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Contrarrevolución de Córdoba



¿Dónde nació Contrarrevolución de Córdoba?

Contrarrevolución de Córdoba nació en Argentina.


La contrarrevolución de Córdoba fue el intento fallido promovido en Córdoba por las autoridades de la intendencia de Córdoba del Tucumán y el exvirrey del Río de la Plata, Santiago de Liniers, quienes se opusieron a la Revolución de Mayo de Buenos Aires y se dedicaron a organizar un ejército para rechazar la expedición auxiladora militar enviada por la Primera Junta para hacer reconocer su autoridad en las provincias del interior del virreinato del Río de la Plata y que culminó con el fusilamiento de sus cabecillas y el completo control del noroeste de la actual Argentina por la junta provisional de Buenos Aires.

Desde que asumió el virreinato en 1809, Baltasar Hidalgo de Cisneros había intentado enviar al exvirrey Santiago de Liniers a España por los problemas que a su gobierno podría producir el amor y odio que este había generado en su gestión. Para aliviar estas tensiones, Liniers propuso trasladarse a Mendoza y permanecer allí hasta tanto el gobierno central decidiera sobre su destino. La audiencia y Cisneros autorizaron su traslado “directo” pero Liniers se detuvo en Córdoba, decisión que a posteriori comunicó confidencialmente a Cisneros. A fines de agosto de 1809, Cisneros lo recriminó en forma afectuosa pero resentida por esta actitud que afectaba su autoridad.[1]

De todas maneras Liniers no se movió de Córdoba. Temía por su persona si viajaba a España en plena guerra contra los franceses. Más tarde hasta planeó la alternativa de cumplir las ordenes de Cisneros, pero detenerse en la isla Madera, lugar intermedio, y desde allí enviar un emisario a la península para ver qué pasaba. Dando señales de querer afincarse en la provincia, el 3 de febrero de 1810, compró una estancia en Alta Gracia que había pertenecido a los jesuitas. Su apoderado y amigo Francisco Antonio de Letamendi garantizó y justificó la operación ante la administración del gobierno cordobés diciendo que en las difíciles circunstancias económicas producidas por la presencia creciente del comercio británico era importante poner en producción terrenos para producir alimentos. Opinaba, y suponía que Liniers pensaba lo mismo, que no debía moverse de Córdoba hasta que no asumiera un rey legitimo en España.[2]

En la península, el gobierno pensaba lo contrario. El 30 de marzo de 1810, Cisneros le transmitió la orden real fechada el 16 de enero que pedía su traslado a España. Adjuntó a la misma un minucioso detalle de los medios necesarios para dar cumplimiento al mismo teniendo en cuenta su estatus de militar y exvirrey.[3]

Liniers protestó argumentando que el momento no era el más oportuno por las dificultades económicas que estaba atravesando. Durante el mes de abril, el gobierno allanó sus argumentos satisfaciendo todos sus pedidos de recursos financieros. A principios de mayo de 1810 nada impedía el viaje de Liniers a España.

El 3 de abril, Cornelio Saavedra envió una carta personal a Liniers aprovechando un medio seguro, el viaje a Córdoba de María Francisca de Paula de Sarrratea, cuñada de Liniers. Esta carta llegó días después de la notificación de Cisneros. En ella, Saavedra comentaba que salvo que ocurriera un cambio de gobierno en España, la situación de Liniers no cambiaría y posiblemente empeoraría por la acción que en su contra emprenderían Sobremonte y Elío que ya estaban en España sin sus cargos, pero con créditos y honores “a costa nuestra”, según Saavedra. Al efecto agregó tres comentarios importantes para Liniers: Primero, que circulaba el rumor que había ocurrido una gran revolución en Sevilla los días 19 y 20 de enero de 1810; Segundo, la confesión que le hizo Cisneros de que para evitar toda la incertidumbre de su retorno Liniers debería haber contratado un representante como defensor en España y, Tercero, que Saavedra consideraba que el viaje de Liniers, en un momento tan crítico en la península, era “ocioso acaso” aunque no pudiera darle consejo sobre el asunto.[4]

El 19 de mayo, Liniers envía a Cisneros dos cartas importantes. En la primera comenta la múltiple e insidiosa correspondencia que ha recibido para que no viaje a España dado el “misterio” con que el gobierno ha manejado todo el asunto, lo que motivó que muchas personas estén dispuestas a oponerse a esa idea incluso por la fuerza. Liniers considera como “malévolos” a los utilizan este argumento como pretexto para enfrentar al gobierno, por lo que considera prudente suspender su viaje hasta la llegada de algún correo de la península. Le recuerda a Cisneros que “los motivos reservados” que explican su conducta constan en los informes que le ha enviado el gobernador Gutiérrez de la Concha y que no puede ignorar, dice, el “plan formado y organizado de insurrección” en la capital de los que han quedado impunes [referencia a Alzaga y sus acólitos] y que solo esperan noticias “desgraciadas” de la península para sublevarse.[5]

