Victoria de Sajonia-Coburgo-Saalfeld cumple los años el 17 de agosto.
Victoria de Sajonia-Coburgo-Saalfeld nació el día 17 de agosto de 1786.
La edad actual es 238 años. Victoria de Sajonia-Coburgo-Saalfeld cumplió 238 años el 17 de agosto de este año.
Victoria de Sajonia-Coburgo-Saalfeld es del signo de Leo.
Luteranismo
(hasta 1818)
Sajonia-Coburgo-Saalfeld
(hasta 1826)
Victoria de Sajonia-Coburgo-Saalfeld (Marie Luise Viktoria; Coburgo, 17 de agosto de 1786 - Windsor, 16 de marzo de 1861) fue una princesa alemana, más tarde, princesa consorte de Leiningen tras contraer matrimonio con su primer esposo, Emico Carlos de Leiningen y, posteriormente, duquesa consorte de Kent y Strathearn al casarse con el príncipe Eduardo de Kent, hijo del rey Jorge III del Reino Unido. De este matrimonio, nacería la futura reina Victoria del Reino Unido.
La princesa María Luisa Victoria de Sajonia-Coburgo-Saalfeld nació el 17 de agosto de 1786 en Coburgo, en el Sacro Imperio Romano Germánico. Era la sexta de los siete hijos del matrimonio entre el duque Francisco Federico Antón de Sajonia-Coburgo-Saalfeld y la condesa Augusta de Reuss-Ebersdorf. Entre sus hermanos, cabe destacar a Ernesto, quien se convirtió en el primer duque de Sajonia-Coburgo-Gotha, así como a Leopoldo, que se casó, en 1816, con la única hija legítima del rey Jorge IV del Reino Unido, y que se convertiría en el primer rey de Bélgica en 1831.
El 21 de diciembre de 1803, contrajo matrimonio con el príncipe Emico Carlos de Leiningen, viudo de Enriqueta de Reuss-Ebersdorf, tía materna de Victoria.
La pareja tuvo dos hijos, Carlos Federico, en 1804, y Feodora, en 1807.
A través de su primer matrimonio, es un antepasado matrilineal directo de varios miembros de las casas reales europeas, incluyendo a Carlos XVI Gustavo de Suecia, Felipe VI de España y Constantino II de Grecia.
Tras el fallecimiento de su tío y primer esposo, Emico Carlos, en 1814, Victoria asumió el cargo de regente del principado de Leiningen durante la minoría de su hijo, Carlos Federico.
La muerte, en 1817, de la cuñada de Victoria, la princesa Carlota Augusta de Gales, provocó una crisis en la sucesión al trono británico. Con el Parlamento ofreciéndoles un incentivo financiero, tres de los hijos del rey Jorge III y de la reina Carlota estaban dispuestos a contraer matrimonio.
Así, el príncipe Eduardo de Hannover, duque de Kent, quinto hijo de Jorge III, pidió la mano de Victoria, quien aceptó a la propuesta. La pareja se casó, primero, en Amorbach, el 29 de mayo de 1818 y, posteriormente, en el Palacio de Kew, el 11 de julio de ese año; una ceremonia conjunta en la que Guillermo de Clarence, hermano de Eduardo, contrajo matrimonio con Adelaida de Sajonia-Meiningen.
Poco después de la boda, los duques de Kent se trasladaron a Alemania, donde el coste de vida sería más barato. Poco después, Victoria quedó embarazada, y la pareja, decidida a que su hijo naciera en Gran Bretaña, se apresuró a regresar, instalándose en el palacio de Kensington el 24 de abril de 1819. Allí, un mes después, nació la princesa Alejandrina Victoria de Kent, que se convertiría en la futura monarca del Reino Unido en 1836.
El duque de Kent murió repentinamente de neumonía el 23 de enero de 1820, seis días antes que su padre, el rey Jorge III. Tras la muerte de su esposo, Victoria tenía pocas razones para quedarse en el Reino Unido, ya que no hablaba el idioma y tenía residencia en su Coburgo natal, donde podría vivir felizmente de la herencia del difunto príncipe de Leiningen.
Sin embargo, la sucesión británica aun no estaba asegurada, debido a que el duque de Clarence, único hijo varón sobreviviente de Jorge III que estaba casado legalmente, no tenía descendencia legítima. Por tanto, Victoria decidió que debía hacer que su hija se convirtiera algún día en reina y, por eso, buscó la ayuda del gobierno británico, al haber heredado las deudas de su marido. En ese entonces, la joven princesa de Kent se situaba en la cuarta posición en la línea sucesoria y el Parlamento no estaba de acuerdo con mantener a otro empobrecido miembro de la realeza.
Las provisiones hechas para la duquesa y su hija eran malas, puesto que residían, junto con otros miembros empobrecidos de la familia real, en un conjunto de habitaciones del ruinoso palacio de Kensington, así como el escaso apoyo financiero que recibían de la Lista Civil, ya que el Parlamento tenía vívidos recuerdos de la extravagancia de Eduardo.
