El Concierto para piano y orquesta n.º 4 en Sol mayor, Opus 58 de Ludwig van Beethoven fue compuesto entre 1805 y 1806; de él no existen copias autógrafas.
La obra está escrita para un piano solo y una orquesta que contiene: 1 flauta, 2 oboes, 2 clarinetes, 2 fagots, 2 cornos, 2 trompetas, timbales y cuerdas. Como es usual en el concierto clásico, tiene tres movimientos:
El concierto para piano se estrenó en marzo de 1807 en un concierto privado que tuvo lugar en la casa del príncipe Joseph Franz von Lobkowitz, junto con la Obertura Coriolano y la Sinfonía n.º 4. Sin embargo, el estreno público no fue hasta el 22 de diciembre de 1808 en el Theater an der Wien de Viena de nuevo con Beethoven al piano. Este fue parte de un concierto «maratón» que fue la última aparición pública de Beethoven como solista con orquesta, y además también fue el estreno de su Fantasía para piano, orquesta y coro, Op. 80, Quinta y Sexta sinfonías. También se representaron el aria Ah, pérfido! y tres movimientos de la Misa latina en sol bemol Op. 86. Beethoven dedicó el concierto a su amigo, alumno y patrón el Archiduque Rudolf de Austria. Un comentario en el Allgemeine Musikalische Zeitung de mayo de 1809 dice que «[este concierto] es el más admirable, singular, artístico y complejo concierto que Beethoven haya escrito». Empero, después de su estreno la obra fue olvidada hasta 1836, cuando fue reflotada por Félix Mendelssohn.
Emil Ludwig, el más importante biógrafo de Beethoven, lo considera también el «más perfecto concierto para solo instrumento jamás compuesto».
El primer movimiento comienza con un solo de piano,acordes simples en la tónica principal antes de modular a la dominante. Sorprendentemente, la orquesta entra entonces en Si mayor, lo que crea un cambio a un acorde de tercera que se revela en sí como un motivo del primer movimiento.
que tocaFranz Liszt caracterizó el segundo movimiento como un diálogo entre el piano (Orfeo) y las Furias, representadas por las cuerdas al unísono. El piano, tocando casi siempre ad una corda acentúa el carácter soñador de sus respuestas. Su quieto final en Mi menor se enlaza sin pausa con los acordes de Do mayor que comienzan el finale.
El tercer movimiento es un Rondó con un tema muy rítmico, diferente en su carácter de aquel del primer movimiento, más en tono de diálogo y calmado.
Este concierto tiene dos cadencias, hacia el final del primer movimiento y hacia el final del último movimiento. Numerosos compositores e intérpretes han escrito sus propias cadencias para este concierto, como el propio Beethoven, Eugen d'Albert, Hans von Bülow, Ferruccio Busoni, Samuil Feinberg, Leopold Godowsky, Wilhelm Kempff, Nikolai Medtner, Ignaz Moscheles, Anton Rubinstein, Johannes Brahms, Clara Schumann, Camille Saint-Saëns, o Glenn Gould.
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