La segunda carta, escrita cordialmente, Liniers la envió en forma separada y con el título de “reservadísima”: “Estás rodeado de pícaros, varios de los que más te confias te están engañando” y luego le advierte que los tres jefes militares, hace más de un mes que no le escriben, y que sabe, por otros medios, que han perdido influencia sobre sus respectivos regimientos “antes tan leales y tan subordinados”. Liniers no estaba muy lejos de la realidad. El mismo día 19, a la noche, en Buenos Aires, Miguel de Irigoyen pagaba de su bolsillo $4000 a los soldados acuartelados de los regimientos Patricios para mantenerlos adictos a los que pensaban sustituir al virrey.[6]​ En los siguientes párrafos le recuerda los consejos que le dio al inicio de su mandato: que Elío era un pícaro revoltoso, que Alzaga y sus acólitos eran unos perversos y que debería haberse apoyado en el bando “mas fiel y dominante” [el de Saavedra] y no tratar de negociar con ambos. Con sinceridad le recuerda que hizo caso a los que decían que Liniers era peligroso para su autoridad, dejándose persuadir entre otros por Sobremonte. Finalmente considera que a la fecha ya debe haberse dado cuenta que nadie le ha hablado con más sinceridad y conocimiento y que ahora viene a advertirle del peligro en que se encuentra en caso de que lleguen malas noticias de la península y se produzca un levantamiento. El único auxilio sería el Perú, escribe, pero Nieto ya esta viejo y Goyeneche no tiene la capacidad de convocatoria que él tiene. De esta manera se pone a sus ordenes y promete obediencia incluso si considera que de todas maneras deba abandonar el virreinato.[7]

El 24 de mayo de 1810, el exvirrey Baltasar Hidalgo de Cisneros despachó al joven entrerriano de diecisiete años José Melchor Lavín rumbo a Córdoba, para poner en conocimiento de las autoridades los sucesos acaecidos en la capital virreinal entre el 21 y el 23 de mayo.[8]​ Al llegar a Córdoba, en la medianoche del 30 de mayo, Lavín se dirigió a la casa de su rector en el colegio Monserrat, el deán Gregorio Funes, quien esa misma noche lo condujo a la residencia del gobernador intendente de Córdoba del Tucumán Juan Gutiérrez de la Concha. Este inmediatamente comunicó “esa desagradable novedad” a Santiago de Liniers y al obispo Rodrigo de Orellana avisándoles de una reunión privada que haría en su casa al dia siguiente a la que se sumarían otros funcionarios de distintos cuerpos para “tomar consejo y acordar medidas” supuesto caso que fueran ciertas las noticias recibidas de Buenos Aires. Liniers se encontraba casualmente en la ciudad de Córdoba para escriturar la compra de un lote lindero a su estancia.

El 31 a la mañana se produjo la reunión con la asistencia de Gutiérrez de la Concha, Liniers, Funes, Orellana, los dos alcaldes del cabildo de Córdoba, José García de la Piedra y el abogado dr. José Antonio Ortiz del Valle, el oidor jubilado de la Real Audiencia del Cuzco y de la Real Audiencia de Buenos Aires, Miguel Sánchez Moscoso, el asesor jubilado de la gobernación de Montevideo Dr. Zamalloa, el coronel de milicias Santiago Allende, el asesor legal de gobierno Victorino Rodríguez y el tesorero Joaquín Moreno. Según el Déan Funes, en esa reunión, nada se definió y todos quedaron a la espera de la llegada del correo oficial.[9]

El 2 de junio, en carta a Letamendi, Liniers le expresó su desconcierto ante estas noticias porque implicaban que sus compañeros de armas se habían dejado alucinar por los ambiciosos que luego los sacrificarían “cuando no los necesiten” más. El dia 3 el gobernador comunicó estas noticias a Sanz, gobernador intendente de Potosí, pidiendo su retransmisión al virrey Abascal. El 4 de junio llegaron a Córdoba las comunicaciones oficiales: a) La Circular de la Junta Provisional Gubernativa del 27 de mayo, en la que se solicitaba “cuanto más antes sea posible” el envío de diputados para realizar una “congregación general de las Provincias”, a cuyo efecto el “pueblo” de Buenos Aires había propuesto al cabildo el envío de 500 hombres para auxiliar a mantener el orden necesario para la elección de los diputados que se incorporarían a la Junta a su arribo a la capital. La Circular dejó en claro que el nuevo gobierno no había asumido la soberanía sino su ejercicio debido al cautiverio del monarca cuyos derechos se preservaban; b) También se recibió el manifiesto firmado por Cisneros, fechado el 26 de mayo, donde explicó los motivos de su renuncia y solicitó el envío de diputados para una junta general;[10]​ c) La Circular del cabildo de fecha 29 de mayo en la que, luego de historiar los sucesos, llamaba a las ciudades y villas a unirse con la capital enviando diputados para establecer un gobierno que defienda la integridad de estos dominios a nombre de Fernando VII.

La noche del 4 de junio, el gobernador convocó a los mismos que habían asistido a la reunión anterior. Luego de presentar los documentos recibidos ese día expuso su posición de enfrentar a la capital lo que influyó con su autoridad y decisión en los presentes. Según el testimonio presencial de Gregorio Funes, el gobernador afirmó, como conclusión, que “nunca reconocería una autoridad tan ilegal como la del nuevo gobierno, aunque para ello fuese preciso valerse de la fuerza”. Esta afirmación consta en el oficio que Funes envió a la junta el 20 de junio de 1810 por intermedio de Letamendi y que éste lo entregó a Mariano Moreno.[11]​. Por mayoría los presentes decidieron:




El gobernador convocó a una nueva reunión para tratar sobre los pliegos recibidos. La opinión del deán Funes en favor de reconocer a la Junta provocó una airada reacción de Liniers que motivó el retiro de Funes de la reunión y que no fuera invitado a otras reuniones posteriores.

