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Volumen (libro)



Los romanos llamaban volumen a una tira de papiro o pergamino que servía de soporte de una escritura que luego se almacenaba en forma de rollo. Las líneas de la escritura, dispuesta en columnas, discurrían en sentido paralelo al lado largo de la tira, desplegándose el rollo en forma horizontal. En el S. IV a.C. los griegos comenzaron a utilizar un formato a 90 grados en forma tal que las líneas discurrían en forma paralela al lado corto de la tira y el rollo se desplegaba en forma vertical. A este formato se le llamó rotulus o tranversa charta.[1][2]

La longitud de un rollo puede tener varios metros mientras que su altura es de unos 30 a 40 centímetros. En el reverso del papiro o bien sobre un trozo de pergamino saliente se colocaba al principio de la obra el título de la misma. La primera de las hojas integrantes del volumen se llamaba protocolo y la última escatocolo.

La fuente, casi única, del vegetal que se utilizaba para los papiros estaba en el valle del Nilo, en Europa se agotó tras la invasión de los árabes en el siglo VII, después de haber sido utilizada para la confección de los volúmenes durante una treintena de siglos.

Entre los romanos se distinguían las siguientes partes:

Hacia el siglo III, el Códice de pergamino empezó a sustituir al volumen que tenía el inconveniente de que obligaba a un lectura secuencial de los diferentes textos escritos unos a continuación de los otros. El códice tenía la ventaja de que permitía hojear el libro y acceder a cualquier parte del mismo.

Fácilmente reproducible, gracias a la impresión del papel sobre madera o metal, se convirtió en el libro impreso que, a finales del siglo XV, conmocionó a la economía del saber y de la transmisión.

La forma de lectura de un volumen tuvo su inesperada reinterpretación muy parecida (entendido de manera abstracta) a la forma de leer que se hace a través de una pantalla de ordenador a partir de 1960.

La Real Academia Española lo define como «cuerpo material de un libro encuadernado, ya contenga la obra completa, o uno o más tomos de ella, o ya lo constituyan dos o más escritos diferentes».

Conceptualmente el volumen constituye (ya desde sus comienzos) una separación física. El tomo es una división temática dentro de la obra. El volumen puede contener varios tomos, y el tomo puede hacer varios volúmenes; pero la encuadernacion separa los volúmenes, y la división de la obra distingue los tomos.



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