, Roxelana, quien recibiría posteriormente el nombre de Hurrem Sultan tras su conversión al Islam. Se ha asumido erróneamente que Hurrem era de ascendencia rusa, probablemente debido a una traducción errónea de su nombre (que se cree era Anastasia o Aleksandra Lisowska). A raíz de esto, los visitantes europeos la trataban como rusa, aunque de hecho su ascendencia era rutenia (Reino de Polonia, actual Ucrania).[5]​El nombre con el que los turcos se referían a ella, Hürrem, significaba "risueña" o "alegre", un testamento a su carácter.Los académicos no tienen certeza sobre la fecha de su llegada al harén imperial, en tanto no hay datos sobre ella en el registro de concubinas del sultán otomano, pero con base en los documentos sobre el nacimiento de su primer hijo ya estaba allí en 1521.[6]​Su importancia habría de establecerse con su matrimonio con Solimán tras la muerte de la madre del sultán, convirtiéndose en la primera esposa de un sultán en más de dos siglos.[1]

Puesto que técnicamente todas las concubinas eran esclavas, Hurrem fue primero liberada de la esclavitud, y luego se le creó un nuevo título, Haseki Sultan (Consorte imperial), título que se le siguió dando a las posteriores esposas de los sultanes. Hurram se dedicó principalmente a la filantropía, particularmente a la construcción de espacios comunes donde sus súbditos pudieran pasar el tiempo. El más destacado de estos fue el Complejo Haseki Sultan en Estambul, que incluía un centro médico para mujeres, una escuela, una mezquita y un comedor para alimentar a los pobres, que se construyó en la década de 1530. Hurrem murió en 1558 en Estambul, tras la muerte de sus hijos mayor y menor. Tuvieron que pasar casi quinientos años tras su muerte, para que la afirmación falsa sobre su origen ruso fuera eliminada de la tumba de Hurrem en enero de 2019[7]

Para mediados del siglo XVII, seis sultanes habían reinado, varios de los cuales habían subido al trono cuando aún eran niños. Como tal, la valide sultan (madre del sultán) gobernaba virtualmente sin oposición, tanto durante el gobierno de sus hijos como durante los interregnos.[8][página requerida]No obstante, tal prominencia radical no era fácilmente aceptada por todos. Incluso si tenía una conexión directa con el sultán, la valide sultan a menudo debía enfrentarse a la oposición de los visires del sultán, así como de la opinión pública. Mientras que sus predecesores masculinos se ganaban el favor del público gracias a sus conquistas militares y su carisma, las líderes femeninas tenían que depender de ceremonias imperiales y de la construcción de monumentos y obras públicas. Estas obras públicas, conocidas como hayrat u obras de piedad, eran con frecuencia construidas de forma extravagante en nombre de la sultana, como había sido la tradición para las mujeres islámicas imperiales.[9]

Otras mujeres imperiales, como Turhan Sultan, contribuyeron a la defensa del imperio, gastando inmensas sumas de dinero en la reconstrucción y fortificación de bastiones militares en lugares clave. Algunas de ellas llegaron incluso también a participar simbólicamente en la guerra. Cuando su hijo Mehmed IV regresó de una exitosa campaña militar, Turhan organizó una procesión real para recorrer su camino de guerra y así compartir la gloria de su victoria.[3][página requerida]

Así mismo, las bodas eran un motivo común de celebración y una oportunidad para que las mujeres imperiales promovieran la caridad mientras hacían alarde de su riqueza y poder. En una boda, cuando la hija de Murad III estaba a punto de casarse con un almirante prominente, la mujer le había entregado monedas recién acuñadas a todos los espectadores, algunas de las cuales se marcharon con las faldas llenas de riquezas.[3][página requerida]

La muerte de una haseki sultan o de una valide sultan podían llegar a ser aún más extravagantes. En un caso, la muerte de Hurrem Sultan atrajo multitudes de dolientes a las calles, entre ellos el sultán mismo, que por tradición debía recluirse en el palacio durante el funeral de un miembro de la familia. Una vez más, monedas y comida se repartieron a los asistentes durante la ceremonia, en homenaje al carácter generoso y solidario de la reina.[3][página requerida]

Los logros más duraderos de muchas esposas y madres de los sultanes fueron, en últimas, sus grandes proyectos de obras públicas. En la forma de mezquitas, escuelas o monumentos, la construcción y el mantenimiento de tales proyectos brindaron una circulación económica crucial durante una época marcada por el estancamiento económico y la corrupción, a la vez que dejaban un símbolo poderoso y duradero del poder y benevolencia del sultanato. Si bien la construcción de obras públicas siempre había sido obligación del sultanato, sultanas como la madre y la esposa de Solimán emprendieron proyectos que eran más grandes y lujosos que los que construyera cualquier mujer antes de ellas, y de hecho, la mayoría de hombres.[9]

Si bien ésta fue una época de poder sin precedentes para las mujeres reales, no dejaron de enfrentar oposición significativa. Ante los embajadores y emisarios extranjeros, sin embargo, muchos opositores eran más directos. En una ocasión, por ejemplo, cuando un embajador veneciano intentó enviarle una carta a la reina sultana a través del gran visir, este se negó a transmitirle la carta, alegando que la reina madre no era más que una esclava y no tenía poder alguno propio.[3][página requerida]Obviamente, una negación tan apasionada implica que, de hecho, la valide sultan tenía una gran autoridad, que molestaba al visir. De hecho, muchos embajadores extranjeros de la época reportaron a sus propios países que si se quería hacer negocios con el Imperio Otomano, se debía acudir a la madre del sultán antes que a cualquier otra persona.[página requerida]



Escribe un comentario o lo que quieras sobre Sultanato de las mujeres (directo, no tienes que registrarte)


Comentarios
(de más nuevos a más antiguos)


Aún no hay comentarios, ¡deja el primero!