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Zoofilia



La zoofilia (del griego zoon, "animal", y philia, "amor"), también llamada bestialismo, bestialidad, zoosexualidad o zooerastia,[2]​ es una parafilia que consiste en la realización del acto sexual entre un ser humano y otra especie animal. Las personas que sienten esta afinidad o atracción sexual son conocidas como zoófilos, zoofílicos o zoosexuales.[3][4]

La zoofilia puede causar lesiones e incluso la muerte al animal, por esto en algunos países está considerada como ilegal, sin distinción acerca de si causa o no daños.[5]

Según el Informe Kinsey basado en estudios realizados en Estados Unidos entre 1948 y 1953, sobre una muestra de 8.000 hombres y 12 000 mujeres, un 8% y un 3,6% respectivamente reconocieron haber tenido contactos sexuales con animales. De ellos, el 17% eran habitantes de zonas rurales.[6]

El término zoofilia fue utilizado por primera vez en el contexto de los estudios sobre la sexualidad por el sexólogo Richard von Krafft-Ebing, a finales del siglo XIX.[1]​ El ambiguo término sodomía ha sido empleado en algunas ocasiones en un contexto legal para referirse a actos de bestialismo.[7]

En la pornografía, el material que presenta prácticas sexuales entre humanos y animales lleva el nombre de zoofilia o bestialismo.

Mantener relaciones sexuales con animales es una conducta documentada desde la Prehistoria: en una cueva en Val Camonica, en el norte de Italia se ve una pintura datada en 8000 a. C. en la que un hombre está a punto de penetrar un animal.[8]​ En textos bíblicos se encuentran referencias a este comportamiento.[9]

El bestialismo de la Edad Antigua pudo estar ligado a rituales religiosos. Píndaro, Heródoto y Plutarco afirmaron que los egipcios participaban en rituales que incluían la cópula con cabras, pero es difícil asegurar que contaban con pruebas.[10]

En la mayor parte de Europa, durante la Edad Media, bajo la moral judeocristiana, la zoofilia era castigada con la pena de muerte en la hoguera, incluyendo en el sacrificio a los animales involucrados. El Nuevo Testamento de la Biblia prohíbe la bestialidad —1 Corintios 6:9; Efesios 5:5; Apocalipsis 22:15—, por ser una inmoralidad. En el mismo sentido, para condenar el bestialismo, teólogos judíos y cristianos citan los versículos del Levítico 18:23:

"Y no debes acostarte con bestias, haciéndote inmundo por ello, y tampoco mujer alguna debe acostarse con bestias; es perversión" [11]

y 20:15-16:

"Cualquiera que tenga cópula con bestia alguna, debe ser matado; y mataréis también a la bestia. Y cuando una mujer se acerque y tenga cópula con cualquier bestia, ambos deben ser matados; su sangre estará sobre ellos" [11]

Por otra parte, existen diversas referencias en las escrituras hindúes de figuras religiosas teniendo relaciones sexuales con animales (por ejemplo, el dios Brahmā copulando con un oso, o un sabio semihumano nacido de una madre cierva). En el arte védico también hay evidencias de bestialismo (la religión que la civilización védica ejercía es la precursora del hinduismo) y de figuras de personas copulando con animales entre las miles de esculturas que describen "eventos de la vida" en el exterior del templo de Khajuraho. La doctrina hindú ortodoxa defiende que la cópula debería estar restringida a parejas casadas, prohibiendo el bestialismo. Y en el Manusmrti, el apareamiento entre los seres humanos y animales está permitido.

