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Canibalismo entre los mexicas



La existencia de antropofagia en Mesoamérica es objeto de acuerdo entre la mayoría de los historiadores, aunque no los motivos ni las proporciones de la misma. La teoría hegemónica supone que la antropofagia era ritual, inspirada por motivos fundamentalmente religiosos. Los mexicas solían cocinar el cuerpo de la persona sacrificada para preparar el platillo llamado tlacatlaolli y se repartía en un banquete.[1]​ En otras, se mataba a esclavos o «tlaaltitin», ofrecidos por comerciantes o artesanos con motivo de su propia fiesta religiosa. El cuerpo de la víctima era entregado al sacrificador, quien ofrecía una parte a las autoridades. Los muslos podían ser enviados al palacio real; las vísceras podían servir para alimentar a los animales del emperador: pumas, jaguares, serpientes. Con el resto del cuerpo el sacrificador organizaba un banquete. La porción de carne que consumía cada persona era reducida, aproximadamente media onza (unos 15 gramos). Según Sahagún, la carne era consumida por el anfitrión y por sus parientes.

La antropofagia en Mesoamérica fue descrita por los primeros europeos en los siglos XV y XVI, de hecho conforme al diccionario de la lengua española de la Real Academia Española la palabra “caníbal” ( de ‘’caríbal’’) se define como un adjetivo referido a nativos de las Antillas que eran considerados antropófagos.

En Mesoamérica, las crónicas de Indias relatan estos hechos de forma aterradora, como actos denigrantes e incomprensibles opuestos a la fe cristiana, y como una clara justificación para imponer la religión de los conquistadores españoles, pues consideraron que estos actos eran cosa del diablo. Las prácticas de guerra, el cautiverio de enemigos, las prácticas de desollar a los prisioneros de guerra, el derramamiento de sangre, el autosacrificio de sangre, los sacrificios humanos, y la antropofagia formaban parte de la vida cotidiana y de la complicada religión politeísta de muchas culturas mesoamericanas.

Los sacrificios humanos están documentados en la cultura maya, en cuanto a las prácticas de antropofagia se tienen pocos registros. Uno de ellos es el relato de Jerónimo de Aguilar quién junto a Gonzalo Guerrero, sobrevivió el naufragio del golfo de Darién. En agosto de 1511 sucedió un naufragio de expedicionarios que viajaban de la actual provincia de Darién hacia la isla de La Española, fueron sorprendidos por una tormenta, solo una veintena de expedicionarios sobrevivió en un batel, fueron arrastrados hacia el norte por la corriente del canal de Yucatán , finalmente tocaron tierra en la zona norte de la península de Yucatán donde fueron capturados por la tribu maya de los cocomes, de acuerdo con Aguilar cuatro de los compañeros, entre ellos el capitán fueron comidos por los nativos.

De acuerdo a las crónicas de la conquista, después de ganar batallas y someter a los pueblos indígenas, Cortés solía convencerlos de abandonar las prácticas de sacrificios humanos y antropofagia. Tuvo largas pláticas con los mayas de Cozumel, con los mayas chontales en Centla, con los totonacas de Cempoala, e incluso con sus más numerosos y fuertes aliados, los tlaxcaltecas. Las principales autoridades de la república tlaxcalteca, incluso fueron bautizados a la fe cristiana.

La matanza de Cholula y la matanza del Templo Mayor muchas veces han sido justificadas como castigos ejemplares para impedir los sacrificios humanos que practicaban cholultecas y mexicas. Sin embargo este castigo nunca se ejerció en contra de los tlaxcaltecas, evidentemente por la conveniencia de la alianza, durante el sitio de Tenochtitlan, se relataron los siguientes acontecimientos:

Fueron tres los intentos por conquistar la región del río Pánuco por parte del gobernador de Jamaica, Francisco de Garay, las dos primeras expediciones que estuvieron a cargo de Alonso Álvarez de Pineda y Diego de Camargo fracasaron y no fueron muy documentadas, la tercera expedición fue comandada personalmente por Garay, mientras el gobernador viajó a México para entrevistarse con Hernán Cortés, los soldados se amotinaron y hostigaron a los nativos huastecos robándoles gallinas, mantas y mujeres. La respuesta no se hizo esperar:

Después de este suceso, Cortés emprendió una fuerte campaña militar en la zona, en esta ocasión más por el deseo de venganza, que por ambición o conquista, pues la zona no era rica en minerales ni piedras preciosas, ni los nativos tenían grandes ciudades. El propio Díaz del Castillo hace mención de los gastos de campaña a manera de cuantificación de las pérdidas económicas.

Los chichimecas que en realidad eran un conjunto de diversos pueblos a los cuales se les atribuyó generalizadamente este nombre, también fueron registrados realizando prácticas de antropofagia:

La antropofagia en los mexicas ha sido la más estudiada después de la conquista de México. Al parecer los españoles no fueron testigos directos de esta actividad debido a las circunstancias del encuentro con este pueblo, sin embargo sí recibieron amenazas directas. Esto sucedió después de la matanza del Templo Mayor, los mexicas también se habían percatado de la prisión de Moctezuma Xocoyotzin, y se encontraban seriamente ofendidos por los hechos ocurridos:

Díaz del Castillo relató el hecho de forma semejante, pero durante el sitio de Tenochtitlan, en un momento posterior a la captura de los españoles que fueron sacrificados, y desollados en Tlatelolco: Mirad cuán malos y bellacos sois, que aún vuestras carnes son tan malas para comer que amargan como las hieles, que no las podemos tragar de amargor.[9]

Los cronistas de la conquista de México, testificaron las estrategias de combate de los mexicas, se percataron que el objetivo principal era la captura de guerreros enemigos y no necesariamente darles muerte en las batallas:

