Las vírgenes negras son efigies de la Virgen María que la representan como de piel oscura, o incluso completamente negra. Representaciones modernas en las que a la Virgen se la ha dotado premeditadamente de un aspecto étnico negro no entran dentro de esta categoría.
El origen de estas imágenes se explica como la adopción por parte del culto popular cristiano en sus primeros siglos de elementos iconográficos y atributos de antiguas deidades femeninas de la fertilidad, cuyos rostros se realizaban en marfil y cuyo culto estaba extendido por todo el Imperio romano tardío, tales como Isis, Cibeles y Artemisa. Debido a ello pueden encontrarse ejemplos de estas vírgenes por toda Europa. En efecto Isis siendo una diosa de origen africano es negra en la mayoría de representaciones.
Philippe Walter, de la Universidad de Grenoble III, se inclina por un origen celta —hadas y la mujer salvaje conocida como «la Sarracena»— algunas de cuyas características habrían sido retenidas en la figura y ritos que rodean a las vírgenes negras, luego de la evangelización de Europa.
La veneración a las vírgenes negras tiene también numerosos ejemplos en América, impulsada por la conquista española. Allí las vírgenes negras del Viejo Mundo surgidas del sincretismo religioso cristiano-pagano atravesarían en algunos casos una identificación con deidades femeninas amerindias o africanas como Pachamama o Yemayá.
La razón de esa tonalidad oscura se ha querido explicar aduciendo que en el mundo medieval la mayoría de las imágenes de culto se hacían de madera, material higroscópico que sufría importantes variaciones con la humedad y que además era fácil presa de hongos y xilófagos (carcoma, termitas...), por eso los escultores buscaban la forma de hacer las imágenes sacras lo más resistentes e inalterables posible. También se ha dicho que en algunos casos excepcionales tenemos imágenes de Cristos o de Vírgenes talladas en marfil o ébano - materiales prácticamente inalterables y muy difíciles de conseguir por su origen asiático o africano- , pero en la mayoría de las ocasiones lo que se hacía era proteger las efigies lígneas revistiéndolas de una capa de betún para hacerlas más resistentes frente a la humedad y al ataque de los insectos. De ahí que una vez elaborada la talla de la Virgen en maderas corrientes: nogal, álamo, ciprés... se recubriera de betún u otras sustancias protectoras de color oscuro para hacerla lo más impermeable e inatacable posible, y luego se policromara dándole el colorido oportuno a la piel y a los ropajes. Después, con el paso de los siglos, esa policromía fue desapareciendo y quedando a la vista el barniz oscuro, por eso cuando recientemente se han hecho estudios o al restaurar y limpiar algunas de las llamadas “vírgenes negras” se ha descubierto que la Virgen en realidad era blanca, y que su color no se debía por tanto a la pátina que cogían con los años por exposiciones ambientales en las iglesias.
Pero lo cierto es que los anteriores argumentos aun siendo ciertos en algún caso no pueden explicar por qué hay vírgenes negras en toda Europa y por qué otras figuras de santos y en general otras figuras góticas no son negras. En la obra literaria Alonso, mozo de muchos amos (Madrid, 1624) o "El donado hablador" de Jerónimo de Alcalá Yáñez y Ribera se nos dice que la creencia mayoritaria en España antes del siglo XVI es que la virgen es una mujer negra y ya desde entonces empiezan las argumentación para explicar supuestamente porqué no lo es.
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