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Cortes de Burgos de 1308



Cortes de Burgos de 1308. Cortes del reino de Castilla celebradas en la ciudad de Burgos en 1308, durante el reinado de Fernando IV de Castilla.

Fernando IV intentó conseguir en estas Cortes, entre otras cosas, la reorganización de la Casa Real, la restauración del orden en todo su territorio, alcanzar un equilibrio entre los gastos e ingresos de la hacienda,[1]​ y castigar los crímenes y delitos cometidos en la Corte.[2]

En 1308 la nobleza consiguió imponer su voluntad a Fernando IV, quien ese mismo año se vio obligado a suscribir con los nobles el Pacto de Grijota, que le obligó a destituir a sus principales consejeros y oficiales, y a reemplazarlos por aquellos que los nobles dispusieron.[3]​ Éstos se quejaban de que Fernando IV administraba mal la hacienda real, de que existía un profundo descontento popular, y del que el rey era aconsejado por malos hombres, y diversos autores señalan que el objetivo de la nobleza no era suprimir la monarquía, sino tener una mayor participación en las tareas de gobierno junto al rey.[4]

Diversos autores destacan que la renovación de los principales cargos de la Corte acordada en Grijota fue tan completa, que la Crónica de Fernando IV manifestó que «de quantos oficiales el Rey avía non le dejaron ninguno» y, de ese modo, Fernán Remón o Romero, que era canciller del infante Juan de Castilla, tío de Fernando IV, pasó a ser el canciller del rey, y Fernán Ruiz de Saldaña y Rodrigo Álvarez de las Asturias fueron nombrados adelantados mayores de Castilla y de Galicia, respectivamente.[4]​ Y poco después, el 11 de mayo de 1308, Fernando IV y su madre, la reina María de Molina, firmaron un acuerdo de paz y amistad en Valencia de Don Juan con el infante Juan y con Don Juan Manuel, nieto de Fernando III de Castilla,[5]​ y el rey Jaime II de Aragón, por solicitud de los cuatro firmantes, se comprometió a combatir a cualquiera de ellos si quebrantaba el acuerdo, y quedó confirmada, según diversos autores, su hegemonía en la política peninsular, gracias a la victoria de la nobleza en Castilla, como señalan diversos autores.[6]

Las Cortes de Burgos de 1308 fueron una asamblea plena a las que el rey convocó a los ricoshombres, maestres de las órdenes militares, prelados y hombres buenos de las villas y ciudades de los reinos de Castilla, León y las Extremaduras. A las Cortes de Burgos, que comenzaron probablemente a mediados de mayo y finalizaron a mediados de julio,[7]​ asistieron la reina María de Molina y la reina Constanza de Portugal, esposa del rey, el infante Juan, tío de Fernando IV y adelantado mayor de la frontera de Andalucía, el infante Pedro, hermano de Fernando IV, Don Juan Manuel, adelantado mayor del reino de Murcia, Diego López V de Haro, señor de Vizcaya y mayordomo mayor del rey, Gonzalo Díaz Palomeque, arzobispo de Toledo, y los obispos de León, Zamora, Mondoñedo y Osma.[8]​ Y también asistieron Juan Osórez, maestre de la Orden de Santiago, y otros prelados, ricoshombres y hombres buenos de las villas y ciudades de Castilla, León y las Extremaduras.[9]

La historiadora Ana Arranz Guzmán señala la posibilidad de que asistiera también a las reuniones de Cortes Pedro Rodríguez Quijada, obispo de Burgos,[10]​ pues el rey Fernando IV concedió a dicho prelado y al cabildo de la catedral de Burgos, como contrapartida por las 1.000 doblas de oro que le prestaron, 2.000 maravedís anuales sobre los 6.000 que el concejo burgalés debía pagar al rey en concepto de portazgo y montazgo.[10]​ El magnate castellano Juan Núñez II de Lara, señor de Lara, no asistió a estas Cortes porque se hallaba enemistado con Fernando IV.[8]​ Un año antes, una vez finalizadas las Cortes de Valladolid de 1307, surgió un conflicto entre Fernando IV y dicho magnate, a quien el monarca ordenó que abandonara el reino,[11]​ pero el señor de Lara se negó a ello y se preparó para resistir a las tropas del rey en el municipio de Tordehumos, que fue asediado por Fernando IV. No obstante, el rey se vio obligado al final a levantar el asedio, en febrero de 1308,[12]​ y a negociar con el magnate rebelde.[11]

El principal asunto debatido en las Cortes de Burgos de 1308 fue el de intentar equilibrar la balanza presupuestaria de la Corona. Cuando se calcularon las rentas reales se descubrió que eran insuficientes para pagar las soldadas a los nobles y cubrir los gastos de la Casa Real, ya que había un déficit de 4.500.000 maravedís.[13]​ La Crónica de Fernando IV señala que la reina María de Molina propuso que se recaudase un servicio extraordinario, pero el infante Juan de Castilla, tío de Fernando IV y cuñado de María de Molina, sostuvo que era preferible que los fondos necesarios se recaudasen, aunque solamente durante un año, directamente de los impuestos de los concejos, de las multas impuestas a los que sacasen del reino cosas vedadas, como caballos o metales preciosos, de las demandas sobre usuras, y de otras partidas similares.[14]​ No obstante, diversos historiadores señalan que con la propuesta del infante Juan, que probablemente trataba de evitar un enfrentamiento con las Cortes, no hubiera sido posible recaudar ni la mitad de los fondos que la Corona necesitaba.[15]

La Crónica de Fernando IV señala que el rey apoyó la propuesta de su tío, el infante Juan,[9]​ pero el ordenamiento de las Cortes de Burgos de 1308 revela que Fernando IV rebajó las soldadas a los nobles, anuló algunas cartas por las que cedía el portazgo y otros impuestos a determinadas personas,[16]​ revocó algunas exenciones otorgadas por él mismo o por su padre, el rey Sancho IV de Castilla, y devolvió a los concejos, para que pudieran pagar mejor sus impuestos, las aldeas y heredades enajenadas a otros. Y además, el rey intentó aliviar la presión fiscal que soportaban sus súbditos, e impedir los abusos de los recaudadores de impuestos.[1]​ Las soldadas de los nobles crecieron constantemente en los años siguientes, provocando una notable disminución de los ingresos de la hacienda, y en las Cortes de Carrión de 1317, celebradas durante la minoría de edad de Alfonso XI de Castilla, que fue hijo y sucesor de Fernando IV, se descubrió que el déficit era de a 8.000.000 millones de maravedís, siendo casi el doble del existente en 1308.[1]

Hasta ahora se conocen dos versiones del ordenamiento de las Cortes de Burgos de 1308. Uno de ellos está fechado el 13 de junio de 1308, y fue publicado por Antonio Benavides Fernández de Navarrete en su obra Memorias de Fernando IV de Castilla,[17]​ pero está incompleto, ya que faltan el preámbulo, varios artículos y se desconoce a quién iba dirigido.[7]​ El otro ordenamiento conocido está completo y se conserva en el Archivo Municipal de Cuenca, consta de 28 artículos o leyes, y fue otorgado a dicha ciudad el 25 de julio de 1308.[18]



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