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Anemia



La anemia se define como una cantidad disminuida de glóbulos rojos, como una concentración disminuida de hemoglobina en la sangre, o bien como un valor de hematocrito más bajo que lo normal.

De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud, se considera anemia cuando los niveles de hemoglobina sanguínea son de menos de 16 g/dL en hombres y mujeres post menopáusicas o menos de 15g/dL en mujeres pre menopáusicas. Presenta síntomas como moretones repentinos en la piel, esto suele permanecer como sensibilidad crónica en mujeres, además de la caída de cabello y sensibilidad al dolor. Es un problema generalizado de salud pública asociado con un mayor riesgo de morbilidad y mortalidad, especialmente en mujeres embarazadas y niños pequeños. En los niños, la anemia puede afectar negativamente el desarrollo cognitivo, el rendimiento escolar, el crecimiento físico y la inmunidad. [1][2][3]

La anemia es el resultado de una amplia variedad de causas que pueden aislarse, pero que a menudo coexisten.

La anemia no es una enfermedad, sino un signo clínico. Los signos de anemia incluyen cianosis, ictericia y moretones o hematomas con facilidad. Además, los pacientes anémicos pueden experimentar dificultades con la memoria y la concentración, fatiga, aturdimiento o mareos, sensibilidad a la temperatura, bajos niveles de energía o cansancio, falta de aliento y piel pálida. Los síntomas de anemia severa o de inicio rápido son muy peligrosos ya que el cuerpo no puede adaptarse a la falta de hemoglobina. Esto puede provocar conmoción y muerte. La anemia leve y moderada tiene síntomas que se desarrollan lentamente con el tiempo.[1]

De acuerdo con el recuento de reticulocitos, la anemia puede clasificarse en:[7]

El volumen corpuscular medio de los eritrocitos permite distinguir los tipos de anemia de acuerdo con el tamaño de los glóbulos rojos:[7]

De acuerdo al tiempo de su instalación:[7]

La clasificación fisiopatológica está basada en el mecanismo que conlleva al estado de anemia, diferenciándolas en:

Anemias mediadas por trastornos en la producción de glóbulos rojos

ente:

Anemias por pérdida de sangre

Anemias hemolíticas

La anemia en general, afecta sobre un 30% de la población mundial. Dependiendo de los grupos poblacionales considerados la prevalencia de la anemia puede variar entre un 2,9 a un 61%.[5][7]

En Estados Unidos, un 20% de los niños sufre de algún grado de anemia.[3]

La anemia por deficiencia de hierro afecta entre un dos y cinco por ciento de los hombres adultos y mujeres postmenopáusicas y hasta un 10% de las mujeres en edad fértil.[4]

Generalmente, la anemia puede ser provocada por varios problemas, entre los que se incluyen los trastornos en la producción de los eritrocitos:

La producción de la anemia se desarrolla mediante cualquier combinación de las siguientes situaciones:

Los defectos asociados a estas situaciones pueden ser propios de los glóbulos rojos, de sus precursores o bien extrínseco a ellos.[1]

La producción reducida de glóbulos rojos es causada por una alteración en las células progenitoras, en distintas etapas de diferenciación y maduración (hematopoyesis). Si son afectadas las células pluripotenicales, la anemia ocurre en el contexto de una pancitopenia. Las diferentes causas de las pancitopenias modifican la hematopoyesis al afectar el micro ambiente necesario para la regeneración, diferenciación y proliferación de las células madre.[7]

Los síntomas y signos clínicos de la anemia se correlacionan con su intensidad y la rapidez de su instauración. Otros factores que pueden influir son la edad del paciente, su estado nutritivo, y la existencia de insuficiencia cardíaca o insuficiencia respiratoria previa.

Los síntomas que se observan en la anemia aguda incluyen: debilidad (astenia), palpitaciones y falta de aire con el esfuerzo (disnea). También pueden aparecer síntomas cardiovasculares como taquicardia, disnea de esfuerzo marcada, angor, claudicación intermitente. En ocasiones se producen cambios de carácter que se manifiestan como irritabilidad, desinterés, tristeza y abatimiento.

En la pérdida súbita de sangre por hemorragia aguda, sobre todo si es voluminosa y se pierde el 40% del volumen sanguíneo que equivale a 2 litros de sangre, predominan los síntomas de inestabilidad vascular por hipotensión, y aparecen signos de shock hipovolémico, tales como confusión, respiración de Kussmaul, sudoración y taquicardia.

En la anemia crónica de mucho tiempo de evolución, muchos pacientes se adaptan a la situación y sienten muy pocos síntomas a menos que haya un descenso brusco en sus niveles de hemoglobina. [14]

Se diagnostica en laboratorio mediante análisis clínico o hemograma.

El tratamiento primario de la anemia asociada a diversas enfermedades crónicas consiste, en primer lugar, en intentar eliminar o solucionar la enfermedad principal subyacente, lo que origina su curación definitiva en la mayor parte de los casos; o al menos su mejoría notable, salvo que persistan otros mecanismos fisiopatológicos o deficiencias asociadas. Por otra parte, se procede a la administración de hierro.[4]



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