La Cuestión de Coímbra fue una polémica que agitó el mundo literario portugués durante seis meses del año 1866. Oponía a los partidarios del romanticismo reunidos en torno a la figura de António Feliciano de Castilho contra los jóvenes escritores e intelectuales de la ciudad universitaria de Coímbra, abiertos a ideas nuevas venidas de Europa.
Esta polémica señaló el comienzo de una evolución literaria portuguesa pero, más generalmente, fue el primer signo de renovación ideológica y política en el Portugal del siglo XIX.
Por un lado Castilho patrocinaba oficialmente a escritores más jóvenes como Ernesto Biester, Tomás Ribeiro o Manuel Joaquim Pinheiro Chagas y su influencia y relaciones le permitían hacerlo facilitando la vida literaria a numerosos literatos que le devolvían el favor con elogios interesados (Antero de Quental habló de ellos como "la escuela del elogio mutuo"). Estos artistas se creían defensores del academicismo, del formalismo y del romanticismo, estilos que caracterizaban la producción literaria pasada. Rechazaban las nuevas formas literarias, el realismo y el naturalismo en especial. Contra este conservadurismo militaba Antero de Quental y los partidarios de una intervención y una renovación en la vida política y cultural portuguesas. Estos jóvenes escritores e intelectuales querían distinguirse en el futuro y se reagruparon bajo el término de Generación de 1870.
En 1865, invitado a escribir un comentario al Poema da mocidade de Pinheiro Chagas, Castilho aprovechó la ocasión para criticar, bajo la forma de una carta al editor António Maria Pereira (Carta ao Editor António Maria Pereira) a un grupo de autores de Coímbra a los que acusaba de exhibicionismo, de falta de claridad de intenciones y de abordar temas que no tenían nada que ver con la poesía. Los acusaba además de faltar al buen gusto y al buen sentido. Estos escritores eran Teófilo Braga, Antero de Quental y Vieira de Castro.
Antero de Quental respondió con una carta titulada Bom Senso e Bom Gosto ("Buen sentido y buen gusto") en la que defendía la independencia de los jóvenes escritores haciendo hincapié en la importancia de la misión de los poetas en una época de grandes transformaciones y la necesidad que tenían de ser los mensajeros de las grandes cuestiones ideológicas de su tiempo, destacando lo absurdo, inútil y fútil de la poesía de Castilho.
Teófilo Braga siguió a Antero publicando un texto en el que decía que Castilho debía su fama a ser ciego. Después Antero asumió la defensa planteando la necesidad de crear una literatura que estuviera a la altura de los asuntos más importantes. Junto a estas intervenciones se añadieron otras que fueron alimentando el conflicto, pero el tono irreverente con que se había dirigido a Antero el anciano escritor y la referencia a su ceguera por parte de Teófilo Braga causó un cierto escándalo e impresionó mucho a Ramalho Ortigão, quien en un folleto titulado Literatura hoy en día (1866) denunció la tosquedad de estos jóvenes artistas, aunque afirmó no entender lo que realmente estaba en juego en este debate. Este folleto dio lugar a su vez a un duelo entre su autor y Antero. Un nuevo artículo, escrito esta vez por Camilo Castelo Branco a favor de Castilho no despertó reacciones. En realidad, no se añadía nada a las dos publicaciones realizadas por Antero durante los largos meses que duró esta polémica. Eça de Queiroz, en su novela El crimen del Padre Amaro, fue de manera implícita el modelo de los escritores jóvenes y rebeldes. Como escribió Fidelino de Figueiredo,
La querella se prolongó o reverdeció después en Lisboa al celebrarse las Conferencias del Casino (1871), también llamadas "Conferencias democráticas". Por entonces todos los implicados en la polémica se hallaban allí y se dio lugar a la creación de la generación literaria de los setenta. La polémica determinó el ambiente intelectual durante al menos treinta años más.
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