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Ataque de tiburón



Un ataque de tiburón es una agresión sobre un ser humano producida por un tiburón. Cada año, un determinado número de personas son atacadas por tiburones, aunque estos ataques no suelen ser mortales.

El tiburón es una especie depredadora, especialmente nocturna, cuya actividad se incrementa en las noches sin luna, ya que, aunque se adapta perfectamente a diferentes niveles de luz, se mueve por impulsos electromagnéticos, a través de las ampollas de Lorenzini.[1]​ Sin embargo, no hay que ignorar su orientación a través del olfato y la vista. Aunque la vista y el oído son los sentidos más despreciados en los tiburones, éstos dan información al cerebro sobre su velocidad y su dinamismo.

A partir de estos datos se producen comentarios sobre su comportamiento hostil. De todos modos, el tiburón, especialmente el tiburón blanco, ha tenido suficientes casos para convertirse en grandes animales peligrosos y a convertirlo en un enemigo que es muy fácil de matar.

A pesar de la relativa poca frecuencia de este tipo de ataques, el miedo a los escualos es un fenómeno bastante extendido, en parte gracias a la histeria colectiva que suele acompañar a este tipo de sucesos y a la existencia de exitosas películas de ficción como Tiburón.[1]​ Muchos expertos en este tipo de predadores consideran que el peligro que éstos representan ha sido magnificado. A su vez, Peter Benchley, escritor de la novela Jaws, en la cual se basaba la popular película de Steven Spielberg, intentó disipar el mito de los tiburones como devoradores de animales en sus últimos años de vida.

En el año 2000, en el que se reportaron 79 ataques alrededor del mundo, once de ellos mortales. En 2005 y 2006 el número de víctimas disminuyó a 61 y 62 respectivamente, mientras el número de fallecimientos continuó decreciendo hasta situarse en cuatro víctimas mortales por año. La mayoría de estos casos tuvieron lugar en Estados Unidos (53 en 2000, 40 en 2005 y 39 en 2006). El periódico The New York Times informó en julio de 2008 que el año anterior tan solo había muerto una persona por esta causa.

Según un informe de International Shark Attack File (ISAF), Estados Unidos ha sido el país que ha sufrido el mayor número de ataques. En el resto del mundo, Australia y Sudáfrica han sido los países más damnificados. A fecha de 2009, el ISAF había registrado un total de 2.251 ataques en todo el planeta desde el año 1958, de los cuales 464 resultaron mortales. El lugar que ha registrado un mayor número de agresiones ha sido New Smyrna Beach, Florida.

El museo de historia natural de Florida compara estas estadísticas con tasas de mortalidad más altas como las producidas por otros fenómenos menos temidos como pueden ser los relámpagos. Se estima que la probabilidad de que una persona sea atacada por un tiburón es de una entre 11,5 millones, y que la probabilidad de que una persona muera como consecuencia de éste es de una entre 264,5 millones.

Los ataques de tiburones a humanos están documentados desde hace siglos mediante ilustraciones u obras pictóricas. Así han llegado grabados como el que detalla un ataque no documentado de escualos a un bote en el mar Adriático en 1900.

En 1906, la portada del suplemento Le Petit Parisien documenta la odisea de un grupo de náufragos asediados por tiburones. En el cuadro de Winslow Homer Gulf Stream se puede observar un grupo de tiburones, atacando una pequeña embarcación. La más famosa de estas obras es la de John Singleton Copley, en la que se narra un suceso ocurrido en el puerto de La Habana en 1749,[2]​ donde Brook Watson[1]​ fue atacado por un tiburón blanco, a consecuencia de lo cual perdió una pierna.

El 26 de febrero de 1852, la fragata británica Birkenhead naufragó provocando que sus casi setecientos pasajeros se precipitaran a las aguas,[1]​ donde poco después aparecerían tiburones. Un suceso similar ocurrió en la Segunda Guerra Mundial: el hundimiento del buque USS Indianapolis (CA-35) por parte de un submarino japonés,[3]​ que provocó que más de ochocientos hombres cayeran al agua y fueran diezmados sistemáticamente por los tiburones.[4]

Los ataques de tiburones tras episodios de naufragio han sido constantes a partir del siglo XIX. En noviembre de 1918, el Una se hundió en el mar Caribe, salvándose apenas menos de la mitad de los setenta y cinco náufragos. El 18 de noviembre de 1942 se hundió el Nueva Scotia en el Océano Índico,[1]​ donde más de la mitad de las ochenta víctimas perecieron a causa de los ataques de tiburones. En 1950, un vuelo entre Puerto Rico y Miami cayó en el mar cerca de Florida. Según los equipos de rescate, el agua se tiñó de rojo y estaba llena de diferentes especies de escualos, que dejaron ocho supervivientes de los ciento setenta y ocho que sobrevivieron al accidente. En diciembre de 1987, el ferry MV Doña Paz naufragó en el mar de la China Meridional,[1]​ con más de tres mil personas a bordo, de las cuales veinticinco sobrevivieron, encontrándose los días posteriores multitud de cuerpos mutilados.

El más famoso de todos estos hechos fue la serie de muertes ocurridas en Nueva Jersey durante el verano de 1916.[5][6]

Hay otros ataques que han influido a responsables de filmes u obras, como es a Peter Benchley y su novela Tiburón:[1]

De todas las especies, el tiburón blanco es la gran estrella, popularizado negativamente tanto por la novela de Tiburón como sobre todo por la película, además de cientos de documentales encabezados por Jacques Cousteau como los de National Geographic o el mítico largometraje Agua azul, muerte blanca (1971), de Peter Gimbel.

Los tiburones han atacado y atacan al hombre, otro tema es saber las razones y circunstancias de dichos sucesos para poder evitarlos y delimitar su dimensión. El mejor análisis de estos ataques los ha realizado el doctor H. David Baldridge, que recopiló mil ciento sesenta y cinco sucesos gracias a la cooperación de científicos de todo el mundo en un encuentro celebrado en 1958 en Nueva Orleans.[nota 1]​ El más antiguo de todos estos testimonios data de 1580, y se sitúa durante un viaje desde Portugal a la India.

La mayoría de los casos se sitúan en los años cuarenta del siglo XX. Las conclusiones de los casos de Baldridge son las siguientes:[1]

Recientes investigaciones señalan que muchos de los ataques se producen a causa de un error de identificación por parte de los escualos, que confunden a buceadores, nadadores y surfistas con focas o leones marinos.[1]​ El hecho de que muchos ataques consistan en una primera dentellada y cesen inmediatamente puede suponer que al escualo no le satisfaga el olor o sabor de la sangre humana.

De las 360 especies de tiburones, sólo siete de ellas atacan a los seres humanos más habitualmente:



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