En cuanto al budismo, este trata las conductas sexuales según si éstas hacen daño a uno mismo o a otros. La ética budista en materia sexual por lo general prohíbe todo acto sexual donde uno de los participantes no dé su consentimiento (violación, pedofilia, etc.), por lo cual, debido a que los animales no podrían dar nunca el consentimiento, la zoofilia estaría implícitamente prohibida en el budismo.[12]​ Algunas conductas sexuales, incluidas las conductas sexuales con animales, están prohibidas explícitamente para los monjes y monjas budistas.[13][14]

En el caso del Islam, este tiene diferentes posturas frente al bestialismo. Esto se debe a que ello no se menciona en el Corán, o a que la cópula y la sexualidad se trataban menos como tabú en la sociedad musulmana que en la cristiana. Algunos musulmanes afirman que la cópula con animales es detestable; otros, que a pesar de ser condenable, se ha de tratar con cierta indulgencia, como el lesbianismo o la masturbación.[15]

El manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM IV) diagnostica la Zoofilia como F65.9 parafilia no especificada [302.9].[16]​ Investigaciones médicas indican que algunos zoófilos sólo son atraídos a una especie específica; otros son atraídos a varias especies (que pueden o no incluir los seres humanos), y algunos zoófilos no sienten atracción por los seres humanos en general.[4]

Una de las principales críticas hacia la zoofilia es que la actividad de bestialismo es dañina para los animales y necesariamente abusiva.[17]​ Los animales podrían ser traumatizados incluso por un enfoque no violento y sexual de un ser humano.[17]​ Además, según la Coordinadora de Profesionales por la Prevención de Abusos (CoPPA), varios informes sobre experimentos realizados con presos concluyeron los individuos que llevan a cabo actos de zoofilia eventualmente varían de un tipo de abuso sexual a otro, de forma que podría ser similar el riesgo de que agredan sexualmente a un animal a que lo hagan con un humano.[18]

Sin embargo la bestialidad no abusiva puede ser recíprocamente placentera tanto para el humano como para el animal no humano. Los defensores de la zoofilia dicen que la misma no constituye maltrato animal ya que ellos raras veces hieren físicamente a los animales al realizar estas prácticas.[19]​ De hecho aducen que en ciertos casos el animal puede disfrutar con la práctica.[20]​ También se ha determinado que especies (como los delfines[21]​) se sienten atraídos por individuos de otras y algunos animales incluso pueden sentirse dispuestos a mantener relaciones sexuales con humanos.[22]​ Así mismo, el hecho de que los animales no puedan dar su consentimiento podría ser irrelevante ya que esto no impide que otras prácticas (como la experimentación con animales, la castración, etc.) se realicen sin consentimiento del animal[23]​.

Por otro lado se argumenta que el hecho de que estas prácticas no estén legalizadas o estén penalizadas atentan contra los derechos constitucionales de los zoófilos por ejemplo el derecho a la igualdad ante la ley. El hecho de que se considere incorrecto o moralmente desaprobable a la zoofilia es debido a la creencia de que la especie humana es superior a las demás, lo que para los defensores de estas prácticas es consecuencia de un especismo y un antropocentrismo irracionales existentes en la sociedad.[24]

Los actos de bestialismo son considerados ilegales en muchas legislaciones, mientras que en otras no se hace referencia directa al bestialismo (únicamente se remarca como delito el abuso de animales). En muchos países las leyes no estipulan si las relaciones sexuales con animales son implícitamente abusivas o un maltrato. Ello provoca que el bestialismo no esté claramente contemplado en sus legislaciones.[25][26]

El contacto sexual con animales está asociado a varios riesgos para la salud, como infecciones, lesiones y reacciones alérgicas. Las infecciones que pueden transmitirse al ser humano a partir de los animales se denominan zoonosis. La mayoría se transmiten por contacto casual,[27]​ o vectores, pero pueden contagiarse fácilmente por actividades que implican contacto con fluidos vaginales, orina, saliva, las heces y sangre de animales, y facilitados por mordeduras o arañazos.[28]

Algunos riesgos para la salud incluyen brucelosis, leptospirosis, fiebre Q, rabia y campilobacteriosis.[29]

Aunque hay sospechas que relacionarían la zoofilia con un riesgo incrementado de padecer tumores cancerosos en el pene, la evidencia no pasa de ser anecdótica y basada en estudios locales.[30]