En esa reunión el gobernador aconsejó desconocer a la Junta ya que (...) contaba con el apoyo del vecindario y del ayuntamiento.

Informó a Liniers de los hechos ocurridos en Buenos Aires, a lo cual este comentó:


El 7 de junio llegaron cartas de amigos de Liniers que lo exhortaban a que se sumara a la revolución o se mantuviera neutral.

Desconoció Córdoba la autoridad de la Primera Junta el 20 de junio, cuando el cabildo con la presencia del gobernador juró el Consejo de Regencia, aunque no lo hicieron constar en actas. Ese mismo día el deán Funes envió una comunicación a la Junta informando los detalles de las reuniones celebradas por los contrarrevolucionarios, indicando la opinión de cada uno de los concurrentes y el voto del cabildo.[13]​ En su tarea de mantener en conocimiento a la Junta de los aprestos en Córdoba, Funes contaba con la colaboración de su hermano Ambrosio y de Tomás de Allende, sobrino del coronel Santiago de Allende, lo mismo que con la complicidad de clérigos. Diversas partidas organizadas por este grupo cortaban el paso en la travesía de Ambargasta en Santiago del Estero.

El 22 de junio, en Buenos Aires, los vocales de la Junta Juan José Castelli y Domingo Matheu comunicaron a Cisneros y a tres oidores y dos fiscales de la Real Audiencia de Buenos Aires, que, por su seguridad, serían embarcados inmediatamente rumbo a un puerto español. Esto se llevó a cabo esa misma noche, en secreto, con orden de no tocar ningún puerto hasta las islas Canarias.[14]


La Audiencia había jurado al Consejo de Regencia y enviado una comunicación a Liniers instándolo a que se pusiese al frente de la resistencia, lo mismo que había hecho Cisneros pidiéndole que comunicara a las demás autoridades que había sido obligado por la fuerza a reconocer a la Junta.

El 27 de junio el gobierno emitió una circular a los cabildos y gobernadores del interior:

En Córdoba, Liniers y el gobernador Gutiérrez de la Concha alistaron milicias urbanas y varios cientos de milicianos reclutados en la campaña por el coronel de milicias Santiago Allende, armados con boleadoras y lanzas que habían recibido órdenes de dirigirse a la ciudad de Córdoba con cuantos armamentos encontraran.

Los preparativos llegaron a verse muy avanzados, llegando a reunir mil quinientos hombres y catorce cañones. Pese a la opinión de Liniers, quien prefería retirar las tropas hacia el norte para reunirlas con las del Alto Perú, prevaleció en un principio la opinión de Gutiérrez de la Concha de resistir en Córdoba. Liniers argumentaba que la cercanía de Córdoba con Buenos Aires no le permitiría reunir un ejército adecuado, pues no lo había en Córdoba, mientras que Buenos Aires disponía de fuerzas ya instruidas que podían llegar en poco tiempo. Aconsejaba el retiro hacia Salta, hacia donde pensaba dirigir las tropas existentes en el Alto Perú y suficientemente alejados de Buenos Aires como para poder armar un ejército eficaz y con conexiones con el Paraguay mediante el Chaco. El gobernador hizo prevalecer su opinión pues despreciaba la capacidad de las fuerzas porteñas para operar en el interior con un ejército que se anunciaba de quinientos hombres ante jefes experimentados y prestigiosos como lo eran ellos. Liniers finalmente se dejó convencer y se dedicó a organizar la resistencia en la misma Córdoba.

De acuerdo al Reglamento de milicias de 1801, existía en Córdoba el Regimiento de Voluntarios de Caballería de Córdoba, con cuatro escuadrones de tres compañías cada uno y un total de mil doscientas plazas. En La Carlota se hallaba la Compañía de Partidarios de la Frontera de Córdoba, con cien plazas, unidad de características similares al Cuerpo de Blandengues.[15]

El 8 de julio de 1810 Liniers escribió a Paula Sanz que contaba con seiscientos hombres armados, la mitad con fusiles y el resto con lanzas además de artillería.

El 4 de junio de 1810 Gutiérrez de la Concha envió una comunicación al gobernador de la Intendencia de Potosí, Francisco de Paula Sanz, avisándole de lo ocurrido en Buenos Aires y solicitándole que diera aviso a las demás autoridades, llegando a Lima, el 9 de julio, la noticia de la revolución.

Poco después Liniers envió cartas a Paula Sanz y al virrey del Perú, José Fernando de Abascal y Sousa solicitándoles auxilios. El 17 de junio volvió a dirigirse a Abascal, asegurándole que las tropas de Buenos Aires serían fácilmente vencidas.

Su hijo, el alférez de navío Luis Liniers, fue enviado a Montevideo para comunicar el plan de acción y pedir socorros ante el inminente desastre, pero alertados por el deán Funes, fue capturado en San Nicolás de los Arroyos por una partida de blandengues cuando se dirigía en una balandra desde Santa Fe. Llegado el plan a Montevideo de todas formas, fue rechazado el envío de armas solicitado por Liniers, en vistas de que no llegarían a tiempo y eran necesarias para su defensa. Liniers intentó también ponerse en contacto con el gobernador de la Intendencia del Paraguay, Bernardo de Velasco.