Como un segundo punto, los cronistas relataron que tras haber sido sitiada la ciudad de Tenochtitlan por más de noventa días, y encontrarse en circunstancias de hambruna, pues no tenían suministros de agua ni alimentos, los mexicas no recurrieron a la antropofagia como un recurso para apaciguar el hambre, López de Gómara, y Díaz del Castillo coincidieron en la observación:

Fue fray Bernardino de Sahagún uno de los primeros estudiosos de la religión y costumbres de los mexicas, escribió la Historia general de las cosas de la Nueva España basándose en investigaciones de primera mano de los nativos mexicanos, su obra está dividida en doce libros. En el siglo XX, Ángel María Garibay resalta la importancia de la obra de Sahagún para el conocimiento de las ideas religiosas del grupo racial náhuatl, y de toda Mesoamérica, debido a las grandes afinidades en los sistemas de creencias entre todos los pueblos, incluso la cultura maya fue influenciada por las culturas del altiplano en el período posclásico mesoamericano.

El segundo de los doce libros de la Historia general de las cosas de la Nueva España, se llama Que trata del calendario, fiestas y ceremonias, sacrificios y solemnidades que estos naturales de esta Nueva España hacían a honra de sus dioses y se detallan los sacrificios humanos que se realizaban cotidianamente y al menos en los meses de Tlacaxipehuliztili, Tepeihuitl, dedicados respectivamente a los dioses Xipe Tótec y Tláloc, las ceremonias incluían la práctica de antropofagia:

Particularmente para la ceremonia de Xipe Tótec, Sahagún describió que las víctimas que regularmente eran comidas eran cautivos de guerras, que se les mantenía prisioneros y con vida para ser sacrificados en el mes de Tlacaxipehuliztili:

Edward Payne en su History of the New World Called America, de 1892, especuló que los sacrificios humanos respondían a los deseos e intereses de las clases dominantes y afirmó que la ideología que motivaba el rito de ingerir la carne humana era producto de las condiciones materiales de existencia en la época.

En 1977, Michael Harner volvió a lanzar la vieja teoría de Edward Payne, afirmando que, frente a las grandes deficiencias proteínicas en la dieta de los habitantes del Valle de México, dada la ausencia de grandes mamíferos domésticos, las élites aztecas habían debido comenzar a comerse a los plebeyos[18]

El antropólogo Marvin Harris, autor del libro Caníbales y reyes ha insistido en que la carne de las víctimas era parte de la dieta aristocrática, como recompensa, dada la falta de proteínas en la dieta común. De acuerdo con él, la economía azteca no habría sido lo suficientemente generosa como para permitir alimentar a los prisioneros como esclavos, por lo cual éstos eran "carne en movimiento".

El profesor en París del Museo del Hombre, Christian Duverger, autor de un estudio sobre el sacrificio azteca, La flor letal, escribe: "Digámoslo para empezar: el canibalismo azteca no fue inventado íntegramente por los españoles para justificar su sangrienta conquista. Tampoco se le puede disimular tras una coartada mística, pues no es reducible a la antropofagia ritual [...]. ¡No! La antropofagia forma parte de la realidad azteca y su práctica es mucho más corriente y mucho más natural de lo que a veces se suele presentar." Y añade: "Abramos los códices: brazos y piernas surgen de una jarra colocada sobre el fuego; unos indios acurrucados devoran, a mano, la carne de los miembros de un sacrificado".[19]​ Sin embargo, Duverger pasa por alto que la imagen evocada del códice Magliabechiano (ver ilustración) representa al lado de los "indios acurrucados" que devoran carne humana a una deidad mexica y que este documento es un texto de mediados del siglo XVI cuyo contenido es de carácter fundamentalmente religioso.

No obstante, a principios de 2005 fue publicada una nota periodística, "Los aztecas sí eran caníbales; hallan en Ecatepec utensilios de cocina al lado de huesos humanos". La nota del periódico mexicano La Crónica, basada en Discovery Channel, dice que "los aztecas cocinaban, despellejaban y comían seres humanos, de acuerdo con afirmaciones de arqueólogos mexicanos, incluido el director del Museo del Templo Mayor".[20]

Ortiz de Montellano,[21]​ entre otros, ha presentado evidencia de que los aztecas tenían una dieta equilibrada y que la aportación nutricional del canibalismo no era muy efectiva. Los aztecas parecían poseer suficientes fuentes de proteínas, pues habían domesticado tres especies de animales para consumir su carne: guajolote, pato criollo (Cairina moschata) y perro. Además, aunque no domésticos, la gran cantidad de venado salvaje y otras fuentes de proteínas animales en la región reduce la credibilidad de la hipótesis que privilegia el canibalismo por razones alimenticias como explicación de los sacrificios aztecas. "La propia descripción de la forma de cocinar esta carne", dice Sophie D. Coe, "de la cual estaba ausente el chile, sugiere que no se trataba de una comida ordinaria sino de un rito religioso."[22]​ De acuerdo con Coe, Harner fue inducido al error porque el momento en el que escribió su artículo era el de la "gran locura proteínica" en los Estados Unidos, cuando algunos antropólogos medían a cada civilización dependiendo de la cantidad de proteínas animales que, en promedio, consumían los ciudadanos.

Michel Graulich declaró que: El banquete antropófago era un evento religioso y social muy importante. Se comía al muerto divinizado, se unía con él, pero también se trataba de una ocasión para invitar y honrar a familiares, para hacer relaciones con personajes importantes, para ganar prestigio, y en todo esto se podía gastar el producto de años de trabajo.[23]




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