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Carlos X de Francia



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Carlos X de Francia cumple los años el 9 de octubre.


¿Qué día nació Carlos X de Francia?

Carlos X de Francia nació el día 9 de octubre de 1757.


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La edad actual es 267 años. Carlos X de Francia cumplió 267 años el 9 de octubre de este año.


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Carlos X de Francia (Palacio de Versalles, 9 de octubre de 1757 - Gorizia, Iliria, 6 de noviembre de 1836) fue rey de Francia y de Navarra[3][4]​ entre 1824 y 1830. Fue el último rey borbón de Francia, y el último que tuvo una ceremonia de coronación.

Nieto de Luis XV y su esposa, la princesa polaca María Leszczyńska, e hijo menor de Luis, Delfín de Francia, quien nunca reinó, y de su esposa alemana, María Josefa de Sajonia. Carlos era hermano de Luis XVI, rey depuesto y ejecutado durante la Revolución francesa, y también del rey Luis XVIII, que reinó tras la caída de Napoleón. Ostentó el título de conde de Artois.

Fue bautizado el 19 de octubre de 1761, el día después del bautismo del futuro Luis XVI y el futuro Luis XVIII, con los nombres de Carlos Felipe por el arzobispo Carlos Antonio de La Roche-Aymon en la Capilla Real de Versalles en presencia de Jean-François Allart, sacerdote de la iglesia de Nuestra Señora de Versalles. Su madrina fue su tía Sofía de Francia y su padrino fue el rey Carlos III de España, representado por el futuro Luis XVI, su hermano.

El 16 de noviembre de 1773, contrajo matrimonio con María Teresa de Saboya (1756-1805), hija de Víctor Amadeo III de Saboya y de la infanta María Antonieta de Borbón. El matrimonio tuvo cuatro hijos:

Su hijo favorito era Carlos Fernando, quien se le asemeja mucho, tanto física como moralmente. El mayor, Luis Antonio, por el contrario, era tímido y sufría de miopía y tics nerviosos.

Carlos a diferencia de sus hermanos mayores que tenían tendencia al sobrepeso, era un hombre apuesto y atractivo, su esposa no era considerada bella y Carlos tuvo muchas amantes a lo largo de su vida, como por ejemplo con Luisa d'Esparbès de Lussan.

Exiliado de Francia incluso antes de la Toma de la Bastilla, el conde de Artois fue uno de los símbolos más notorios de la contrarrevolución, residiendo durante muchos años en Gran Bretaña hasta que la caída de Napoleón Bonaparte le permitió a su hermano Luis XVIII ascender al trono de Francia.

Durante el reinado de Luis XVIII de Francia, el futuro Carlos X representó la rama más extremista del conservadurismo, liderando en secreto el partido ultramonárquico (del cual se decía que era «más monárquico que el rey»). Al contrario que su hermano, el rey, quien se mostraba conciliador y perdonó a los partidarios de Napoleón Bonaparte, el conde de Artois abogaba por el castigo a los participantes de la Revolución, que daría lugar al llamado Terror Blanco.

Los ultramonárquicos fueron ganando poder progresivamente, y conforme más enfermo se encontraba el monarca, más poder delegaba en su hermano de Artois. La muerte de Luis XVIII y el advenimiento de Carlos X de Francia y de Navarra colmó las expectativas del partido.

A la muerte de Luis XVIII en 1824, Carlos X heredó el trono francés y fue coronado el 29 de mayo de 1825 en la Catedral de Reims. Sería esta la última coronación de un rey en Francia. El reinado de Carlos X estuvo marcado por las inmensas tiranteces con la burguesía francesa, y, en general, con las ramas más liberales del estamento político; las pretensiones absolutistas y ultramonárquicas de Carlos X no encontraban cabida en un sistema político formado, en su mayoría, por grupos políticos liberales, que era patente que tenían el apoyo popular suficiente para controlar la Cámara de Diputados, si bien el fraude electoral prevenía tal circunstancia.

