El vellocino de oro (en griego antiguo: χρυσόμαλλον δέρας, chrysómallon déras) era, en la mitología griega, el vellón o zalea del carnero alado Crisómalo (Χρυσομαλλος, Krysomallos). Aparece en la historia de Jasón y los argonautas, quienes partieron en su búsqueda para lograr que Jasón ocupase justamente el trono de Yolco en Tesalia. Se decía que el carnero era hijo de Poseidón y de Teófane.
Atamante, rey de la ciudad de Orcómeno en Beocia (una región del sudeste griego) tomó como primera esposa a la diosa nube Néfele, con quien tuvo dos hijos, Hele y Frixo. Más tarde se enamoró y se casó con Ino, la hija de Cadmo. Ino tenía celos de sus hijastros y planeó matarlos (en algunas versiones, persuadió a Atamante de que sacrificar a Frixo era la única forma de acabar con una hambruna). Néfele o su espíritu se apareció ante los niños con un carnero alado cuya lana era de oro. Los niños huyeron montando el carnero sobre el mar, pero Hele cayó y se ahogó en el estrecho del Helesponto, llamado así en su honor. El carnero llevó a Frixo hasta la Cólquida, a la lejana (oriental) playa del mar Euxino. Frixo sacrificó entonces al carnero y colgó su piel de un árbol (en varias versiones un roble) consagrado a Ares, donde fue guardada por un dragón. Allí permaneció hasta que Jasón se hizo con ella. El carnero se convirtió en la constelación Aries.
Se han realizado intentos de interpretar el vellocino de oro no solo como un objeto extravagante en un mito, sino como el reflejo de un objeto o práctica cultural real. Así, por ejemplo, se ha sugerido varias veces que la historia del vellocino de oro significaba la llegada de la ganadería a Grecia desde el este, o que aludía al trigo dorado o al sol.
Otra interpretación se apoya en las referencias de algunas versiones a la tela púrpura o teñida de púrpura. El tinte púrpura extraído de caracoles del género Murex y especies relacionadas era muy caro en tiempos antiguos, y la ropa hecha de tela teñida con él era señal de gran riqueza y elevada posición (de ahí la asociación del púrpura con la realeza). La relación del oro con el púrpura es por tanto natural y ocurre frecuentemente en la literatura.
Una interpretación más extendida relaciona el vellocino de oro con un método para extraer oro de los ríos que está bien avalado (pero solo desde cerca del siglo V a. C.) en la región de Georgia al este del mar Negro. Zaleas de oveja, a veces extendidas sobre marcos de madera, se sumergían en la corriente de agua y las pepitas de oro que bajaban desde placeres río arriba se recogían en ellos. Los vellocinos se colgaban entonces en los árboles para secarlos antes de sacudirles o peinarles el oro.
El antiguo origen del mito, en tiempos anteriores a la literatura, significa que todas las interpretaciones existentes son muy posteriores y en mayor o menor grado racionalizaciones que sufren del muy incompleto conocimiento de la cultura en la que surgió. La mayoría han sido criticadas en la literatura arqueológica. Un intento de construir una explicación más plausible, mediante su ubicación en lo que se conoce de esa cultura, señala, curiosamente, a una de las primeras propuestas, en concreto que el vellocino de oro representa la idea de la realeza y la legitimidad: de ahí el viaje de Jasón en su busca, para restaurar el legítimo gobierno de Yolco.
En el siglo XV, el vellocino de oro fue elegido como símbolo para la cadena o condecoración de la Orden del Toisón de Oro (en francés ‘toison’ significa ‘vellón’). Esta orden de caballería fue creada en 1430 por Felipe el Bueno, duque de Borgoña. El vellocino que pendía del collar de la nueva orden se convirtió en el símbolo de Jerusalén, ciudad santa situada a oriente, al igual que Cólquida, que debía ser reconquistada por el duque y sus caballeros mediante una cruzada, para devolverla al seno de la Iglesia de Roma.
La Orden del Toisón de Oro subsiste aún hoy dividida en dos ramas, cada una con su gran maestre: el rey de España y el jefe de la Casa de Habsburgo.
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