Sylvia Marie Likens (Lebanon, Indiana; 3 de enero de 1949 - Indianápolis, Indiana; 26 de octubre de 1965) fue una joven estadounidense, víctima de asesinato, maltrato, tortura y violación.
Fue torturada hasta la muerte durante cuatro meses por Gertrude Baniszewski y sus hijos, así como varios jóvenes y niños del vecindario, algunos de apenas 10 años de edad. Aunque muchos de los vecinos de la familia admitieron haber oído gritos y lamentos procedentes de la casa de Baniszewski, no se dio aviso a la policía porque se consideraba que era mejor no entrometerse. Cuando se dio a conocer el caso de Sylvia Likens en Estados Unidos, el país entero quedó horrorizado. Los médicos forenses describieron el caso como «el caso de abuso físico más terrible del estado de Indiana».
En su honor, hay un pequeño monumento con su foto colocado por orden del Departamento de Policía de Indianápolis.
Gertrude Nadine Baniszewski (de soltera Van Fossan; 19 de septiembre de 1928 - 16 de junio de 1990)Indianápolis, Indiana, hija de Mollie Myrtle (de soltera, Oakley) y Hugh Marcus Van Fossan Sr., ambos originarios de Illinois y eran de ascendencia estadounidense y holandesa. Baniszewski era la tercera de seis hijos y su familia era de clase trabajadora. El 5 de octubre de 1939, Baniszewski vio morir a su padre de 50 años de un ataque cardíaco repentino. Seis años después, abandonó la escuela secundaria a los 16 años para casarse con John Stephan Baniszewski (1926-2007), de 18 años, originario de Youngsville, Pensilvania, con quien tuvo cuatro hijos. Aunque John Baniszewski tenía un temperamento volátil y ocasionalmente golpeaba a su esposa, los dos permanecerían juntos durante diez años antes de su primer divorcio.
nació enDespués de su divorcio, Baniszewski se casó con un hombre llamado Edward Guthrie.
Este matrimonio duró solo tres meses antes de que la pareja se divorciara. Poco después, Baniszewski se volvió a casar con su primer marido y le dio dos hijos más. La pareja se divorció por segunda vez en 1963. Semanas después de su tercer divorcio, Baniszewski comenzó una relación con un joven de 22 años llamado Dennis Lee Wright, quien también abusó físicamente de ella. Tuvo un hijo con Wright, Dennis Lee Wright Jr. Poco después del nacimiento de su hijo, Wright abandonó a Baniszewski.
Poco después, Baniszewski presentó una demanda de paternidad contra Wright por el apoyo financiero de su hijo, aunque Wright rara vez podía pagar el mantenimiento de su hijo.En 1965, Baniszewski vivía sola con sus siete hijos: Paula (17), Stephanie (15), John (12), Marie (11), Shirley (10), James (8) y Dennis Lee Wright Jr. Aunque tenía 36 años y medía 1,68 m de altura, pesaba solo 45 kgaborto espontáneo reciente. Además de los cheques esporádicos que recibía de su primer marido (un expolicía de Indianápolis) de los que dependía principalmente para mantener económicamente a sus hijos, Baniszewski realizaba trabajos ocasionales para vecinos y conocidos, como coser o limpiar para poder ganar dinero. Residía en Indianápolis en 3850 East New York Street, donde el alquiler mensual era de 55 dólares.
siendo descrita como una "asmática demacrada y con poco peso", fumadora empedernida que sufre depresión debido al estrés de tres matrimonios fallidos, una relación fallida y unSylvia Marie Likens (3 de enero de 1949-26 de octubre de 1965) fue la tercera de los cinco hijos de los trabajadores de carnaval Lester Cecil Likens (1926-2013) y su esposa, Elizabeth “Betty” Frances (de soltera, Grimes; 1927-1998). Nació entre dos pares de mellizos: Dianna y Daniel (dos años mayores que ella), y Jenny y Benny (un año más jóvenes).
Jenny Likens había sufrido polio, lo que provocó que una de sus piernas fuera más débil que la otra. Estaba afligida por una notable cojera y tenía que usar un aparato ortopédico de acero en la pierna.