El 13 de julio de 1810 el virrey Abascal proclamó la reincorporación provisional de las intendencias de Charcas, Potosí, La Paz y Córdoba del Tucumán al Virreinato del Perú:

Esto lo hacía a pedido de sus gobernadores intendentes, incluyendo a Gutiérrez de la Concha. Aclarando el virrey en el decreto de anexión que lo hacía: hasta que se restablezca en su legítimo mando el Excmo. Señor Virey de Buenos-Ayres, y demás autoridades legalmente constituidas, pues solo la autoridad real podía desmembrar el territorio definitivamente del virreinato de Buenos Aires.[16][17]​ En los últimos días de julio, se supo en Córdoba esta decisión del virrey del Perú, tomando conocimiento también que este había desconocido a la Junta de Buenos Aires. El cabildo de Córdoba reconoció al virrey Abascal y se puso bajo la jurisdicción de la Real Audiencia de Charcas.

Abascal nombró al presidente provisorio de la Audiencia del Cusco, José Manuel de Goyeneche, General en Jefe del Ejército Expedicionario del Alto Perú, coordinando acciones militares con los opositores a la Junta de Buenos Aires. En el Alto Perú el general realista José de Córdoba y Rojas comenzó a reunir tropas para trasladarse a Santiago de Cotagaita.

El 11 de agosto de 1810 Vicente Nieto contestó una carta que le había remitido Gutiérrez de la Concha el 21 de julio, describiendo al gobernador cordobés su plan de operaciones:


El 14 de junio de 1810, el gobierno ordenó al coronel Francisco Ortiz de Ocampo, en su calidad de comandante general, que se pusiera en contacto con los oficiales de las fuerzas que integrarían el ejército auxiliar cuya lista adjuntó en forma separada. En la misma también detalló los miembros que integrarían el estado mayor, capellanes, cirujanos y la artillería. Dos días después, nombró como segundo al mando al teniente coronel Antonio González Balcarce.

Una vez equipado el ejército, las tropas salieron del Retiro el 6 de julio a las dos y media de la tarde para ser revistadas en Monte de Castro el día 8 (a tres leguas de Buenos Aires). El 12 de julio de 1810, mil ciento cincuenta hombres aproximadamente, comenzaron la marcha por la ruta a Córdoba al mando del coronel Ortiz de Ocampo.[18]

El 8 de julio la Junta ordenó a las autoridades de Salta, Tucumán, Jujuy y Santa Fe que capturaran a los funcionarios de Córdoba si pasasen por sus jurisdicciones:

El Coronel Don Diego Pueyrredon es encargado particularmente por la Junta para este asunto; y á él franqueará V. S. todos los auxilíos que pidiese para su desempeño.
Dios G-.de á V S. Julio 8 de 1810.

En la misma fecha la Junta comisionó al coronel Diego Pueyrredón para que los capturara y enviara a Buenos Aires. A tal efecto se trasladó a Jujuy, desde donde adelantó al teniente Martín Miguel de Güemes a la quebrada de Humahuaca con una partida de observación.

El 13 de julio el gobierno reiteró a la Junta de Comisión la lista de personas que debían ser apresadas:

Cuando el 21 de julio la expedición auxiliar llegó a la Guardia de la Esquina, ya en la jurisdicción de Córdoba, las milicias cordobesas que había reunido Liniers desertaron en masa. El 27 de julio la Junta envió una circular a varios cabildos anticipando la huida:

Dn. Santiago Liniers, Don Juan Gutiérrez de la Concha, Obispo de Córdoba, Oficial Real Moreno, Teniente Asesor Dn. Victorino Rodríguez, Coronel Rodríguez, Coronel Allende y todos cuantos vayan en fuga de Córdoba, los cuales remitirá V. S. inmediatamente á esta con la mas segura custodia, obrando con la cautela y vigilancia que son precisas para que no quede ilusoria esta providencia; cual realización fia la Junta al celo y patriotismo de V. S. y así como se reportaría un servicio importante al estado, también será responsable V. S. de la menor omisión que deje sin efecto esta resolución.
Dios G.de á V. S. Julio 27 de 1810.

Los líderes cordobeses decidieron el 27 de julio adoptar el plan originario de Liniers y partir hacia el norte con cuatrocientos hombres que les quedaban de las deserciones y 9 piezas de artillería junto con setenta mil pesos del erario público. Salieron de Córdoba el 31 de julio en dirección al Alto Perú y esa misma noche desertó una compañía de cincuenta hombres, acentuándose la deserción en los días siguientes hasta el punto de quedar sólo una compañía de Partidarios de la Frontera. Entre el Totoral y Villa Tulumba se dispersó también esa última compañía de veteranos a la vista de los jefes. Durante la noche se dispersó la caballada. En ese último punto se incendió el carro de pólvora y municiones y al negarse el maestro de la posta a suministrar caballos, fueron clavados los cañones y quemadas las cureñas.

El 1 de agosto, desde Paso de Ferreyra, actual Villa María (Córdoba), Ortiz de Ocampo informó a la Junta:

Una vez confirmado de que Liniers había partido con sus fuerzas rumbo al norte y de que no se trataba de una estratagema, el 2 de agosto, González Balcarce se adelantó con trescientos hombres a caballo en su búsqueda, realizando una marcha forzada que le permitió recuperar los seis días que en ese momento llevaban de ventaja.