La incomodidad del rey y de sus partidarios ultramonárquicos ante esta situación fue evidente desde el principio de su reinado, y los ultramonárquicos no dudarían en tratar de dominar la política francesa recurriendo al fraude electoral, al chantaje y al libelo, lo que causó un gran descontento entre la burguesía liberal y las clases populares; este descontento se puso de manifiesto cuando, en abril de 1827, Carlos X estaba pasando revista a la Guardia Nacional: los guardias no dudaron en proferir insultos y amenazas contra el rey, ante la impotencia de los oficiales, y Carlos X tuvo que huir precipitadamente. Días después, Carlos X, asustado por la posibilidad de que la Guardia Nacional lo derrocara, ordenó su disolución. Sin embargo, el episodio había dejado claro la débil posición de su monarquía, que fue incapaz de desarmar a la Guardia tras su disolución.

La política ultramonárquica de Carlos X se concretaba en las iniciativas legislativas desarrolladas por uno de sus principales apoyos, el primer ministro Jean-Baptiste de Villèle, que ejercía el cargo desde el reinado de Luis XVIII. Era sabido que las principales leyes promovidas por el primer ministro eran parte de una lista de leyes que Carlos X le había entregado al principio de su reinado, y que quería ver ratificadas por la Cámara de los Diputados y la de los Pares lo antes posible. Estas leyes, tremendamente impopulares, iban encaminadas a otorgar grandes poderes y privilegios a la nobleza y el clero, en detrimento del tercer estado; en definitiva, la iniciativa legislativa de Carlos X pretendía abolir los principales logros de la Revolución. En 1825 se aprobó una de las leyes más polémicas, destinada a indemnizar a todos aquellos nobles cuyas tierras habían sido expropiadas durante la Revolución. La ley Anti-Sacrilegio de ese mismo año convertía en delito penal cualquier ofensa cometida contra la Iglesia Católica; esta ley sería usada como instrumento de venganza política contra muchos políticos liberales.

No obstante, el episodio de la Guardia Nacional de 1827 puso de manifiesto el desgaste de Carlos X. En noviembre de ese año, el ultramonárquico Villèle perdía la mayoría parlamentaria, y fue desplazado del poder. El siguiente primer ministro, Jean-Baptiste de Martignac, era un político moderado a quien Carlos X detestaba. El rey planteó el ministerio de este como un mal pasajero, y no dudó en conspirar contra su primer ministro, que se vio forzado a dimitir en agosto de 1829. Martignac fue sucedido por el ultramonárquico Jules de Polignac, de escasa inteligencia política y amigo del rey; sin embargo, el ascenso de Polignac coincidió con las elecciones del 30 de agosto de 1829, en las que los ultramonárquicos perdieron cualquier posibilidad de controlar las cámaras legislativas. El abandono de las filas pro-monárquicas del conservador Chateaubriand, muy descontento con la elección de Polignac, dejó a éstos en minoría, por lo que Polignac y Carlos X maniobraron para no convocar a las nuevas cámaras hasta marzo de 1830, previendo iniciativas legislativas de tendencia liberal. En el ínterin, en enero de 1830, Carlos X declaró la guerra a Argelia debido a que el virrey Hussein Dey había expulsado al cónsul francés en la zona; con esta guerra Carlos X esperaba distraer la atención del público de la situación política interna.

Finalmente, el 2 de marzo de 1830, Carlos X tuvo al fin que convocar a las Cámaras para inaugurar la legislatura. En su discurso inaugural ante las mismas se esperaba que Carlos X se mostrara moderado y conciliador, pero, en vez de eso, hizo un panegírico de su política, justificando la elección de Polignac como primer ministro y obviando el talante eminentemente liberal de las nuevas cámaras. Estas vieron en el discurso del rey una provocación a la que respondieron el 18 de marzo votando un decreto que exigía que el gabinete y los ministros del rey contaran con la aprobación de las cámaras. El día anterior, conociendo la inminente iniciativa, el rey y su gobierno había convocado elecciones generales para julio, y el 19 de marzo Carlos X disolvía las cámaras. El descontento popular fue inmenso.

