La Virgen de Atocha es una advocación de la Virgen María, cuya imagen se encuentra en la Real Basílica de Nuestra Señora de Atocha, en Madrid, España.
Es la más antigua patrona de la ciudad, apareciendo ya su culto en época visigoda. Posteriormente, sobre todo en los siglos XVI, XVII y XVIII, fue considerada especial protectora de los reyes de España y patrona de la monarquía.
El nombre de Atocha pudiera derivar del título de María como Madre de Dios.
En efecto, del nombre griego Theotoca, que equivale a Madre de Dios, que se mandó dar a la Virgen en el Concilio de Éfeso, se pudo formar el nombre Atocha, que el vulgo aplicó a la imagen que se veneraba en un santuario aislado que había en las inmediaciones de Madrid, transformado después en convento de Dominicos y luego, en Cuartel de Inválidos.
Otras teorías lo relacionan con el término atochal que significa campo de esparto. De hecho, el término atocha es sinónimo del término esparto.
Primitivamente, en tiempos en que triunfó la costumbre de vestir a las imágenes religiosas, la de Atocha, vestida y cubierta con ricos ropajes, a excepción de caras y manos, aparentaba ser una imagen altísima, del tamaño casi de una persona; en la actualidad, despojada de las vestiduras, la imagen aparece como una pequeña talla en madera sin policromar, sentada en un trono, símbolo de realeza y cátedra de sabiduría, y su altura no llega a los 60 centímetros desde lo alto de la corona hasta el plano donde asienta los pies.
Tal como ahora la vemos fue como debió estar en los primeros siglos en que recibió culto en Madrid, hasta que la piedad de las gentes, movidas por los milagros o en acción de gracias por los beneficios obtenidos por su mediación, hizo que empezaran a regalar a la imagen de la Virgen joyas, adornos, vestidos y mantos, muchos de ellos a modo de exvotos. De mantos tuvo una gran colección, regalos casi todos de las reinas de España, que tomaron por costumbre piadosa donar a la Virgen sus galas de novia. Hoy todavía se conserva el manto de terciopelo rojo y armiño, cuajado de castillos y leones bordados en oro, regalo de Isabel II, que luce la imagen en las grandes solemnidades. Isabel II también regaló a la imagen una colección de joyas, compuesta por dos coronas, rostrillo y halo, enriquecidas con diamantes y topacios del Brasil. La colección se custodia hoy en el Palacio Real de Madrid.
La imagen de Atocha es de madera. La figura está sentada en un trono bajo sin respaldo. Al lado izquierdo sostiene al Niño, al que ofrece una manzana con la mano derecha. El Niño tiene levantada su diestra en actitud de bendecir al pueblo, extendidos sus dedos índice y medio y doblados los restantes sobre la palma de la mano, al modo de las iglesias de rito oriental.
El rostro de la Virgen es moreno oscuro, casi negro. Los ojos son grandes y rasgados, y aparece ciñendo la frente una corona de talla, a la que posteriormente se superpusieron ejemplares en oro y plata. La imagen, por sus rasgos hieráticos, su frontalidad y rigidez, muestra ser tardorrománica, probablemente de fines del siglo XIII.
La imagen del Santo Niño está situada en la nave lateral izquierda del santuario madrileño. La devoción al Santo Niño de Atocha es muy fuerte en toda América Latina. Se relaciona su origen con el culto a Nuestra Señora de Atocha. Alfonso X el Sabio, en sus famosas Cantigas ya hace mención del Santo Niño.
El Niño aparece vestido de peregrino, con la llamada "concha de Santiago", y sostiene una cesta con alimentos.
¡Bendita mi Madre,
la Virgen de Atocha!
Que a todos tus hijos de gracia llenó.
Su santa capilla
es un relicario,
que encierra perfumes
de rosas de amor.
Dios te salve, Reina y Madre,
flor fragante cual la rosa,
desde el cielo, amorosa,
mándanos tu bendición.
Causa de nuestra alegría,
vida y esperanza nuestra,
a éstos tus devotos muestra
que tus hijos siempre son.
Excelsa Patrona
del pueblo escogido,
siempre protegido
por tu corazón.
Madrid a tus plantas
se extiende tranquilo,
y en tu fe encendido
canta con amor.
Virgencita madrileña,
desde el templo donde moras,
a este pueblo que te adora
con tu mano has de guardar.
Madre, Madre de mi alma,
que esa tu imagen querida
sea faro, estrella y guía
que nos lleve hasta tu altar.
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