Efectivamente, el 5 de agosto, a las ocho de la mañana, ingresaron a Córdoba González Balcarce con sus fuerzas y caballos totalmente agotados por la marcha realizada. Teniendo en cuenta las deserciones masivas del enemigo y las propias dificultades para conseguir caballos, Balcarce pudo y debió reducir las fuerzas que perseguirían a los fugitivos a solo 75 hombres. Esta partida, con González Balcarce al mando, salió de Córdoba dos horas y media después dejando al resto de sus fuerzas en la ciudad.

El día 5 a la noche, cuando los fugitivos marchaban entre la posta de San Pedro Viejo y la posta Villa Maria del Río Seco, a más de 180 km de la ciudad de Córdoba, un chasque los alcanzó con la noticia de que una avanzada se había desprendido del ejército para poder alcanzarlos. Los fugitivos decidieron dividirse en grupos, abandonaron los coches y continuaron a caballo junto con algunas mulas de carga, dejando en libertad para regresar a la ciudad a los pocos hombres que aún le eran fieles. Liniers con su ayudante Lavín y su capellán el canónigo Llanos, se dirigieron al oeste hacia las sierras de Córdoba; Orellana disfrazado de clérigo, el capellán Jiménez y otro religioso buscaron refugiarse en la propiedad de un cura párroco, a quien dejaron mil pesos que conducían y se dirigieron hacia el este; Gutiérrez de la Concha, Rodríguez y los demás, continuaron viaje por el camino de las postas. Liniers envió al clérigo García y a su oficial ayudante Miguel Sánchez Moscoso, para comunicar al gobernador de Potosí lo que estaba ocurriendo, pero a pesar de que lograron llegar a Salta burlando a las partidas, fueron capturados por las guardias de Diego Pueyrredón, al mando de Martín Miguel de Güemes. Puestos a disposición del gobernador de la Intendencia de Salta del Tucumán, Nicolás Severo de Isasmendi, fueron dejados continuar viaje por este al no hallárseles papeles comprometedores.

González Balcarce llegó al punto de dispersión el día 6, a la tarde. Alertado por delatores de las direcciones que habían tomado los prófugos, destacó partidas en búsqueda de ellos. Esa misma noche, González Balcarce dio con dos hombres que guardaban unas mulas, los que interrogados confesaron que eran de Liniers, quien se hallaba en un rancho a tres cuartos de legua de allí. Destacó González Balcarce hacia allí un piquete que comandaba su ayudante de campo José María Urien, el cual capturó a Liniers en la estancia de Piedritas (cerca de Chañar) ese 6 de agosto. El 7 fue capturado Orellana por el alférez Rojas, a ocho leguas de donde se halló a Liniers. Los prisioneros fueron maltratados y humillados por los oficiales. Urien, además, se apoderó del equipaje y joyas de Liniers, siendo posteriormente procesado por todos estos delitos. En la travesía de Ambargasta el teniente Albariño capturó a Gutiérrez de la Concha, Allende, al asesor Rodríguez y al primer oficial mayor Moreno. Este último transportaba treinta mil pesos fuertes retirados del erario público de Córdoba, que desaparecieron luego de confiscados. Desde Pozo del Tigre, el 7 de agosto, González Balcarce informó a Ortiz de Ocampo que iba a reunir a los prisioneros en un lugar para que desde allí puedan ser enviados, sin hacer rodeos, ya sea a Buenos Aires o Córdoba “según lo más conveniente”.[19]

El 8 de agosto ingresó a Córdoba el resto del ejército. Ante la salida de Liniers, el Cabildo de Córdoba había cambiado de actitud, envió como diputado ante el jefe expedicionario a su alcalde y recibió a las tropas porteñas, reconociendo a la Junta y abandonado su reconocimiento al virrey Abascal, sin embargo, fue reemplazado por nuevos miembros. El 3 de agosto, la Junta Provisional nombró a Juan Martín de Pueyrredón como gobernador intendente interino de Córdoba del Tucumán. Esta decisión se adelantó a la intención de Ortiz de Ocampo de poner en ese cargo al Déan Funes, según lo expresó en su oficio del 11 de agosto. El día 15 el cabildo recibió las credenciales y procedió al reconocimiento como gobernador interino pero terminada la ceremonia se dieron cuenta que no se había tomado el juramento lo que se realizó al día 16, fecha oficial de su asunción. Los miembros del cabildo fueron confinados por 4 años en Carmen de Patagones. El 17 de agosto Gregorio Funes fue elegido diputado por Córdoba y se incorporó posteriormente a la Junta Grande. Ortiz de Ocampo comunicó a la Junta esa elección de la siguiente manera:

emprenda su marcha para esa Capital, según me lo tiene ordenado V. E.
Dios Gde á V. E. m.° a.° Cuartel General de Córdoba, 18 de Agosto de 1810.
Exmo. Señor.
Francisco Antonio Ortiz de Ocampo.

En Mendoza un viajero comunicó el 6 de junio los acontecimientos de Buenos Aires, recibiendo el cabildo el día 13 al comandante de milicias Manuel Corvalán con la comunicación de la Junta pidiendo su reconocimiento y el envío de un diputado. Al día siguiente llegó a la ciudad una comunicación de Gutiérrez de la Concha solicitando desconocer a la Junta y el envío de tropas a Córdoba.

