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Cien famosas vistas de Edo



Cien famosas vistas de Edo (名所江戸百景 Meisho Edo Hyakkei?) consiste en una serie de grabados realizados por el pintor japonés Utagawa Hiroshige entre 1856 y 1858. A pesar del título de la obra, que indica una cantidad de 100 trabajos, en total se cuentan 119 grabados, confeccionados todos ellos mediante la técnica de la xilografía (grabado en madera). La colección pertenece al estilo ukiyo-e, un género de grabados sobre temas populares destinados a la clase media urbana japonesa que se desarrolló en el Período Edo (1603-1868). Algunas de las estampas fueron finalizadas por su discípulo, Utagawa Hiroshige II, que durante un tiempo usó dicho seudónimo para firmar algunas de sus obras y que además era también hijo adoptivo del maestro.

Hiroshige fue un gran paisajista, uno de los mejores de su tiempo, plasmando en imágenes de forma lírica y emotiva los lugares más bellos y renombrados de Japón, especialmente de su capital, Edo —actual Tokio—. En esta serie de obras presentó a los lugares más emblemáticos de la ciudad, recientemente reconstruida tras un devastador terremoto acaecido en 1855. Sin embargo, Hiroshige no mostró los efectos de la destrucción, sino que mostró la urbe de forma idealizada y optimista, pretendiendo infundir a la población un estado de ánimo vitalista y jovial. Al mismo tiempo, la serie ofrecía al público un aspecto de actualidad, de gaceta donde vislumbrar las novedades en la reconstrucción de la ciudad. Las estampas presentan también escenas sociales, ritos y costumbres de la población local, aunando el paisaje con la descripción pormenorizada de personas y ambientes locales de gran diversidad.[1]

Durante el período Edo, Japón estuvo gobernado por el Shogunato Tokugawa, que cerró el país a todo contacto exterior a través del sakoku: los cristianos fueron perseguidos y los comerciantes europeos, expulsados. Este período supuso una etapa de paz y prosperidad tras las guerras civiles acaecidas en él durante los siglos XV y XVI: entre 1573 y 1603 (Período Azuchi-Momoyama), quedando unificado por Oda Nobunaga, Toyotomi Hideyoshi y Tokugawa Ieyasu, que eliminaron a los daimyō (señores de la guerra de origen feudal) y crearon un estado centralizado. La capital se estableció en Edo (江戸 estuario?) —el anterior nombre que recibía la ciudad de Tokio—, que creció con gran rapidez, especialmente tras su reconstrucción en 1657 debido a un gran incendio que la destruyó casi por completo. En 1725 era la ciudad más populosa del mundo, con más de un millón de habitantes. En el momento de la publicación de la serie de Hiroshige, contaba con una población de casi dos millones de censados, así como con una superficie de unos 80 km² de extensión.[3]

Edo se convirtió en el núcleo de una próspera clase media: pese al sistema de vasallaje, proliferó el comercio y la artesanía, dando lugar a la aparición de una clase burguesa que fue creciendo en poder e influencia, y que se dedicó al fomento de las artes, especialmente grabados, cerámica, lacas y productos textiles. Así, cobró un gran auge el grabado en madera, surgiendo una importante industria en núcleos urbanos especializada en textos ilustrados y estampas. Inicialmente eran grabados en tinta negra sobre papel coloreado a mano, pero a mediados del siglo XVIII surgió la impresión en color (nishiki-e).[4]

Panorama de Edo, 1865 o 1866. Fotografía de Felice Beato.

La escuela ukiyo-e (浮世絵 «estampas del mundo flotante»?) destacó por la representación de tipos y escenas populares. Desarrollada alrededor de la técnica del grabado –principalmente xilografía–, fue un estilo de corte laico y plebeyo, eminentemente urbano, que inspirándose en temas anecdóticos y escenas de género les otorgaba un lirismo y una belleza extraordinaria, con una sutil sensibilidad y un gusto refinado de gran modernidad.[5]​ Con la llegada de la paz tras las guerras civiles y el auge de una clase burguesa en las grandes ciudades —principalmente en Edo—, la nueva prosperidad se tradujo en un aumento del consumo de arte, especialmente de las estampas que retrataban la vida urbana y los ambientes de ocio y entretenimiento: casas de , geishas, actores de kabuki, luchadores de sumo, etc. Fue una época lúdica, donde se valoraba el esparcimiento, la diversión y la relajación, y todo aquello que hiciese la vida agradable. La sensación de flotar en una nube, de dejarse llevar por el placer, marcó el sentimiento de hedonismo que afloró en la gente, de ahí el nombre ukiyo-e: «estampas del mundo flotante».[nota 1]​ Este estilo tuvo un gran éxito entre las clases medias de Edo, que consumían con avidez las estampas que retrataban de forma sencilla y amena, pero a la vez artística y estética, a la ciudad, los ambientes y a las personas que conocían y que les resultaban agradables.