El matrimonio de Lester y Elizabeth era inestable; a menudo vendían dulces, cerveza y refrescos en puestos de carnaval en Indiana durante todo el verano,
moviéndose con frecuencia de feria en feria, y experimentando regularmente graves dificultades financieras. Los hijos de los Likens viajaban regularmente con sus padres para ayudar, pero, debido a la preocupación por la seguridad y educación de sus hijas menores, no les gustaba especialmente que Sylvia y Jenny viajaran con ellos en este empleo. Ambas niñas residían frecuentemente con parientes, a menudo su abuela, para que su trabajo escolar no se viera afectado mientras sus padres y hermanos viajaban en el carnaval. En su adolescencia, Sylvia Likens ocasionalmente ganaba dinero para gastos cuidando niños, haciendo mandados o realizando tareas de planchado para amigos y vecinos, a menudo dando a su madre parte de sus ganancias.
Era descrita como una chica amigable, segura y vivaz con cabello largo, ondulado, castaño claro que se extiende por debajo de sus hombros, y sus amigos la conocían como "Cookie". Aunque exuberante, Likens siempre mantenía la boca cerrada al sonreír, debido a que había perdido un diente frontal en una colisión con uno de sus hermanos durante un juego de la infancia.The Beatles, y era especialmente protectora con su hermana menor, que era mucho más tímida e insegura. En varias ocasiones, las dos hermanas visitaron una pista de patinaje local, donde Jenny se ponía un patín en su pie fuerte y Sylvia la llevaba de la mano mientras patinaban alrededor de la pista.
También le gustaba la música, en particularEn junio de 1965, Jennifer y Sylvia Likens fueron dejadas al cuidado de una ama de casa llamada Gertrude Baniszewski, una señora asmática con siete hijos a quien habían conocido pocos días antes en la iglesia.
Sylvia era una muchacha callada y agradable a la que todos querían. Su hermana Jennifer también era muy callada, y había nacido con una pierna encogida, que había ido avanzando hasta llegar a poliomielitis. A pesar de su discapacidad, se las arreglaba para bailar y montar en monopatín. Sus padres, Betty y Lester Likens, pagaron a Baniszewski unos muy necesitados 20 dólares a la semana por cuidar de las niñas, y quedaron convencidos de que Gertrude cuidaría de Sylvia y Jenny como de sus propias hijas.
Al principio, todo iba bien, y las chicas parecían llevarse bien con los chicos Baniszewski. Tal vez el primer aviso del horrible crimen que iba a ocurrir posteriormente fue exactamente después de siete días de su llegada, cuando los 20 dólares llegaron con un día de retraso. Entonces, Baniszewski llevó a Sylvia y a su hermana Jennifer al sótano y les dijo: «Bien, perras, he cuidado de ustedes durante una semana por nada. El cheque de su padre no ha llegado». Cuando Sylvia intentó explicar que seguramente el dinero se había retrasado, Gertrude ordenó a ambas que se inclinaran sobre una cama, se quitaran la falda y ropa interior y las azotó con una pala en las nalgas. Como Jennifer tenía poliomielitis y era la más pequeña, Sylvia propuso a Gertrude que la castigara a ella en vez de a su hermana pequeña. Baniszewski accedió.
Después de una semana, Betty y Lester Likens fueron a visitarlas. Nadie se quejó y los Likens se marcharon contentos. A partir de entonces, Baniszewski y sus hijos, así como varios adolescentes del barrio, empezaron a abusar física y psicológicamente de Sylvia. En realidad Baniszewski no podía soportar a las chicas, pero sobre todo a Sylvia, a quien acusaba de ser una sucia y una promiscua.
Un día, Gertrude le preguntó a Sylvia por qué pasaba tanto tiempo en la tienda de alimentos donde trabajaba. Likens explicó que había encontrado botellas de soda vacías y que las estaba llevando a la tienda para ganar unos cuantos centavos extra. Baniszewski no le creyó y la obligó a desnudarse completamente e introducirse una botella de Coca-Cola en la vagina delante de todos sus hijos y de Jenny. Este suceso ocurrió dos veces. La primera vez la botella se rompió estando en el interior de la muchacha y los cristales rotos le desgarraron las paredes vaginales. Cuando esto sucedió todos, menos Jennifer, estallaron en risas y aplausos, mientras Baniszewski no paraba de fumar. También le pegaba muy a menudo con una paleta de casi un centímetro de espesor. Cuando ella se cansaba de esa tarea, cedía el derecho a manipular la paleta a su hija mayor, Paula —de 17 años—. Paula pegaba a Sylvia varias veces al día.
