Krzysztof Piesiewicz
La película titulada originalmente en polaco:Trzy kolory: Biały y en francés Trois Couleurs: blanc, parte de la trilogía de Trois Couleurs y proyectada en países de habla castellana como Blanc en Argentina y como Tres colores: blanco (España) es una película de 1994 coescrita, producida y dirigida por Krzysztof Kieślowski. Es la segunda de la trilogía Tres colores.
En Trois Couleurs: Blanc volvemos a ser testigos de un intimista estudio de personajes, una representación de humanidad que se traslada de París a los fríos y blancos parajes de la Polonia natal de Krzysztof Kieślowski. El tono de esta cinta es sin duda más amable que el de Trois Couleurs: Bleu (Azul), pero no nos equivoquemos: estamos ante una comedia triste, en palabras del propio director; y aunque por momentos nos haga sonreír debido a las disparatadas situaciones que atraviesa Karol (deliciosa e ingenuamente interpretado por Zbigniew Zamachowski), no deja de atenazarnos en ningún momento, pues esa actitud de abandono y desorientación debida a la muerte (o, quizás, debida a la vida) de su anterior obra, pasa a ser aquí un macabro juego relacionado con la propia muerte, una lección de búsqueda de los verdaderos propósitos que nos mueven a hacer lo que hacemos, una historia de amor imposible, retorcida pero a la vez necesaria para dar sentido a los comportamientos que vemos en pantalla...
El tema de la bandera francesa pretende ser la Igualdad en esta cinta, y como igualitaria podemos definir esa intención del personaje principal por encauzar su vida, huyendo de un país que le es extraño y que le impide sentirse dueño de sí mismo para poder cumplir con su mujer. Esta (una fría pero maravillosa Julie Delpy) lo abandona por no sentirse satisfecha sexualmente, y Karol decide entonces regresar a Varsovia oculto en una maleta, donde comenzará desde cero e irá amasando una fortuna que le permita volver por todo lo alto.
Al principio adivinamos que se trata de un hombre torpe, un peluquero sin recursos que nada puede hacer contra la aparente frivolidad y sangre fría de su mujer, pero poco a poco (como sucede todo en el cine de Krzysztof Kieślowski) vamos descubriendo que detrás de esa apariencia se oculta alguien decidido, al que no le importa dejar atrás sus escrúpulos para rehacer su vida (así consigue crear su propia empresa, llega a hacerse rico y devuelve las ganas de vivir a aquel único amigo que le ayudó a salir de París cuando peor estaban las cosas).
Y como se siente seguro en su lugar, en su casa, dueño de sí mismo otra vez, consigue traer a su exmujer hasta allí fingiendo su propia muerte. Es entonces cuando descubrimos que ella le amaba de verdad, y que él solo necesitaba igualdad en su relación para poder cumplir con ella. Igualdad de condiciones para poder amarse, pues la humillación a la que era sometido en Francia no pasaba desapercibida ni para el espectador (incluso las palomas, que en Varsovia se alimentan en un vertedero, en París le sobrevolaban y le cagaban en el hombro). Sin embargo, y aquí reside la paradoja y el elemento triste del film, cuando ella le pide que se vuelvan a casar, lo hace a través de la mímica, desde una ventana de su celda, en la que se encuentra por haber sido acusada de la mismísima muerte de su marido. Ahora que pueden amarse en igualdad de condiciones, esa igualdad consiste en la reclusión de ambos (ella en la cárcel, y él en el escondite de su muerte fingida). Kieslowski decide cortar aquí, y nos queda ese poso amargo de no saber qué será de ellos (aunque lo sabremos al final de Trois Couleurs: Rouge (Rojo), película con la que cierra la trilogía). Hay vida, y de nuevo hay amor, ambos comprenden lo que el otro ha tenido que hacer para salvar su relación, pero justo entonces es imposible que puedan volver a estar juntos.
Trois Couleurs: Blanc engrandece gracias a su banda sonora y aparece repleta de exquisitos detalles que a la postre resultan ser ni más ni menos que su alma, como sucede en todos los films de este gran maestro de los sentimientos. Y es que Kieslowski es ese observador obcecado en correr velos sobre la luz del alma humana, que no expone, sino que insinúa mediante expresiones más físicas que verbales, que nos obliga a pensar, a indagar en lo críptico y complejo de nuestros propios sentimientos, confiando tanto en nosotros (que somos sus espectadores) que nos hace correr el riesgo de quedarnos en la superficie y ahogarnos en la orilla.
La igualdad y la humillación en las relaciones, todo ello contado con toques de humor sombríos, con una melancolía casi velada, pero que fragua a la perfección para plasmar una genuina historia de amor que, como Kieslowski tan bien sabía, es lo único que todo ser humano puede llevar a su terreno personal para después reinterpretarlo a partir de su experiencia de vida.
Como en Trois Couleurs: Bleu (Azul) y en Trois Couleurs: Rouge (Rojo), esta película usa mucho el color de su nombre, el cielo siempre es casi blanco y en una escena en Polonia el paisaje estaba lleno de nieve blanca.
Como el resto de la trilogía, Trois Couleurs: Blanc también contiene numerosas imágenes, que al principio parecen sin sentido pero después se revela que son flashbacks, flashforwards, o referencias de otra película de la trilogía.
(En inglés)
Esta película es la segunda de la trilogía Trois Couleurs ('tres colores').
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