Las opiniones se dividieron entre las dos alternativas, entre los que quisieron reconocer a la Junta estaban quienes deseaban la independencia jurisdiccional respecto de Córdoba, mientras que las principales autoridades se decidieron por desconocer a la Junta. Estas últimas eran: Faustino Ansay, Subdelegado de Real Hacienda y Guerra, Comandante de Armas y Fronteras y Comandante del 1º Regimiento de Caballería de Mendoza; Domingo de Torres y Arrieta, tesorero; y Joaquín Gómez de Liaño, contador de la Real Hacienda.

Se resolvió convocar un cabildo abierto el día 19 de junio, pero no se realizó. El día 21 llegó a Mendoza un nuevo enviado de la Primera Junta, resolviéndose realizar el cabildo abierto el 23 de junio. La reunión de cuarenta y seis vecinos concluyó con el reconocimiento de la Junta y el nombramiento de Bernardo Ortiz como diputado (quien falleció poco después y fue reemplazado por Manuel Ignacio Molina).

El Cabildo de Mendoza decidió reemplazar a Ansay, nombrando comandante de armas a Isidro Sáenz de la Maza, solicitándole la entrega de armas y pertrechos. Ansay renunció ese cargo el 28 de junio, pero esa noche dirigió un levantamiento tomando el Cuartel de Armas con unos treinta vecinos adictos, reuniendo más de doscientos soldados. Finalmente depuso su actitud por la mediación del presbítero Domingo García. El 1 de julio se firmó un acuerdo con el cabildo aceptándose que no se enviaran tropas a Córdoba, reconoció a la Junta y juró fidelidad al rey Fernando VII. Pocos días después Gutiérrez de la Concha volvió a reclamar armas y tropas, pero se le contestó que no se podía en virtud del acuerdo firmado.[21]​ Cuando el 10 de julio llegó a Mendoza el coronel Juan Bautista Morón, con la misión de reclutar tropas para sofocar el levantamiento de Córdoba, Ansay y el Cabildo se pusieron bajo sus órdenes.

El 20 de julio Ansay, Torres y Arrieta y Gómez de Liaño, fueron destituidos de sus cargos, embargados sus bienes y enviados prisioneros a Buenos Aires y reemplazados respectivamente por Isidro Sáenz de la Maza, Clemente Benegas y Alejo Nazarre. El coronel José Moldes fue nombrado el 26 de julio por la Junta como Teniente Gobernador de Mendoza.[22]

Ansay pensaba escaparse al llegar a San Luis para dirigirse a Córdoba, pero en la posta de Achiras el destacamento que lo transportaba se encontró con Moldes, quien lo hizo engrillar para el resto del viaje, circunstancia que lo salvó de correr la misma suerte que Liniers de haber logrado escapar. Al llegar a la Guardia de Salto se encontró con el obispo Orellana, quien le refirió los sucesos de Cabeza de Tigre. A mediados de noviembre de 1810 la Junta deportó a Carmen de Patagones a Ansay y sus compañeros por 10 años. Mariano Moreno había pedido su ejecución, pero gracias a la intervención del rico comerciante Juan de Larramendi, vinculado con Manuel de Sarratea, fueron condenados al destierro. Viajaron por tierra cruzando territorio indígena, arribando a Patagones a fines de febrero de 1811. El 21 de abril de 1812 Ansay encabezó la Sublevación de Carmen de Patagones.

En las ciudades y villas de la Intendencia de Córdoba del Tucumán, las autoridades vacilaron sobre la posición a tomar, debido a que desde Córdoba les llegaron órdenes terminantes de reconocer al Consejo de Regencia y rechazar a la Junta, mientras que desde Buenos Aires les anunciaron la deposición del virrey.

Luego de que el comandante Corvalán comunicara el 11 de junio al cabildo de San Luis la instalación de la Junta, el 13 de junio se decidió reconocerla.

Llegó también una comunicación de Gutiérrez de la Concha:

Tras rechazar la comunicación de Córdoba, el 30 de junio fue elegido diputado el alcalde de 1° voto Marcelino Poblet. Ante el pedido de tropas hecho por la Junta, San Luis contribuyó con cuatrocientos soldados que marcharon a Salta.[23]

El 17 de junio llegó a San Juan el comandante Corvalán con la comunicación de la Primera Junta solicitando su reconocimiento, y también el mensaje desde Córdoba, en sentido contrario. El cabildo de San Juan no tomó una decisión inmediatamente pasando a un cuarto intermedio hasta el día 20. Ese día se resolvió enviar un comisionado a Mendoza para indagar su estado y ver si conformaba con su sentir. El comisionado partió el 22 de junio, regresando el día 26 con las noticias de las vacilaciones de Mendoza. Ese día llegó a San Juan un enviado de Córdoba, por lo que se resolvió esperar la llegada del correo ordinario del 30 de junio. El 4 de julio llegó una orden de Gutiérrez de la Concha exigiendo jurar obediencia al Consejo de Regencia, por lo que se convocó a un cabildo abierto para el 7 de julio. Ese día se decidió reconocer a la Junta, aunque manteniendo el reconocimiento de las autoridades de Córdoba y se fijó el 9 de julio como fecha de elección del diputado. Se eligió con un total de setenta y siete votos a José Ignacio Fernández de Maradona.[24]

