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Cortes de Carrión de 1317



Cortes de Carrión de 1317. Cortes del reino de Castilla celebradas en el municipio de Carrión de los Condes en el año 1317, durante la minoría de edad de Alfonso XI de Castilla.

Fueron las terceras Cortes celebradas en el reinado de Alfonso XI, y diversos autores señalan el «decidido carácter revolucionario contra el poder real» de las Cortes de Carrión,[1]​ debido a que los tutores del rey se limitaron a confirmar el cuaderno de peticiones que les presentó la Hermandad general, mostrando con ello la influencia política alcanzada por esta última y el control que llegó a tener sobre los tutores del rey Alfonso XI.[2]

Tras la muerte de Fernando IV en 1312, los infantes Juan y Pedro de Castilla eran los tutores del rey Alfonso XI durante su minoría de edad junto con la reina María de Molina, abuela del niño rey. La Gran Crónica de Alfonso XI señala que los representantes de las villas y concejos de Castilla se reunieron en Burgos con algunos ricoshombres y se mostraron inquietos porque el infante Pedro había mandado matar a un caballero llamado Martín Alfonso de Rojas en Palencia.[3]​ Y a causa de ello, los procuradores de la Hermandad general y los nobles intentaron que el infante Pedro dejara la tutoría del rey, solicitaron rehenes a todos los tutores del rey, y les exigieron que les dieran cuenta del estado de las rentas de la Corona en Carrión de los Condes. Y se acordó que en caso de que los tutores matasen o lisiasen a alguna persona sin derecho perderían los rehenes que habían entregado.[3]

Una vez reunidos en Carrión los procuradores y los nobles, procuraron que el infante Pedro dejase la tutoría, contando para ello con el apoyo del infante Juan, y, mientras tanto, el infante Pedro se encontraba combatiendo en la frontera a los musulmanes del reino de Granada.[3]​ Y una vez reunidas las Cortes en Carrión, el infante Juan, que intentaba que el infante Pedro abandonase la tutoría, propuso que los tres tutores renunciaran a la tutoría y que las Cortes designasen a un nuevo tutor del rey,[4]​ aunque los partidarios del infante Pedro y los de su madre, la reina María de Molina,[5]​ se opusieron al proyecto del infante Juan y no consintieron que ninguno de ellos renunciase a la tutoría.[4]

La muerte, en 1315, de Juan Núñez II de Lara, señor de Lara, privó al infante Juan de su principal valedor ante la Corte portuguesa, y, por ello, dicho infante se alejó de esta última y comenzó a buscar el apoyo aragonés.[6]​ Y el rey Jaime II de Aragón, que también apoyaba a su yerno, el infante Pedro, envió un embajador plenipotenciario a las Cortes de Carrión y se mostró partidario de que los infantes Pedro y Juan ejercieran la tutoría compartida del rey Alfonso XI.[6]​ Y a pesar de que la Crónica de Alfonso XI señala que a las Cortes de Carrión acudieron «prelados et ricos omes et los personeros de los concejos»,[7]​ diversos autores señalan que el estamento eclesiástico no acudió, basándose en el ordenamiento de las Cortes, en el que no se menciona a los prelados, y en los documentos de la época.[7]

La muerte de Rodrigo del Padrón, arzobispo de Santiago de Compostela, en 1316, fue aprovechada por los miembros del concejo de dicha ciudad, que deseaban liberarse de la tutela de los arzobispos compostelanos, para ampliar sus libertades personales y acrecentar su propia autonomía.[8]​ Y para conseguirlo, enviaron a las Cortes de Carrión a dos burgueses de la ciudad, Pedro Yáñez do Campo y Martín Bernáldez, que presentaron al infante Juan, ya que el infante Pedro apoyaba al cabildo catedralicio compostelano, sus quejas contra dicho cabildo, y obtuvieron del infante Juan una Real Carta en la que se disponía que el señorío del rey fuese guardado en Santiago de Compostela y los derechos del concejo de dicha ciudad no cayeran en el olvido.[9]

Y el cabildo catedralicio compostelano, inquieto por la carta otorgada por el infante Juan, envió a las Cortes de Carrión como procurador al canónigo García Prego, quien, además de protestar por la carta de dicho infante, se preocupó por los intereses económicos de la archidiócesis compostelana.[9]​ Y cuando durante las Cortes los campesinos concedieron cinco servicios, y los nobles y el clero otro servicio, argumentó ante las Cortes que la Iglesia compostelana, según los privilegios de que disfrutaba, debería disponer de la mitad de los servicios que se recaudasen entre sus vasallos, donde quiera que estos habitasen. Y en consecuencia los tutores del rey ordenaron a los cogedores de dichos servicios que, una vez confeccionados los padrones, permitiesen recaudar a los oficiales de Santiago la mitad correspondiente a la mesa arzobispal.[9]