A la hora de cenar, Sylvia generalmente no comía en absoluto, se limitaba a observar cómo los demás comían. En muchas ocasiones, su hermana Jenny robaba disimuladamente un poco de pan para ella, pero tenía tanto miedo a Gertrude que nunca se atrevió a desafiarla.
Una vez, Sylvia tuvo que quitarle a Paula su traje de educación física, ya que sin él no podía dar la correspondiente clase de gimnasia. Cuando Gertrude se enteró, mandó a su hija Stephanie y a su novio, Coy Hubbard, a arrojarla por las escaleras del sótano. Sylvia recibió un fuerte golpe en la cabeza y permaneció inconsciente durante casi dos días.
Coy Hubbard, quien tenía 15 años, pero pesaba 85 kilos y medía casi dos metros, se convirtió en uno de los peores tormentos de Sylvia. Era una especie de experto en judo y le encantaba lanzar a la chica por el aire. En el sótano de los Baniszewski había un viejo colchón, que se suponía que le proveería a Sylvia un suave aterrizaje. Coy generalmente calculaba mal y ella aterrizaba con un crujido en el suelo de cemento. Todo el mundo se reía. Nadie —incluyendo a Jenny— hizo algo al respecto. De hecho todos parecían deleitarse con su comportamiento.
El 28 de julio de 1965, el reverendo Roy Julian pasó a saludar. Se retiró bastante preocupado por la señora Baniszewski, pues en su condición era difícil soportar tal contingente de niños. La señora Saunder —enfermera de salud pública— hizo una llamada. Gertrude explicó que una de las niñas a su cuidado, Sylvia Likens, era una prostituta y estaba corrompiendo a sus hijos. La señora Saunders se compadeció, pero nunca volvió a llamar.
Una vez, Sylvia orinó en su cama sin darse cuenta. Esto fue porque recibía de castigo patadas entre las piernas y por el daño perdió el control de su vejiga. Gertrude, enfadada, volvió a introducirle la botella de Coca-Cola en la vagina, aunque esto era algo ya habitual para Sylvia. Entonces, Baniszewski decidió que Sylvia no estaba a la altura para dormir arriba con el resto de la familia. Creía que el sótano y el colchón serían lo suficientemente buenos para ella. A partir de entonces, Sylvia sólo se alimentó de una pequeña porción de agua y galletas saladas a la semana. También fue torturada y obligada a comer su propio excremento. La muchacha se desnutrió y deshidrató.
De vez en cuando, los chicos Baniszewski la sumergían en baños excesivamente calientes. Cuando salía, su piel estaba irritada y roja por el calor. Una vez se desmayó en la bañera y fue sacada por el pelo. En un momento dado —muy complicado de determinar para los médicos forenses—, Sylvia dejó de resistirse a sus castigos. Entonces la señora Baniszewski le arrancó la blusa y los pantalones cortos, que es el estado en el que se quedaría Sylvia durante el tiempo de vida que le quedaba allí.
A John Baniszewski Jr., a pesar de tener sólo trece años, le gustaba escuchar los dolorosos gritos de Sylvia cuando le pegaba patadas o apagaba los cigarrillos de su madre en los brazos, piernas o estómago. También gozaba al darle puñetazos en el rostro, golpearle el vientre o patearle y pisarle la cara mientras estaba en el suelo.
A Ricky Hobbs, un muchacho del barrio, le había gustado Sylvia desde el momento en el que llegó, pero ella le rechazó y empezó a salir con otros chicos, lo que le produjo un gran odio hacia ella. En varias ocasiones, él y Coy Hubbard ataban a Sylvia Likens a una viga de madera que había en el sótano, después de una gran cantidad de golpes que le propinaban ambos. En una ocasión, Richard Hobbs ahorcó a Sylvia durante tanto tiempo que todo el mundo pensó que se había muerto. Durante ese largo período, la señora Baniszewski contó por todo el vecindario que Sylvia era una prostituta, lo que causó que los vecinos no la miraran con buenos ojos. Luego la obligó a escribir varias cartas donde detallaba escabrosos asuntos sexuales y confesaba que era una prostituta.