Su fundador fue Hishikawa Moronobu, al que siguieron figuras como Okumura Masanobu, Suzuki Harunobu, Isoda Koryūsai y Torii Kiyonobu, fundador de la escuela Torii. Varios artistas se especializaron en la reproducción de los actores del teatro popular japonés kabukiyakusha-e (役者絵 «cuadros de actores»?)–, entre ellos Torii Kiyomasu, Torii Kiyomitsu y, sobre todo, Tōshūsai Sharaku. Otro género bastante corriente fue el bijin-ga (美人画 «cuadros de mujeres hermosas»?), que representaba a geishas y cortesanas en actitudes íntimas y escenas de tocador, con gran detallismo, principalmente en sus ropajes, como se denota en la obra de Torii Kiyonaga, Kitagawa Utamaro y Keisai Eisen. Otra variante fue el shunga (春画 «estampas primaverales»?), de contenido más explícitamente erótico. El paisajismo fue introducido por Utagawa Toyoharu –fundador de la escuela Utagawa, a la que perteneció Hiroshige–, que aplicó la perspectiva occidental al paisaje japonés, seguido por la excepcional obra de Katsushika Hokusai.[6]

Utagawa Hiroshige (歌川広重?)[nota 2]​ (1797-1858) fue uno de los últimos y mejores representantes de la escuela ukiyo-e.[7]​ Discípulo de Utagawa Toyohiro, se inició en los géneros yakusha-e y bijin-ga, aunque posteriormente se especializó en el paisajismo, generalmente en formato de grabado. También aprendió los estilos de las escuelas Kanō y Maruyama-Shijō. Su estilo se caracterizó por un gran realismo y por el reflejo de la vida cotidiana y de la gente popular, así como por la aplicación de una gran sensibilidad en el tratamiento atmosférico de sus obras y de la plasmación en imágenes de estados de ánimo. Supo captar de forma magistral la luz de diferentes horas del día, y los cambios sucedidos en la naturaleza en el transcurso de las estaciones. Reflejó a la naturaleza de una forma lírica y evocadora, con un cierto romanticismo y con una gran sensibilidad para plasmar su belleza efímera. A menudo introdujo poemas en sus imágenes –con una delicada caligrafía–, reflejo de su excelente formación tanto literaria como artística. Trabajó preferentemente en series de grabados, como Cincuenta y tres etapas de la ruta de Tōkaidō (1833), Famosas vistas de Kyōto (1834) y Sesenta y nueve estaciones del Kisokaidō (1839). A lo largo de toda su vida realizó unas 5.400 xilografías, que le convirtieron en un maestro indiscutible del ukiyo-e.[8]

Las estampas de Hiroshige tuvieron una gran acogida en Occidente –donde surgió la moda del japonismo–, llegando a influir en la obra de varios artistas: queda evidenciado en algunas obras de los años 1870 de James Abbott McNeill Whistler, como Thames set y Pinturas nocturnas. También impresionó en gran medida al pintor holandés Vincent van Gogh, que realizó copias de varias obras de Hiroshige, como Japonaiserie: Puente bajo la lluvia (1887) –copia de El puente Ōhashi en Atake bajo una lluvia repentina– y Japonaiserie: Ciruelo en flor (1887) –copia de Jardín de ciruelos en Kameido–. Van Gogh llegó a decir en 1888: «con ojos japoneses se ve más; se siente el color de un modo distinto».[9]​ La obra de Hiroshige fue asimismo ampliamente difundida por la revista Le Japon Artistique (1888-1891), editada por Samuel Bing.[10]

La serie Cien famosas vistas de Edo fue realizada por Hiroshige entre 1856 y 1858 –años Ansei 3 a Ansei 5 en el calendario japonés–.[nota 3]​ Comprende un total de 119 estampas sobre paisajes y lugares emblemáticos de Edo –el antiguo nombre de Tokio–. Este proyecto fue uno de los más ambiciosos y el último en relevancia de la producción de este artista. Con él, el afamado seguidor de la escuela ukiyo-e pretendió reflejar los cambios sufridos por la capital nipona durante esos últimos años, en que el progreso y la modernidad avanzaban vertiginosamente destruyendo las costumbres y tradiciones ancestrales de Japón. En 1853, el bloqueo naval del comodoro estadounidense Matthew Perry obligó al emperador a abrir Japón a Occidente. Posteriormente, en 1855, Edo sufrió un gran terremoto (de magnitud 7,1), que provocó una gran destrucción, con un saldo de 10.000 fallecidos y unos 16.000 edificios destruidos. Estos cambios en la fisonomía de la ciudad fueron los que quiso reflejar Hiroshige en su serie.