Durante las Cortes de Carrión también se intentó resolver el pleito existente entre el concejo de Sahagún y el monasterio de San Benito de Sahagún, que se remontaba al año 1304.[10]​ Y el 2 de abril de 1316 los tutores del rey enviaron una carta al concejo de Sahagún ordenando que el abad del monasterio fuera el encargado de guardar las llaves de la villa, nombrar a los alcaldes, y dar permiso para que los merinos pudieran penetrar en su jurisdicción.[10]​ Pero a pesar de ello, los miembros del concejo facundino solicitaron en las Cortes de Carrión, junto con algunos miembros de la Hermandad general, que dicha sentencia fuera revisada, y el infante Juan, que la había sancionado, afirmó que la revisaría junto con los hombres buenos de la Hermandad general,[11]​ y que en caso de que el concejo de Sahagún hubiera recibido algún perjuicio el infante lo desharía de acuerdo con la ley.[12]

En las Cortes de Carrión los tutores del rey se limitaron a aprobar el cuaderno de peticiones que les presentó la Hermandad general de los concejos, y que había sido elaborado en las reuniones que la Hermandad había tenido previamente en Cuéllar y en Carrión de los Condes.[13]​ Y ello demuestra el poder que alcanzaron los concejos al hermanarse entre sí,[14]​ aunque el protagonismo político que alcanzaron durante la minoría de edad de Alfonso XI fue efímero, ya que cuando el rey alcanzó la mayoría de edad, una de sus primeras decisiones fue suprimir todas las hermandades concejiles, como la Hermandad General de Andalucía, en las Cortes de Valladolid de 1325.[15]

En septiembre de 1316 comenzaron las Cortes de Carrión.[4]​ Durante cuatro meses se examinaron las rentas del rey y el uso que los tutores habían hecho de ellas, aunque no se descubrieron fraudes por parte de los mismos. Los procuradores pidieron a los tutores del rey que les informasen sobre el destino que estos dieron a los tributos reales[16]​ y entonces se comprobó que en la Hacienda real había un enorme déficit,[4]​ que ascendía a la cantidad de ocho millones de maravedís; esta cantidad casi duplicaba el déficit existente durante las Cortes de Burgos de 1308, reunidas en el reinado de Fernando IV de Castilla. Ese déficit era debido, entre otros factores, al progresivo incremento de las soldadas que la Corona estaba obligada a entregar a los nobles.[17]

Los representantes de los concejos aprobaron durante las Cortes la concesión de cinco servicios, que fueron destinados en su mayor parte a continuar la guerra contra el reino de Granada, y en la Crónica de Alfonso XI se consignaron las razones de la pobreza general del reino, que se pusieron de manifiesto en las Cortes al examinar el estado de la Hacienda real:[18]

La paralización de la Reconquista y la crisis económica y demográfica del siglo XIV supuso para los nobles una drástica reducción de su nivel de ingresos y,[18]​ por ello, frecuentemente cometieron toda clase de crímenes, saqueos y violencias, e intentaron controlar a la monarquía y disfrutar de sus rentas y posesiones. Y a causa de ello, diversos historiadores señalan que el enfrentamiento entre la nobleza y la monarquía era con frecuencia más «de tipo económico-financiero que político».[18]

Las sesiones de las Cortes se prolongaron hasta el comienzo de la primavera, y el ordenamiento de las Cortes, que fue sancionado por los tres tutores del rey, fue otorgado en Carrión el 28 de marzo de 1317.[4]​ No obstante, y a pesar de que su nombre figura en el ordenamiento de las Cortes, diversos autores señalan que la reina María de Molina no asistió a ellas por haber sido impuestas «no por los pueblos en general, sino por determinados grupos resentidos», haciendo referencia a los partidarios del infante Juan.[7]

Pero a pesar de lo anterior, la Gran Crónica de Alfonso XI señaló que durante las Cortes, el infante Juan y sus partidarios solicitaron a la reina, que se encontraba en Palencia, que acudiera a Carrión de los Condes.[19]​ Y ella acudió y dejó al rey Alfonso XI en Valladolid,[20]​ y al llegar a Carrión sancionó el ordenamiento de las Cortes que le presentaron. Sin embargo, poco después se entabló una disputa entre los hijosdalgo que asistieron a las Cortes debido al reparto de los fondos que se concedieron a la Corona, y el infante Juan estuvo a punto de perder la vida en dicha reyerta, aunque al final no hubo muertos ni heridos.[20]​ Y la reina, por su parte, abandonó Carrión y se dirigió a Palencia, enojada por el poco respeto que le habían demostrado durante la disputa, y poco después el infante Juan se reunió con ella y desde allí «acabaron el libramiento de los dineros».[20]​ Y acto seguido la reina y el infante Juan se dirigieron a Valladolid, donde se encontraba Alfonso XI, y allí fueron informados de que el infante Pedro se encontraba en Córdoba y se preparaba para entrar en la Vega de Granada para luchar contra los musulmanes.[20]



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