x
1

Bernard Haitink



Bernard Johan Herman Haitink, KBE (honoraria) (Ámsterdam, 4 de marzo de 1929) es un director de orquesta neerlandés.

Bernard Haitink nació en el seno de una familia aficionada a la música. Cuando apenas contaba con nueve años de edad, sus padres le llevaron a un concierto de Mengelberg en el Concertgebouw y desde ese mismo momento el pequeño Bernard quiso estudiar música. No tardó mucho en materializar dicha propósito: al día siguiente se hizo con un violín y empezó a tocar por su cuenta hasta que fue admitido en el Conservatorio de Ámsterdam como alumno de Felix Hupka, quien le introdujo en los secretos de la dirección orquestal. Graduándose de sus estudios en 1955, ingresó como violinista en la Orquesta Filarmónica de los Países Bajos al tiempo que tomaba parte de los cursos de dirección orquestal impartidos por Ferdinand Leitner en la Radio-Unie holandesa. Haitink destacó tanto en aquellos cursos que ese mismo año fue nombrado segundo director de la Orquesta de la Unión de la Radio Holandesa, para dos años más tarde hacerse con la titularidad.[1]

En 1956 Haitink tuvo la oportunidad de debutar al frente de la Orquesta del Concertgebouw durante un concierto en el que se vio obligado a sustituir a Carlo María Giulini. El éxito del concierto hizo que Haitink fuera requerido para dirigir a dicha formación durante los años siguientes, llegando a realizar una gira al frente de la misma por Inglaterra en 1959. Ese mismo año, falleció de forma imprevista Eduard van Beinum, el entonces director titular del Concertgebouw, y se abrió la sucesión para el puesto. Tras un breve período de transición, en el que Haitink asumió de facto las funciones de director de la orquesta, fue nombrado en 1961 director titular de la misma junto a Eugen Jochum. Luego de alternar la titularidad de la formación durante tres años con el ilustre maestro alemán —toda la crítica coincide en que aquello fue un buen arreglo; Jochum era treinta años mayor que Haitink y supo ejercer a la perfección como consejero del aún muy joven director holandés— en 1964 fue designado único director titular y artístico de la formación.

En 1967 aceptó el ofrecimiento de convertirse también en el director titular de la Orquesta Filarmónica de Londres hasta 1979 y en director musical permanente del Festival de Glyndebourne de 1978 a 1988.

Los primeros problemas de Haitink con la Orquesta del Concertgebouw surgieron a partir de los primeros años de la década de los ochenta cuando, debido a un recorte salarial que provocó la salida de una veintena de instrumentistas, amenazó con dimitir. Finalmente, se llegó a un acuerdo con el gobierno holandés y la tensa situación pudo ser solucionada.

En 1986, el Covent Garden consiguió el compromiso de Haitink para empezar en 1988, cuestión que planteaba el problema de la compatibilidad en ambos cargos. Haitink expuso el problema a los responsables de la orquesta con la intención de ser designado director honorario, para seguir manteniendo una vinculación con la orquesta. Pero los responsables de la orquesta no compartían esta visión y al final se vio obligado a presentar la dimisión.

La reacción de la orquesta fue la de contratar a Riccardo Chailly como titular a partir de 1988, con lo que Haitink se perdería el concierto del centenario a celebrar precisamente en 1988. La noticia causó un enorme estupor en los círculos musicales internacionales, y al final se llegó a un acuerdo por el que Haitink prolongaría su mandato hasta 1988. El 11 de abril de ese mismo año, dirigió el concierto del Centenario con una solemne y espectacular versión de la Octava Sinfonía de los Mil de Mahler. Su aparición por la famosa escalinata del Concertgebouw, en lo que sería su último concierto como titular, fue recibida con un entusiasmo indescriptible por el público, hasta el punto de que Haitink llegó a emocionarse.

La estancia de Bernard Haitink al frente del Covent Garden se prolongó hasta 2002. En ese año, y tras la inesperada muerte de Giuseppe Sinopoli, fue contratado como director titular de la Staatskapelle Dresden, aunque acabó presentando su dimisión un par de años después debido a las discrepancias surgidas con el intendente de la orquesta, Gerd Uecker. A partir de ese momento, centró su carrera como director invitado de las mejores formaciones mundiales y llegó a ser designado miembro honorario de la Orquesta Filarmónica de Berlín.

En 2006, Haitink rechazó la propuesta de la Orquesta Sinfónica de Chicago para hacerse su titular; pese a ello, la formación de Illinois le nombró director principal, tras la renuncia al cargo de director musical de Daniel Barenboim, y antes del nombramiento de Riccardo Muti en 2010.

Libre de todo compromiso a partir de 2010, Haitink tiene en la actualidad fijada su residencia en Lucerna y ha reducido de forma drástica sus apariciones.

