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Leon Fleisher



Leon Fleisher (San Francisco, 23 de junio de 1928-Baltimore, Maryland, 2 de agosto de 2020)[1]​ fue un pianista y director estadounidense de orquesta.

Comenzó sus estudios de piano a los cuatro años y realizó su debut en concierto a los ocho. Tocó a los dieciséis con la New York Philharmonic bajo la dirección de Pierre Monteux, quien lo definió como el hallazgo pianístico del siglo. Se convirtió en uno de los pocos niños virtuosos en ser aceptados para estudiar con Artur Schnabel, y también estudió con Maria Curcio (1918 o 1919 - 2009), última pupila del anterior.[2]

Su carrera que se presentaba brillante quedó en 1964 limitada por una parálisis de la mano derecha. Pero Fleisher no se rinde a la adversidad, triunfa como intérprete excepcional en conciertos para la mano izquierda (Ravel, Prokófiev), ejerce el magisterio y se hace director. Como maestro e intérprete posee todos los secretos de Mozart y de Beethoven, y puede impartir, sobre cualquier autor, lecciones valiosas de técnica y sensibilidad.[3]

Leon Fleisher se convirtió en un gran pedagogo en el Peabody Institute de Baltimore, y en el Curtis Institute de Filadelfia, adorado por sus discípulos que lo denominan el "Obi-Wan Kenobi del piano" en referencia al viejo sabio de Star Wars.[4]

Finalmente, treinta años después, en 1994 una diagnosis de focal distonía, una enfermedad neurológica le conduce a seguir un tratamiento experimental con inyecciones de Botox que le hace recuperar el uso de su mano derecha. Su vuelta a los escenarios como pianista completo lo catapulta como ejemplo del espíritu humano y la superación.[5]

"Two Hands," un documental de veinte minutos sobre Fleisher de Nathaniel Kahn,[6]​ fue nominado al Oscar ese año.

En 2003, volvió al Carnegie Hall para dar su primer recital a dos manos en más de tres décadas, obteniendo un éxito clamoroso.

Ha publicado un libro de memorias titulado Mis nueve vidas con la colaboración de la crítica musical Anne Midgette, en el que explora la depresión que lo envolvió cuando su estado empeoró y el puro amor a la música que lo rescató de la auto-destrucción completa.[7]​ Triste, reflexivo, pero en última instancia triunfante, Mis nueve vidas combina el glamour, pathos, y el valor de la vida de Fleisher con música real y mucha sustancia intelectual. Fleisher encarna la resistencia del espíritu humano, y su libro de memorias demuestra que la verdadera pasión siempre encuentra una manera de vencer a la adversidad.



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