Antiespaña (o anti-España) es un concepto nacionalista excluyente que identifica como antiespañol, es decir, contrario a lo español y enemigo de España, a toda persona, idea o institución, sea española o extranjera, que sea considerada contraria a una particular idea de España: la que la identifica con el catolicismo en su versión más intransigente (que habría caracterizado presuntamente la historia del cristianismo en España, simbolizada en la Contrarreforma y el Concilio de Trento —«luz de Trento, martillo de herejes»—), con una idea mitificada del Imperio español (como imposición benévola de las virtudes propias de una presuntamente existente raza española, especialmente durante la conquista de América y en una particular reconstrucción de la idea imperial de Carlos V) y con un concepto de unidad nacional y territorial, también mitificado a partir de la monarquía de los Reyes Católicos o Monarquía Hispánica.
El término fue acuñado inicialmente a finales del siglo XIX, en el contexto de la denominada cuestión universitaria que enfrentaba a los krausistas (el grupo de intelectuales en torno a la Institución Libre de Enseñanza) frente a los casticistas, reaccionarios o neocatólicos, representados por Marcelino Menéndez y Pelayo (La ciencia española, 1887; Historia de los heterodoxos españoles, 1882).
El concepto de antiespaña y el uso como descalificativo del término antiespañol, fueron aplicados extensamente por la corriente reaccionaria del nacionalismo español a lo largo del siglo XX, que completa un proceso de identificación precisa de un enemigo interior, el anticlericalismo, los nacionalismos separatistas y el movimiento obrero; especialmente durante la Guerra Civil Española (identificando al autodenominado bando nacional con los salvadores de España y al bando republicano con los enemigos de España -se decía Entra España cuando el ejército sublevado tomaba una localidad y se denominaba Alzamiento Nacional a la sublevación, Cruzada de Salvación Nacional a la propia guerra y Movimiento Nacional al mecanismo totalitario de encuadramiento político y social en torno al general Franco) y el régimen franquista (identificando particularmente a la antiespaña con la denominada conspiración judeomasónica y, de hecho, con cualquier forma de oposición al franquismo -lo que produjo denominaciones peyorativas del tipo contubernio de Múnich, y encontró un modo recurrente de expresarse a través de los lemas del franquismo).
No conviene confundir el concepto de antiespaña con otros conceptos relacionados (unos similares, otros opuestos, todos pertenecientes al mismo campo semántico y a veces en coincidencia en la misma persona, institución, hecho o proceso histórico): el de leyenda negra antiespañola (original de Julián Juderías, 1913); con el antiespañolismo propio de algunos nacionalismos periféricos (especialmente el nacionalismo vasco de Sabino Arana, desde 1893); con la hispanofobia, sentimiento de aversión hacia lo español (coincidente en forma con la anglofobia, la germanofobia o la francofobia); con un sentimiento opuesto, la hispanofilia (ídem con la anglofilia, germanofilia o francofilia); con un campo de conocimiento, el hispanismo; o con el concepto de Hispanidad (original de Zacarías de Vizcarra, 1926).
Anuncio de la exposición de carteles de "La España revolucionaria" en el Museo del Ermitage en Leningrado, 1936.
Santiago Carrillo y Rafael Alberti en la Fiesta del PCE de 1978.
John F. Kennedy y Pablo VI.
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