Bernard Haitink tiene un enorme mérito como director: Recogió a una de las mejores orquestas de Europa en 1961, cuando apenas contaba con 32 años de edad, y elevó su nivel artístico durante su mandato de más de un cuarto de siglo a la cúspide mundial (para muchos especialistas, el Concertgebouw es quizá la mejor orquesta del planeta en términos absolutos). Director auténticamente obsesionado por la precisión, Haitink logró establecer un inconfundible sonido orquestal que no ha tenido parangón en ninguna de las otras formaciones consideradas de primerísimo nivel (Filarmónica de Viena, Filarmónica de Berlín, Sinfónica de Chicago, Cleveland…). Haitink evita en todo momento los alardes visuales en su modo de dirección consiguiendo que sólo la música sea la protagonista en sus conciertos. Su técnica de batuta es firme y segura, nada presuntuosa, y su mirada escruta en todo momento las distintas secciones orquestales para asegurar la máxima claridad expositiva. Haitink es un director versátil y polifacético, capaz de encontrar la idoneidad de cualquier música ajustándola a su propio carácter interpretativo. Como un celebrado teórico de la instrumentación, Haitink trabaja el detalle como pocos y eso le permite interpretar hasta el mínimo matiz de las obras más comprometidas por su elaborada orquestación.[1]

Pero sobre todo Bernard Haitink es un gran especialista de la música de Mahler, compositor que siempre ha estado vinculado a la Orquesta del Concertgebouw desde los tiempos de Mengelberg. La relación Haitink-Mahler comenzó el mismo día de su debut al frente de la formación holandesa. Desde entonces, Haitink se ha destacado como una de las mayores autoridades en la música de Mahler, algo perfectamente conjugable si nos atenemos a que la música del antaño director de la Ópera de Viena precisa justamente de esa claridad y minuciosidad con la que Haitink desarrolla sus planteamientos. En este sentido nos ha legado dos integrales de las sinfonías del compositor una de los años 60 y 70 del siglo XX, con la Orquesta del Concertgebouw, que desde el momento de su aparición se convirtió en la referencia absoluta de las versiones integrales grabadas y otra integral que grabó en los años 80 y 90 con la Filarmónica de Berlín, en la que la orquesta supo adaptarse a la visión mahleriana del director, tan alejada de la de su titular de entonces Claudio Abbado, con el que también grabó una brillante integral de Mahler en aquellos años.

Otro autor con el que se identifica es con Bruckner, compositor cuya música sinfónica deriva en cierto modo de una técnica constructiva basada en los distintos registros del órgano. Haitink se ha servido de un instrumento como el Concertgebouw para contrastar de forma eficaz las secciones orquestales, cuestión de suma relevancia en la música de Bruckner. Por otra parte, la música de Ravel y Debussy siempre le ha venido como anillo al dedo debido al desarrollo sonoro que precisan sus minuciosas obras. Shostakovich es otra de sus grandes pasiones, siendo el primer director occidental en acometer la integral sinfónica del ruso.

A diferencia de lo que suele ser habitual, Haitink comenzó como director sinfónico para paulatinamente centrar su actividad en la ópera. Pero llegó un momento en el que Haitink pareció un tanto cansado del mundo operístico tras su paso por el Covent Garden y volvió a dirigir sus objetivos a la música sinfónica. Mozart, Richard Strauss y Wagner han sido sus referencias en el repertorio operístico con unos resultados muy notables pero inferiores a los de su repertorio sinfónico.

Su minuciosidad le llevó por ejemplo a realizar un viaje a Viena con el único objeto de comprobar un pasaje de la Heroica de Beethoven con el que no estaba muy convencido conforme a lo escrito en las modernas ediciones de la partitura. Sus sospechas se confirmaron del todo cuando comprobó la recensión más antigua de la sinfonía. Su fidelidad, por tanto, a la partitura siempre ha sido absoluta.

Dirigir una orquesta es un acto intelectual y emotivo. Existen directores que otorgan más acentuación al sentido dramático de determinadas partituras en aras a un logro expresivo que, en ocasiones, no se corresponde con la intención del compositor a tenor con lo materializado en el papel pautado. Frente a esa corriente romántica de la dirección, surge el objetivismo como reacción lógica que suele desembocar en unas lecturas a veces lineales y planas en consonancia con las carencias de la notación musical (sobre todo en la música anterior al siglo XIX). Lo realmente complicado a la hora de dirigir una partitura es encontrar el punto exacto de equilibrio entre la emoción y la razón. Y, en contadas ocasiones, una perfección técnica absoluta hace del todo superflua cualquier tipo de añadida retórica. Es la música por la música, sin más aditivos. Bernard Haitink es uno de esos privilegiados capaces de reproducir una sonoridad tan nítida y refinada que no deja lugar para afectaciones subjetivas.[1]

Dentro de su amplia discografía pueden destacarse las múltiples versiones que a lo largo de su carrera ha realizado de las obras de Mahler, que son consideradas como grabaciones de referencia de estas obras.[2]​ El director pudo disponer desde el comienzo de su carrera de la orquesta del Concertgebouw, la más especializada del mundo en las obras del compositor y con ella fijó su interpretación de sus obras sinfónicas, dotada siempre de una gran brillantez y claridad, con un gran respeto a la estructura formal de las obras, evitando los contrastes demasiado violentos y sabiendo elegir para las partes vocales a solistas especialmente idóneos con el estilo vocal del compositor.[3]




Escribe un comentario o lo que quieras sobre Bernard Haitink (directo, no tienes que registrarte)


Comentarios
(de más nuevos a más antiguos)


Aún no hay comentarios, ¡deja el primero!