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Tertulia de San Gregorio



La Tertulia de San Gregorio fue el punto de reunión de un grupo heterogéneo de profesores, intelectuales, artistas y otros curiosos personajes de la vida cotidiana de Segovia y de la historia de España que acabaron confluyendo en el taller alfarero del ceramista Fernando Arranz, instalado entre 1921-1927 en el espacio de la capilla románica abandonada de la ya desaparecida iglesia de San Gregorio.[nota 1]​ En ella se hizo fuerte la joven Universidad Popular Segoviana y maduró la obra escultórica del escultor Emiliano Barral.[1]

En 1921, Arranz instaló su taller de cerámica en una capilla medio en ruinas, aledaña a la Casa del Sol, cerca del Alcázar de Segovia. El joven alfarero no podía imaginar que aquel espacio de trabajo acabaría acogiendo también la tertulia que en la década de 1920 aglutinó las iniciativas e ilusiones de la vida cultural segoviana. Entre los más veteranos estaban tres ilustres forasteros, catedráticos de distintos centros de la ciudad: Blas Zambrano, José Tudela y Antonio Machado. Charlaban, escuchaban música, jugaban al mus, se recitaban poemas y se comentaba la Revista de Occidente o se discutía sobre lo humano y lo divino.[2]

En el pequeño "Parnaso castellano" (como lo bautizó con feliz ironía el escultor Barral), también eran habituales curiosos personajes como el padre Villalba, agustino exclaustrado y ameno pianista, que formaba dueto musical con Carranza, cadete de Artillería, el ingeniero Luis Carretero o el empleado de Hacienda Ramón Juan Seva. De la tertulia saldrían la Universidad Popular Segoviana (1919), una delegación de la Liga de los Derechos del Hombre (1922) y un patrimonio artístico, en parte desaparecido, producto del arte del ceramista Arranz y el escultor Barral y sus hermanos.

La tertulia de San Gregorio, en ese espacio concreto, se disolvió cuando en 1927, Arranz partió hacia Sudamérica y el escultor Barral trasladó su taller a Madrid. Algunos de sus integrantes, entre ellos Machado y Quintanilla, se siguieron viendo en el café Castilla y en el Juan Bravo (y con menos frecuencia en el café La Suiza y en el del Casino de La Unión).[3]​ A un nivel menos espontáneo y con una organización y proyección mayores la mayoría de los contertulios de San Gregorio trasladaron sus ilusiones y esfuerzos a la también románica iglesia de San Quirce, que abandonado su culto y convertida en pajar y almacén, fue adquirida en 1927 para instalar en ella la sede de la Universidad Popular Segoviana y sus talleres. El alma del traslado fue Mariano Quintanilla y el artífice de la restauración del edificio el arquitecto Cabello Dodero.[4]



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