En la práctica, una de sus principales fuentes de apoyo fue la proveniente de su hermano, Leopoldo, quien recibía unos ingresos vitalicios de 50 000 £ anuales, una gran asignación del Parlamento británico tras su matrimonio con la hija de Jorge IV, Carlota, y que permaneció vigente tras la muerte de la princesa.
En 1831, con la ascensión al trono de Guillermo IV, quien no tenía descendientes legítimos y que, en ese entonces, contaba con 65 años de edad, la situación de la joven princesa Victoria como presunta heredera, junto con el posible lugar de su madre como regente y la devolución de los ingresos británicos de Leopoldo tras su proclamación como rey de Bélgica, condujeron a importantes aumentos en los ingresos del gobierno en beneficio de la duquesa.
La duquesa, que apenas hablaba inglés, confiaba en John Conroy, un oficial irlandés que tenía como su secretario privado. Tal vez por la influencia de Conroy, la relación entre la casa de la duquesa y la corte de Guillermo IV se agrió.
Se le negó al rey el acceso a su joven sobrina y aparente heredera, tanto como la duquesa se atrevió a hacerlo. También, ofendió aún más al monarca cuando se alojó en unas habitaciones del palacio de Kensington que Guillermo había reservado para disfrute propio. Todo esto llevó a una escena en una cena cuando el rey, nuevamente sintiéndose ofendido por la duquesa y Conroy, expresó públicamente su deseo de continuar su reinado hasta ver a la princesa Victoria cumplir la mayoría de edad, así como también lamentó la influencia que ejercía el entorno sobre la joven princesa.
Ha habido especulaciones, no solo de que la duquesa y Conroy fueron amantes, sino de que Victoria le fue infiel al duque de Kent y de que la reina Victoria no era hija de este. Aquellos que apoyan esta posición apuntan a la ausencia de porfiria en la casa real británica entre los descendientes de la reina Victoria, una enfermedad muy común en la familia anteriormente.
Aunque esto es cierto, existe también una teoría de que la enfermedad pudo haberse trasmitido por el duque a su hija, quien a su vez, se la traspasó a su hija mayor, la emperatriz de Alemania, quien se la dio a su hija, Carlota de Prusia.
También se utiliza como argumento el hecho de que la hemofilia era desconocida en la familia real británica antes de ella y que el duque, a pesar de sus muchas amantes, nunca tuvo hijos ilegítimos conocidos. Existe poca evidencia histórica para apoyar cualquiera de las dos posturas.
Conroy tenía grandes esperanzas en la duquesa y en sí mismo: veía a la princesa Victoria ascendiendo al trono aún joven, y por eso, se requeriría de una regencia, encabezada por su madre. Como secretario de la duquesa, Conroy sería el "poder detrás del trono".
No obstante, Conroy no había contemplado que el rey Guillermo IV viviera lo suficiente como para que la princesa alcanzara la mayoría de edad. Cultivó a la duquesa como aliada, pero ignoró e insultó a Victoria.
Así que Conroy nunca tuvo influencia sobre la joven, y por eso intentó forzarla a que le nombrara su secretario personal tras su ascensión. Este plan también fracasó, ya que Victoria comenzó a asociar a su madre con las intrigas de Conroy, al ser presionada para que firmase un papel declarando a Conroy como su secretario personal. En 1836, tras la muerte de Guillermo IV, la reina Victoria relegó a su madre a una habitación lejana a la suya.
Cuando Victoria tuvo a su primera hija, la princesa real, la duquesa se encontró, inesperadamente, incluida y bienvenida en el círculo íntimo de la reina. Es probable que esto se debiera al despido de la baronesa Louise Lehzen por el esposo de Victoria, el príncipe Alberto, que también era sobrino de la duquesa.
Primero, se eliminó la influencia de Lehzen, quien despreciaba a la duquesa y a Conroy, ya que sospechaba que ambos eran amantes. Tras esto, la reina quedó completamente abierta a la influencia de su marido, quien abogó para que Victoria lograra reconciliarse con su madre.
Además, Conroy se había exiliado al continente, con lo que esa influencia divisoria había desaparecido. Las finanzas de la duquesa, que habían sido desorganizadas por Conroy, fueron reordenadas por su hija y los asesores de ésta.
La duquesa se convirtió en una devota y cariñosa abuela. También, desde todos los puntos de vista, estuvo más cerca de su hija de lo que nunca había estado en toda su vida.
A las 09:30 del 16 de marzo de 1861, falleció la duquesa de Kent, a los 74 años de edad, con su hija Victoria a su lado. La reina quedó muy afectada por la muerte de su madre, sobre todo después de leer los papeles de esta, en los que descubrió el profundo amor que le había profesado, y culpó a Conroy y Lehzen por distanciarla «perversamente» de ella.
La muerte de la duquesa marcó el comienzo de un año desastroso para Victoria, que terminaría con la muerte de su esposo, el príncipe Alberto.
Fue enterrada en el Mausoleo de la Duquesa de Kent, ubicado en el Cementerio Real de Frogmore, en Windsor.
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