En la Edad Antigua, la mitología griega describió la leyenda de Pasífae, esposa del rey Minos, quien se disfrazó de vaca para copular con el toro de Creta.[31]​ Ya en la Edad Media, la obra Las mil y una noches relata dos escenas manifiestas de zoofilia en Oriente Medio.[32]​ También la centenaria mitología de la Isla de Chiloé en Chile incluye la leyenda del mítico Trehuaco, criatura que mantiene relaciones sexuales con las mujeres.[33]​ Más recientemente, el dramaturgo Peter Shaffer escribió la obra Equus (1973), en la que uno de los protagonistas es un adolescente que siente fascinación sexual y religiosa por los caballos.[34]

Por su parte, el cine cuenta con una basta presencia de la temática zoofílica en diferentes obras. Así, en los años 1970, producciones son realizadas en medio de controversias de diferente magnitud. Tal es el caso de La bestia (1975) del polaco Walerian Borowczyk que narra la historia de una noble francesa que tiene relaciones sexuales con una criatura inspirada en la leyenda de la Bestia de Gévaudan.[35]​ También el director español Eloy de la Iglesia trato dicho tabú cuando dirigió la película La criatura (1977), en la que una mujer se enamora de un perro llamado Bruno.[32]​ Poco después, el director japonés Shôgorô Nishimura dirigió la película Dan Oniroku: Nawa-geshô (1978), en la que una mujer, interpretada por Naomi Tani, asiste a unas clases para convertirse en una perfecta mujer-perro.[36]​ El año siguiente fue el español Bigas Luna quien dirigió la película Caniche, en la que la pareja protagonista mantienen relaciones zoofílicas con sus perros.

En 1998, la directora estadounidense Lavinia Currier, llevó a la pantalla la obra Pasión en el desierto, basada en una historia corta de Honoré de Balzac en la que un soldado napoleónico, perdido en el desierto egipcio, tiene un intenso romance con una leopardo llamado por él Simoom.[37]​ En 2006, el también estadounidense Bobcat Goldthwait realizó la comedia Sleeping Dogs Lie en que una mujer le hace una felación a su perro. Tras esa acción, tiene que a aprender a vivir con ese secreto por miedo al rechazo de su familia, por el miedo a la soledad.

En el género documental destaca la producción estadounidense Zoo, de 2007, que narra la historia real de Kenneth Pinyan, un hombre que murió de peritonitis en 2005 debido a una perforación en su colon después de relacionarse sexualmente con un caballo que lo penetró analmente.[38]

También las series televisivas han abordado el bestialismo. Por ejemplo, en el capítulo 4 de la cuarta temporada de Nip/Tuck (2006), Melissa Gilbert interpreta a Shari Noble, esposa de un soldado que, mientras este esta en la guerra, pierde un pezón en uno de sus constantes adulterios con su perro guardián. Otra serie que trato el tema, aunque esta vez difundida en streaming por Amazon Prime Video, fue The Grand Tour (programa de televisión) en su tercera temporada, cuando Jeremy Clarkson aseguró haber sido testigo de prácticas zoofilas entre un habitante de la Region Caribe de Colombia y un burro. Tras consultar con los lugareños, varios de entre ellos aseguraron que se trata de una práctica corriente en esa parte del país.[39]

El género pornográfico posee un subgénero propio dedicado a la zoofilia o incluso el bestialismo.[40]​ En 1971, la actriz Linda Lovelace actuó en Dog Fucker, un corto de bestialidad.

En 378 los detractores del papa Dámaso I, encabezados por el antipapa Ursino, lo acusaron de abominaciones tales como violar a una cabra. No fue el único pontífice sobre el que fueron lanzados rumores de este tipo ya que entre las muchas aberraciones de las que se acusó al papa Benedicto IX (1012-1056) figura la violación de animales.[41]

En el siglo VI, según la obra Historia secreta de Procopio de Cesarea, antes de ser emperatriz, Teodora de Bizancio se ganaba la vida con espectáculos eróticos donde se esparcía granos de cebada en su vulva para que gansos entrenados las comiesen.[42][43]

En Francia, en 1601, Claudine de Culam, una joven de 16 años, fue ahorcada junto con su perro tras un juicio que la encontró culpable en el cargo de zoofilia.[44]



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