El día 8 llegó un pedido de Córdoba para que se enviase tropas. El 28 de julio el cabildo de San Juan envió a dos delegados a comunicar lo acontecido a las villas de San José de Jáchal y San Agustín de Valle Fértil: Francisco Pensado y Juan Crisóstomo Quiroga, respectivamente, subsumiendo la designación a la decisión de esas villas, las cuales eligieron también a Fernández de Maradona el 6 y el 10 de agosto respectivamente.[25]

El 18 de septiembre fueron remitidos ciento once milicianos sanjuaninos para la expedición auxiliar, quienes marcharon al mando del segundo comandante de armas, teniente coronel Mateo Cano y del subteniente Pascual Bailón. Posteriormente la Junta solicitó cien soldados más, por lo que el cabildo dispuso una contribución forzosa:[26]

El 6 de noviembre la Junta dispuso que esos 100 hombres se dirigieran a Buenos Aires.

El cabildo de La Rioja, temiendo una reacción desde Córdoba evitó pronunciarse a favor de la Junta hasta el 1 de septiembre cuando fue depuesto el subdelegado de Real Hacienda y Guerra, comandante de armas y de milicias Vicente de Bustos y se eligió diputado a Francisco Antonio Ortiz de Ocampo. El cabildo pidió órdenes a Buenos Aires manifestando que lo hacía por haber podido librarse:

Ortiz de Ocampo, jefe del Ejército del Norte, comunicó a Buenos Aires su nombramiento como diputado:

Dios Gde. á V. E. m/ a.s
Cuartel General de Córdoba, 5 de Setiembre de 1810.
Exmo. Señor.

La Junta le respondió que siguiera en su puesto:

El cabildo de la villa de Río Cuarto respondió el 12 de junio a Gutiérrez de la Concha:

Pero el 10 de agosto, después de sofocada la reacción de Liniers, reconoció a la Junta expresando:[27]

La Junta dispuso el envío de milicianos desde las ciudades de San Juan, Catamarca y San Luis:

Dios G.de á V.m — Setiembre 1° de 1810.
Sr. Comandante de Armas de la ciudad de San Juan.
Sr. Comandante de Armas de Catamarca.

El 8 de julio, en oficio a Diego Pueyrredón, el gobierno había ordenado que los que se opusieran a ella fueran remitidos a Buenos Aires.[28]​ Sin embargo, veinte días después la Junta en pleno decidió el fusilamiento de los cabecillas cordobeses. Sólo Manuel Alberti, por ser sacerdote, no firmó la orden.

Dios guarde á V. E. muchos años.
Buenos Aires, 28 de Julio de 1810.
Cornelio Saavedra — Dr. Juan José Castelli — Manuel Belgrano — Manuel de Azcuenaga — Domingo

La orden le llegó a Ortiz de Ocampo cuando estaba muy cerca de Córdoba e inmediatamente la retransmitió a González Balcarce que estaba buscando a los fugitivos muy cerca de los limites con Santiago del Estero. Cuando Gregorio Funes se enteró de la captura de Liniers y sus acompañantes, se entrevistó con Vieytes para sugerirle que los prisioneros no deberían ser trasladados a la ciudad de Córdoba donde seguían teniendo un gran ascendiente. Vieytes respondió que no se preocupara porque iban a ser ejecutados de manera inmediata. Funes no pudo disuadirlo de demorar esa orden. Esa noche, su hermano Ambrosio le comentó que Ortiz de Ocampo no estaba muy lejos de aceptar la postergación de la medida siempre que Vieytes también aceptara la idea por lo que Gregorio Funes volvió a reunirse con Vieytes logrando esta vez la suspensión y el traslado de los prisioneros hacia Buenos Aires. Los hermanos Funes se adjudicaron la autoría de la postergación e incluso de haberle salvado la vida al obispo Rodrigo Antonio de Orellana. En su oficio a la Junta Provisional Gubernativa del 10 de agosto de 1810, donde explicaba los motivos del incumplimiento de la orden, Ortiz de Ocampo no mencionó a los Funes.

Años después, Funes describió de distintas formas el efecto que le produjo aquella noticia: en 1817 sostuvo que luego de la “sorpresa” y “aflicción” pensó que la medida era en general “atroz” y, en particular, “sacrílega” porque una de las victimas era un obispo [Orellana]; “peligrosa” porque podía afectar la lealtad hacia el gobierno de Buenos Aires de los familiares y amigos de los condenados; y, finalmente, porque vulneraba el criterio ético de “humanidad”.[30]​ En 1822 solo mencionó el criterio de “humanidad”.[31]​ En 1826, escribió que la noticia lo “estremeció” porque era “cruel” e “impolítica” dado que “iba a dar a la revolución(sic) un carácter de atrocidad e impiedad”.[32]

Tres horas después de comunicar la orden de la Junta, Ortiz de Ocampo despachó otro mensajero a González Balcarce para que suspendiera la ejecución una vez que capturara a los fugitivos. Pesaba también el hecho de que Ortiz de Ocampo había sido compañero de armas de Liniers durante las Invasiones Inglesas y por la relación con Balcarce de años antes cuando Liniers se hizo cargo, de manera interina, de la gobernación de las Misiones. En ese entonces, el capitán de blandengues González Balcarce estaba a cargo de la defensa de la frontera hispano-portuguesa de los pueblos misioneros. Liniers extendió su protección al jóven oficial y ponderó la dedicación, inteligencia y conocimientos militares que tenía, según consta en una carta dirigida al virrey del Pino el 20 de enero de 1804.