En el momento de realizar esta obra, Hiroshige se hallaba en la cumbre de su carrera: en 1856, al cumplir sesenta años, realizó el ritual budista de afeitarse la cabeza, iniciando la vida de monje. Recibió el encargo de Sakanaya Eikichi, un editor que quiso reflejar los cambios acaecidos en Edo tras el terremoto. Hiroshige plasmó esta idea en más de cien vistas sobre los lugares más conocidos y pintorescos de la ciudad. Buscó sobre todo imágenes insólitas, enfoques novedosos, con perspectivas poco usuales, como imágenes partidas por un marco vertical, o bien medio tapadas por un objeto cotidiano que se sitúa entre el fondo y la vista del espectador. Estas vistas tuvieron una exitosa acogida –de cada grabado se realizaron de 10.000 a 15.000 ejemplares–, aunque desgraciadamente la serie quedó interrumpida por la muerte del autor en una epidemia de cólera, en 1858. Finalmente, algunos de los grabados que no llegaron a ser finalizados por el maestro, fueron terminados por su discípulo Utagawa Hiroshige II.[12]

La serie la realizó en formato ōban –formato grande, aproximadamente 39,5 x 26,8 cm–,[nota 4]​ y empleó la técnica nishiki-e, un tipo de cromoxilografía introducido en el siglo XVIII (hacia 1765) que permitió el grabado en color. Dentro de la normativa gubernamental, tuvo que ajustar sus trabajos para que pasasen la censura –según un edicto de 1790 todas las obras debían cumplir la política de limitación del lujo, así como no contener material políticamente sensible– en diversas fases: el primer año (1856) presentó 37 estampas; en 1857, 71; y, en 1858, el año de su muerte, 7. Según parece, la idea del autor y el editor era finalizar la serie en julio de 1858, y dos estampas de ese mes llevan el título de Complementos entretenidos de las cien vistas de Edo (Edo hyakkei yokyō); pero al mes siguiente presentaron otras tres estampas bajo el título habitual. Estas 115 xilografías se completaron en octubre de 1858 con otras tres estampas, aprobadas por los censores tras la muerte del artista, probablemente obras de Hiroshige II a petición del editor. Se encargó entonces el índice a Baisotei Gengyo (1817-1880), afamado diseñador de portadas. Por último, en 1859 Hiroshige II realizó una última lámina para celebrar su ascenso a la categoría de maestro, sellado ante el censor en abril de 1859.[3]

Las estampas fueron agrupadas según las estaciones del año, como se indica en el índice: 42 estampas de primavera, 30 de verano, 26 de otoño y 20 de invierno.[nota 5]​ Aunque con la edad había perdido cierta fuerza expresiva presente en obras anteriores, esta serie rebosa de un intenso colorido y una gran sensibilidad emotiva, muestra de la vinculación especial con el paisaje de su ciudad natal. A lo largo de las diversas estampas empleó numerosas técnicas que había ido aprendiendo a lo largo de su vida: karazuri, técnica de grabado realzado en que se imprime sobre el papel una plancha sin tinta, para que quede impreso el relieve; atenashi-bokashi, técnica que mezcla un líquido con la tinta y se reparte por toda la superficie, ideal para el agua y las nubes; kimekomi, técnica por la que se presiona una plancha sobre el papel, para líneas y contornos; y kirakake, grabado brillante, realizado con dos planchas, una de color y otra de cola de huesos, sobre las que se coloca el papel, que posteriormente es rociado con polvo de mica.[13]

En estas imágenes Hiroshige presenta el paisaje bajo el prisma de la emotividad, describiendo la realidad de una forma subjetiva, interpretada según la visión del artista. Es una naturaleza evocadora, que muestra el transcurso del tiempo y lo efímero de la vida y la belleza, siguiendo el concepto zen de transitoriedad (mujō). Para los japoneses existe una innata relación entre el arte y la naturaleza, que es reflejo de su vida interior, y la sienten con un delicado sentimiento de melancolía, casi de tristeza (mono-no-aware), como queda patente en la fiesta del Hanami, basada en la contemplación de los cerezos en flor. El autor engloba los paisajes en encuadres insólitos, que favorecen una cierta sensación de perspectiva, aunque sin usar la perspectiva lineal occidental –que sin embargo conocía y usó esporádicamente, sobre todo en la recreación de teatros kabuki–. Generalmente incluye pequeñas figuras humanas inmersas en la grandiosidad de su entorno, junto a animales y objetos en forma de elementos anecdóticos, a veces con un cierto tono satírico y humorístico, pero denotando un gran respeto por el pueblo llano y por la vida y las costumbres ancestrales de Japón.[14]

Por lo general, todas las xilografías contienen tres cartelas: en la esquina superior derecha, en rojo, el título de la serie (Meisho Edo hyakkei), en el mismo formato que una hoja de poesía tanzaku; al lado, el título de cada estampa, en formato de hoja de poesía shikishi; y en la esquina inferior izquierda, también en rojo, el nombre del autor, Hiroshige. Fuera del marco de la estampa, en el margen inferior izquierdo, aparece frecuentemente el sello del editor, Sakanaya Eikichi, a veces con su dirección (Shitaya Shinkuromonchō), y a veces abreviado como «Shitaya Uoei» (donde Uoei corresponde a Uoya Eikichi, un nombre alternativo por el que era también conocido el editor). También fuera del marco, pero arriba a la derecha, se suele situar el sello del censor, aratame («examinado»), generalmente con la fecha, representada por el signo del año: 1856 fue el año del dragón (tatsu), 1857 de la serpiente (hebi) y 1858 del caballo (uma).[15]



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