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Café del Prado



El Café del Prado fue un establecimiento de Madrid situado en la calle del Prado esquina a la calle del León.[1]​ El primitivo local estuvo abierto desde 1868 hasta 1960, y fue uno de los puntos de reunión del mundillo cultural madrileño dada su proximidad al Ateneo de Madrid.[2][3]

Enclavado en un espacio urbano que ya en el siglo xvii ocupó el Mentidero de los Comediantes,[4]​ en el pequeño ensanche que apenas llegaba a plazoleta que existió en el chaflán que forma la entrada de la calle del León por la del Prado,[a]​ el primitivo café se abrió a finales del verano de 1868, pocos días antes de la Gloriosa, con puertas a la calle del León y a la del Prado. Era característica la decoración de sus techos con pinturas de querubines y pequeños ángeles.[5]​ Bajo aquel cielo de rancio regusto clásico, y además de la larga barra y las mesas, sillas y sofás, tuvo el café un pequeño escenario en el que ya en la década de 1870 tocaba el violín los domingos un joven Tomás Bretón, acompañado al piano por Teobaldo Power.[b]​ También ha quedado noticia de que aquellos músicos apenas conocidos entonces, recibieron un domingo la visita de un soberbio joven de diez años y larga melena, y que se presentó como Isaac Albéniz.[5]

Queda noticia de que el poeta Gustavo Adolfo Bécquer escribió allí algunas de sus Rimas y Leyendas. Y también pasaron por sus mesas el historiador Menéndez Pelayo y el nobel de medicina Ramón y Cajal, de cuya experiencia saldría su libro Charlas de café.[7][5]

En los locos años veinte madrileños, animaron sus tertulias y camarillas, algunos ilustres genios y vanguardistas como Luis Buñuel, Federico García Lorca o Rafael Barradas.[8]​ Entre sus últimos contertulios estuvieron el académico Melchor Fernández Almagro o el actor Manolo Gómez Bur, quien solía relatar la anécdota de la contundente y filosófica respuesta con la que el veterano camarero "Dionisio" contestaba al saludo "¿Qué hay, Dionisio?": "Mucho mal y mal repartido".[5]​ En la década de 1960 el vetusto local fue convertido en almoneda de un anticuario, pero a comienzos del siglo xx volvió a ocupar su espacio un nuevo café.[9]



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