Previendo una derrota electoral, Carlos X no dudó en tratar de manipular las elecciones, que comenzaron el 23 de junio: el 6 de julio, viendo que su situación política era muy precaria, el rey fue urgido por Polignac a que invocara el Artículo 14 de la Constitución, que permitía suspender la misma ante una situación de emergencia, otorgando poderes extraordinarios al monarca. Mediante el ejercicio de los poderes de emergencia, Carlos X pretendía convocar unas nuevas elecciones y manipular los resultados a su favor, lo cual exigía, en primera instancia, poder nombrar prefectos provinciales afines al partido ultramonárquico. Si se hubiera limitado a esto, el auto-golpe de estado de Carlos X pudiera haber tenido éxito; sin embargo, aconsejado por Polignac, el consejo de ministros redactó las Ordenanzas de Julio, un conjunto de cuatro ordenanzas encaminadas a abolir la libertad de prensa, disolver la nueva cámara de diputados, alterar el sistema electoral y convocar nuevas elecciones para septiembre. Polignac creía que de este modo el éxito del golpe estaba garantizado.

Carlos X firmó las ordenanzas en el Château de Saint-Cloud el 25 de julio, creyendo así zanjada la crisis política que él mismo había iniciado. Las ordenanzas fueron publicadas por el Moniteur (el boletín oficial del estado) el 26 de julio, causando una profunda sorpresa en París. Aunque en un primer momento pareció que el pueblo no iba a reaccionar ante ellas, pronto se demostró lo contrario: la prensa liberal, encabezada por el periodista Adolphe Thiers, y que iba a ser abolida de facto gracias a las ordenanzas, comenzó a llamar a la resistencia contra las pretensiones del monarca. El 26 de julio, a la tarde, una inmensa multitud comenzó a reunirse en los jardines del Palais-Royal, un lugar simbólico desde la Revolución francesa. Los gritos de "¡Abajo los Borbones!" y Viva la Constitución se sucedieron; esa noche, la policía cerró los jardines del Palais Royal, y la muchedumbre, furiosa, se reunió en las calles adyacentes, dando comienzo a los disturbios. La mañana del 27 de julio la policía clausuró los periódicos que continuaban publicando; cuando la noticia llegó a la muchedumbre, esta tomó de nuevo los jardines del Palais Royal; Carlos X, temeroso de la revuelta, ordenó a los soldados allí apostados que disolvieran a la muchedumbre. Ante los disparos que esta hacía contra ellos, el ejército abrió fuego. Se sucedieron los disturbios, y los comercios del Palais Royal fueron saqueados. El 28 de julio el pueblo de París comenzó a montar barricadas en las calles. El mariscal Marmont, a quien Carlos X había puesto al mando de la situación, urgió al monarca a reconciliarse con el pueblo derogando las ordenanzas; Carlos X se negó, al tiempo que los hombres de Marmont, simpatizantes de la causa del pueblo, comenzaban a desertar. La situación de Marmont era precaria; Carlos X había ordenado abrir fuego contra la muchedumbre, pero esta, armada y parapetada tras las barricadas de las estrechas calles del centro, lo obligó a retroceder con los restos de su tropa hasta el Palacio de las Tullerías.

Mientras tanto, la Cámara de Diputados se reunió el 28 de julio en casa de Audrey de Puyraveau, y envió una delegación a Marmont pidiéndole que urgiera de nuevo al rey a abolir las ordenanzas. Marmont trató de convencer a Polignac, que se encontraba en las Tullerías, pero este se negó. Viendo lo insostenible de la situación, Carlos X culpó a sus ministros de ella y los destituyó esa misma tarde; con esto perdía, sin pretenderlo, el apoyo del partido ultramonárquico. De esta manera, el rey se quedó políticamente aislado, y, ante la revuelta, se hizo patente el fin de su reinado. Viendo al rey como a un cadáver político, la Cámara de Diputados, reunida el 30 de julio, en casa de Jacques Lafitte y después en el Palais Bourbon, no reconoció autoridad alguna al rey y decidió invitar a Luis Felipe de Orleans, hijo de Felipe Igualdad, y partidario de la causa liberal y burguesa, a desempeñar el cargo de Lugarteniente General del Reino, con el beneplácito de la Cámara de los Pares.[5]​ Se imprimieron panfletos promoviendo el ascenso de Luis Felipe y los distribuyeron entre la muchedumbre, encantada de ver cómo la autoridad del gobierno de Carlos X se derrumbaba.