Ortiz de Ocampo decidió enviar a los prisioneros a Buenos Aires, escribiendo a la Junta el 10 de agosto:

Entre el 11 y el 12 de agosto, González Balcarce recibió en el Totoral la orden de Ortiz de Ocampo de remitir a los prisioneros con una escolta a Buenos Aires sin pasar por Córdoba. El 19 de agosto, esa escolta de cincuenta hombres quedó al mando del capitán Manuel Garayo, que sustituyó a Urien.

La carta de Ortiz de Ocampo del día 10 llegó el día 17 provocando alarma entre los miembros de la Junta ya que el cambio de órdenes implicaba recibir a Liniers en Buenos Aires que lo tenía por un héroe lo que podía suponer un gran peligro para el gobierno. Ese mismo día, afectado por la noticia, Moreno escribió a Chiclana, gobernador interino de Salta:

Con fecha 18 de agosto la Junta envió a la Junta de Comisión del ejército auxiliar un apercibimiento por incumplimiento de sus ordenes, permitir la ingerencia de terceros, pese a su expresa prohibición, y no mantener el secreto de sus operaciones:

Castelli partió de Buenos Aires llevando a Nicolás Rodríguez Peña como su secretario, a su antiguo cliente Diego Paroissien como médico de campaña y a Domingo French al mando de un destacamento de cincuenta soldados del regimiento Estrella con el que salieron reventando caballos al encuentro de los prisioneros, con orden terminante de fusilarlos.

Según Manuel Moreno, hermano de Mariano, éste le habría dicho a Castelli:

El 26 de agosto, French encontró a Garayo y los prisioneros en la Esquina de Lobatón, donde habían pasado la noche, y tomó el mando de la escolta y continuó el viaje hasta dos leguas de la posta de Cabeza de Tigre, en el sudeste de Córdoba (cerca de la actual Los Surgentes), en donde los esperaba el coronel Juan Ramón Balcarce, quien hizo detener allí a los criados con los equipajes en tanto los prisioneros siguieron hacia el Monte de los Papagayos, situado en las cercanías. Allí se hallaba Castelli con Rodríguez Peña y una compañía de húsares. Castelli les leyó la sentencia de muerte, que se haría efectiva cuatro horas después: como resultado de la misma, fueron fusilados Liniers, Gutiérrez de la Concha, el asesor legal Victorino Rodríguez, el coronel de milicias Santiago Allende y el tesorero Joaquín Moreno, perdonándose al obispo Orellana, quien fue enviado preso a Guardia de Luján. A French le tocó dar el tiro de gracia a Liniers.

Los cadáveres fueron enterrados en una fosa común cerca de la iglesia de Cruz Alta. Según un testigo presencial tres en una determinada posición y arriba de ellos los otros dos en forma cruzada lo que se corroboró cincuenta y dos años después cuando fueron exhumados. Los huesos mezclados y muy deteriorados impidieron la identificación por lo que fueron colocados todos juntos en una caja y enviados a Paraná[33]

El jueves 11 de octubre, más de un mes después de haberlo firmado, el gobierno publicó, en la Gaceta de Buenos Aires, un largo comunicado explicando los motivos del fusilamiento. Con el título de “Manifiesto de la Junta” y la firma al pie de Saavedra y Moreno, el texto ocupó todas las 15 hojas del periódico de aquel día:

El 22 de septiembre Castelli partió desde Buenos Aires, llegando a Córdoba el 30 de ese mes y a Santiago del Estero el 9 de octubre.

Por nota del 17 de agosto, el gobierno ordenó a Balcarce que saliera hacia Tupiza con 500 hombres y 4 cañones donde debía mantenerse hasta "la llegada del grueso del ejército […] tomando las preocupaciones y fortificación que enseña el arte".[34]​ Balcarce recién partió hacia su objetivo el primero de septiembre. Por otra parte, a Ortiz de Ocampo se le ordenó que fuera a Salta y a Vieytes a Tucumán para "reunir a todos los hombres aptos" de la zona. Luego el ejército continuó la marcha en dirección a Santiago del Estero en donde Ortiz de Ocampo quedó reuniendo tropas mientras González Balcarce continuó su avance hacia Salta.

Después del fusilamiento, Castelli regresó de inmediato a Buenos Aires y el 6 de septiembre de 1810, la Junta Provisional Gubernativa lo nombró, en reemplazo de Vieytes, vocal representante, "en cuya virtud la junta de comisión de la expedición reconocerá a dicho doctor Castelli por representante de la Junta, obedecerá ciegamente a sus órdenes [...] Y los pueblos interiores recibirán al doctor don Juan José Castelli como un órgano legitimo de la voluntad y sentimientos de esta Junta".[35]

El ejército comenzó a salir de Córdoba rumbo a Santiago del Estero, continuando en los días siguientes en grupos de cien hombres, hasta que el día 11 salió el último grupo con el comandante Ortiz de Ocampo

El 24 de octubre de 1810 fue creado el Batallón de Patricios de Córdoba, que quedó de guarnición en la ciudad al mando del coronel Mariano Usandivaras. Como sargento mayor fue nombrado Juan Gregorio de Las Heras.




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