El carriel es un tipo de bolso o cartera de cuero de uso masculino en la región paisa colombiana desde los tiempos de la Colonia. Es una prenda de vestir distintiva de los señores antioqueños, totalmente exclusiva de las comarcas paisas (algo así como el sombrero mexicano lo es para México o los cuchillos gaúchos lo son en el sur de Brasil). Se utilizó ampliamente para la supervivencia de los arrieros, y una de sus características es que suele tener numerosos bolsillos y compartimientos, algunos llamados "secretos".
El carriel fue de uso bastante popular cuando Antioquia, (Colombia), era una región mayoritariamente agraria, pero el proceso de urbanización nacional hizo que el carriel quedara en cierta manera relegado al uso campesino. Sin embargo, adquirió con los años un fuerte sentido de pertenencia, simbólico - cultural, en la región paisa de Colombia y en la identidad histórica paisa.
El carriel antioqueño tuvo sus inicios en Envigado y así fue llevado y apropiado por Jericó y Amalfi.
No está claro el origen etimológico de la palabra carriel. Puede provenir de varios orígenes: del francés Cartier, que significa bolso de cazador, o también, por evolución lingüística, de la expresión inglesa Carry all (carga todo).
Otra posibilidad es que la expresión carriel tuviese un origen hebreo, o sea, que fuera un hebraísmo. La terminación "El" (Dios), es típica en el idioma hebreo, tal como sucede por ejemplo con los nombres Rafa-El, Gabri-El, Migu-El, etc.
Podrían surgir entonces los conceptos hebreizados de "cargar", Carr-I-El, "cargar o llevar", o Guarn-I-El (guarniel), "guardar", vocablo este último que se utiliza indistintamente en Antioquia para referirse a esta prenda.
Para Ángel Rosenblat "procede del antiguo carniel que Rufino José Cuervo documenta en un texto español de 1471, en las Cartas de relación de Hernán Cortés y en la Historia de las Indias de Gonzalo Fernández de Oviedo".
La apariencia, el frente, la tapa, o la "fachada" del carriel paisa que se observa a primera vista está confeccionada con piel de animal sin pelar. En un auténtico carriel paisa son imprescindibles los pelos o la pelambre de la piel, por demás muy bien peinados, y las imitaciones de carriel carentes de pelambre no tienen sentido con relación a la prenda típica original antioqueña.
En los carrieles antioqueños originales la piel y la pelambre de la fachada solían ser de nutria o tigrillo; también, en alguna época se utilizaron fachadas de león (puma), tigre y (jaguar). Sin embargo últimamente, por razones ecológicas para la preservación de las especies animales salvajes, las fachadas del carriel se están elaborando con piel de ternero, la cual conserva la presentación fundamental de la prenda sin necesidad de cazar fauna salvaje para la fabricación del carriel.
La bolsa, o carriel propiamente dicho, pende desde el hombro izquierdo mediante una reata, o correa, de unos cuatro centímetros de ancha, fabricada en cuero delgado y recubierta necesariamente con un distintivo charol. En los carrieles finos, las correas de colgadura van adornadas con ojaletes y chapas metálicas, y con dibujos elaborados con hilos de colores, usualmente verdes, amarillos y rojos.
Los carrieles o guarnieles que se usaban en un principio, tenían por lo general dos o tres bolsillos únicamente; éstos fueron aumentando con el tiempo hasta llegar a límites de dieciocho bolsillos.
Un carriel moderno no tiene más de nueve bolsillos, contando las tres "cretas", o bolsillos disimulados entre los forros.
El carriel es usado por los arrieros, campesinos y pueblerinos de toda Antioquia, lo mismo en las tierras frías que en las calientes. Cada uno lleva en el carriel los utensilios que considera necesarios para su vida cotidiana, ya sea por verdadera necesidad, o por agüero.
Por tanto, no van las mismas cosas en el carriel del aserrador, que en el del guaquero, ni los mismos utensilios se encuentran en el carriel o guarniel del ganadero que en el del arriero. El que más cosas carga en el carriel, por la índole misma del oficio, es el arriero. En el carriel de un arriero, según reza la tradición popular, debe haber los objetos necesarios para desvararse en el camino, algunos dicen cincuenta, otros ciento uno, pero realmente es todo cuanto le quepa y le sirva al arriero; algunos de esos objetos son:
Los carrieles o guarnieles más famosos han sido tradicionalmente los Jericoanos, los Envigadeños y los Amalfitanos.
El carriel se puede equiparar con el morral de los pastores europeos, la bolsa de los señores feudales o la mochila indígena, que en el caso de Antioquia evolucionó para satisfacer las necesidades de los campesinos, comerciantes y arrieros de la región paisa de Colombia, haciéndose más robusta para resistir el pesado uso diario.
Los primeros carrieles de Antioquia eran de tela o de cuero y tela, y llevaban bordado el nombre del dueño en la tapa.
Del poema A Los Arrieros de Carlos Alberto Valle; aparte al Carriel Paisa:
En grato nido de amores, donde el alma feliz recrea;
sobre una montaña de granito, laboriosos artesanos,
forjan con empeño el corazón de la raza montañera,
¡guarnición de cuero!, bordada en hilos de mil colores.
Blasón heráldico de sin numerosos bolsillos,
todos los secretos están guardados en tu piel,
es emblema del arriero, elegancia y honradez,
es corazón, porque no sabe vivir sin un carriel.
Cuántos bolsillos con un sinnúmero de utensilios
fieles amigos en la vida del arriero; pipa, tabacos,
clavos de errar, barbera y hasta juegos de azar
todo cuanto quepa y le sirva en el arduo trabajo.
Como resplandece el alma con un guarniel terciado
y al solo roce de la piel, se siente el fruir de los abuelos,
quienes imploran con insistencia desde la inmortalidad,
sin pena y con gloria, portar al guarda de sus secretos.
Sobre los fuelles aún habitan agradables recuerdos,
recuerdos de colonización, de grandes conquistas,
de amores furtivos y duraderos y al mirar del espejillo
en las sombras reluce la mirada picarilla de un abuelo.
Al extender de la mano, en el acto de terciar un carriel;
cruzando la correa sobre el hombro; un padre, un abuelo;
nos abraza con fervor y una lágrima recorre sus mejillas,
viendo el existir no tan vano y que persista la tradición…
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