El rey se vio forzado a huir de Saint-Cloud la mañana del 31 de julio, mientras una turba se acercaba con la intención de saquear el palacio. Tomando refugio en Versalles, trató de salvar su gobierno en el momento en que Luis Felipe entraba en París y aceptaba el cargo de Lugarteniente General del Reino que le ofrecía la Cámara de Diputados.[6]​ Los apoyos a Carlos X se habían esfumado, y el monarca se mostraba incapaz de entender que había sido desplazado del trono. El 2 de agosto la revuelta lo obligó a refugiarse en Rambouillet; ese mismo día, tres regimientos de la Guardia Real, el único cuerpo que había permanecido leal al rey, lo abandonaron. Perdida toda esperanza, y sin protección ante la muchedumbre amenazadora, ese día Carlos X abdicó y obligó a su hijo el Delfín Luis Antonio de Borbón, Duque de Angulema, a hacer lo propio en favor de su sobrino Enrique de Artois, duque de Burdeos, y un muchacho de 12 años en aquel momento. El "ex-rey" envió una carta a su primo Luis Felipe, pidiéndole que proclamara rey al duque de Burdeos:

El Delfín, que comparte mis sentimientos, renuncia también a sus derechos en favor de su sobrino.

Debéis, en vuestra calidad de lugarteniente general del reino, hacer proclamar el ascenso de Enrique V al trono. Por otra parte, tomaréis todas las medidas que os correspondan para ajustar las nuevas formas de gobierno durante la minoría del nuevo rey...

Luis Felipe de Orleans comunicó la abdicación y renuncia a las Cámaras el 3 de agosto, y lejos de proclamar rey al duque de Burdeos, procedió a expulsar de Francia a la familia de Carlos armando al pueblo de París.[7]​ Las Cámaras, por su parte, reelaboraron la Carta Constitucional de 1814, declarando el trono vacante y procediendo a elegir a Luis Felipe de Orleans como nuevo rey, quien fue proclamado rey como Luis Felipe I, Rey de los franceses el 9 de agosto.[8]

El 16 de agosto, la antigua familia real se embarcó para Inglaterra a instancias de Luis Felipe, que garantizó un salvoconducto para ellos. El gobierno inglés, enojado por la actitud de Carlos X, le informó de que sólo se le permitiría residir en el Reino Unido como un ciudadano privado. Se le permitió residir en Dorset, donde el monarca derrocado fue acosado por los acreedores que le habían prestado grandes sumas de dinero durante su primer exilio en Inglaterra, en tiempos de la Revolución. Aunque disponían de una pequeña fortuna que, por si acaso, Carlos X había colocado en la Banca Inglesa, la situación en Inglaterra era tremendamente incómoda. Abandonó Inglaterra en octubre, y se refugió en Edimburgo (Escocia), donde vivió durante 1831 acosado esta vez por algunos miembros de su familia, que pretendía que cediera la Regencia en el exilio a la duquesa de Berry, madre de Enrique V. En 1832 aceptó la invitación del emperador Francisco I de Austria para vivir en Praga, donde comenzó a recibir a muchos legitimistas borbónicos que habían huido de Francia tras la Revolución de Julio. Sus últimos años los pasó en territorio austro-húngaro, conspirando de manera torpe y pública a favor de la causa de la Casa de Borbón.

Tras haber vivido en el castillo de Hradchin, en Praga, Carlos X murió, afectado de cólera, en Gorizia, Iliria en 1836. Se encuentra enterrado junto a su hijo mayor, Luis Antonio de Borbón (Luis XIX) en la cripta de la iglesia del monasterio franciscano de Kostanjevica (Nova Gorica, Eslovenia). Junto a sus sarcófagos, fabricados en mármol, se puede ver una placa de piedra negra que reza así:

Lo que se puede traducir al español como:




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