Gertrude dijo además que Sylvia no había hecho más que causar problemas desde que llegó a su casa y que era una muchacha inmanejable, y que justamente por eso la había enviado al Reformatorio de Indiana. Los vecinos que vivían al lado de la casa de la señora Baniszewski oían gritos, lamentos, gemidos y golpes, pero no hicieron nada al respecto porque pensaron que era mejor no meterse en problemas.
El hogar de los Baniszewski era el punto de encuentro de muchos chicos y chicas del barrio. Cuando varios jóvenes observaron que Sylvia soportaba el abuso al que era sometida, ellos también comenzaron a mofarse de ella y a aplicarle castigos físicos. Los chicos la mordían, besaban, acosaban, intimidaban y la violaban. También traían a sus respectivas novias y a varios amigos, que también se reían de ella. Nunca pensaron que todo iba a llegar tan lejos.
Frecuentemente, estos otros invitados también decidían participar en los tormentos a la joven. El 23 de octubre de 1965, Gertrude, con una aguja al rojo vivo, escribió en el abdomen y estómago de Sylvia: «Soy una prostituta y estoy orgullosa de serlo». A mitad del trabajo se cansó, pero Ricky Hobbs continuó el trabajo por ella mientras John Baniszewski Jr. le sujetaba los brazos a Sylvia Marie. A la mitad de penúltima palabra, la aguja dejó de quemarle la piel, por lo que Hobbs empezó a hacerle cortes en vez de rozar la aguja en la piel para escribir.
«¿Qué harás ahora, Sylvia? —musitó Gertrude con la mirada fría— ¿Qué harás? Ahora ya no podrás mostrarte desnuda ante ningún hombre sin que te vea la marca. Ahora ya nunca podrás casarte. ¿Qué vas a hacer?». El mayor castigo para aquella mujer, más allá de las torturas, de las palizas, de las humillaciones, parecía ser el no permitir a la muchacha que se casase, el dejar que viviera sola —al igual que Gertrude— para siempre. Esa tarde, Coy Hubbard pasó por la casa. Golpeó a Sylvia en la cabeza con un palo de escoba, dejándola inconsciente.
Pocos días antes de su muerte, la muchacha intentó escaparse. La descubrieron y fue brutalmente castigada. Su hermana Jennifer Likens fue obligada a abofetearle la cara hasta que quedara completamente roja.
El día anterior a la muerte de Sylvia Likens, Paula Baniszewski le dio a Sylvia su tratamiento especial: le pasó sal por todas sus heridas.
A la mañana siguiente, el 26 de octubre, Sylvia estaba casi inconsciente. Tenía moretones, cortes y heridas de todo tipo en todo el cuerpo; hedía a causa de la falta de aseo, las cicatrices de quemaduras resaltaban por todas partes de su piel y hablaba sobre irse con sus padres y alcanzarlos en la feria donde se encontraban. Gertrude decidió que debía mojarla con la manguera. Llevaron una manguera de jardín al sótano. Todo el mundo se rio mientras el agua salpicaba sobre el demacrado cuerpo de Sylvia Likens. Al ver que ella no respondía, Richard Hobbs llamó a la policía con la esperanza de que le practicaran primeros auxilios y ella se reanimaría milagrosamente, quedando ellos como héroes, y que todo estaría bien. Pero al ver el cuerpo, los oficiales y médicos declararon que el asesinato de Sylvia Likens era el peor caso de abuso físico que habían investigado en la historia del estado de Indiana. Sylvia Likens había muerto por hemorragia cerebral, shock y desnutrición.
En el juicio, los adolescentes y niños del barrio aceptaron su culpabilidad y detallaron los castigos a los que habían sometido a Sylvia. Gertrude Baniszewski intentó librarse de la cárcel cargando toda la culpa en sus hijos y los adolescentes del barrio, aludiendo que ella no sabía nada de lo que ocurría en el sótano, pero todos los niños declararon lo mismo sobre Baniszewski: ella alentaba la tortura y participaba en ella. Jennifer Likens declaró lo mismo.
La mayoría de las personas que fueron invitadas a ver cómo torturaban a Sylvia terminaban maltratándola también, la humillaron y violaron, y ellos parecían deleitarse con todos esos gritos de dolor y querían también maltratarla. En el momento del juicio, el fiscal les preguntó el por qué de su actitud, por qué maltrataban también a Likens, por qué no hicieron nada para ayudarla. Todos contestaron lo mismo: «No lo sé, señor». Ninguno de ellos supo justificar su propia actitud.
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