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Culto lucumí



La santería, culto lucumí o Regla de Ifá u Orisha[1]​ es el culto propio de los afrocubanos, cuyos antepasados fueron esclavizados durante la época colonial. Forma parte del grupo de religiones afroamericanas. Sus creencias derivan directamente de la cultura y la religión yoruba, que en Cuba se sincretizaron con el cristianismo católico implantado por la Monarquía hispánica.

La santería comenzó a ser practicada por los antiguos esclavos negros y sus descendientes en la mitad occidental de la isla de Cuba (La Habana), que se extendió a la mitad oriental y luego por las demás colonias a las que llegaban los yoruba en el Caribe (Puerto Rico, República Dominicana, Venezuela y Panamá). En la Cuba colonial, sus rituales se debían practicar en la clandestinidad porque era marginalizada y perseguida. La Revolución cubana provocó la emigración de santeros a España, los Estados Unidos, Italia, entre otros.[2]​ El comunismo trajo consigo la secularización, de manera que desde mitad del siglo XX su consideración social ha cambiado favorablemente y ahora muchos santeros de todo el mundo peregrinan a la isla de Cuba. Actualmente las religiones principales en Cuba son la religión católica y la yoruba, sin que tengan que ser excluyentes, al menos por parte de los practicantes de la religión africana.

La Iglesia católica no reconoce a la santería como culto cristiano sino pagano.[nota 1]

Durante el régimen colonial fue común referirse a ella como culto lucumí, que proviene de la expresión yoruba oloku mi («amigo mío»).[5]​ Los españoles la denominaron despectivamente «santería», para burlarse de la aparente devoción excesiva que mostraban los seguidores a sus santos.[5]

También se la llama Regla de Ocha (u Osha)-Ifá. En algunas ocasiones, los practicantes de la santería prefieren ser conocidos por las sociedades secretas a las que pertenecen, por ejemplo: Abakuá (en Cuba) y Amigos de San Lázaro (en Puerto Rico).[6]

Este término se ha difundido alrededor del mundo, aunque también con otra acepción: santero o imaginero es la persona que confecciona las imágenes de los santos católicos.[7]

La santería deriva de la unión de varias prácticas religiosas de distintas etnias provenientes del África aunque la predominante de todas ellas es la religión yoruba, que se practica por la etnia homónima en la Guinea africana (Ilè Yorùbá), actual Nigeria, Benín y Togo desde hace miles de años. Los yorubas alcanzaron su apogeo cultural y político durante los periodos del Reino de Benín y el Imperio oyo (disuelto en el siglo XIX, momento en el que se intensificaría la inmigración africana a América[6]​), en los cuales se daba el inhumano comercio de esclavos africanos, para ser llevados en masa al Nuevo Mundo.

La religión católica fue la única aceptada por España en sus colonias americanas. A los esclavos africanos se les prohibió practicar religiones que no fuesen la cristiana, sin embargo, no fueron del todo suprimidas, el animismo seguía practicado clandestinamente en los hogares yoruba. Hay que tener en cuenta que desde África llegaron también sacerdotes yorubas e incluso Obas, es decir, reyes locales.[6]​ Debido a esta imposición religiosa (y para burlar el veto), los esclavos identificaron en el santoral católico un panteón equivalente al panteón yoruba, asociando cada deidad o energía africana a un santo cristiano. De esta manera pudieron seguir practicando la santería, llamada otrora «religión (de los) lucumí».[8]

Algo parecido ocurrió en Brasil con el Candomblé.[cita requerida]

Se tiene poca constancia escrita de la santería de esta época porque estaba prohibida. Se desconoce el número de fieles de aquella época, aunque de esclavos africanos llegaron alrededor de 500.000 a los puertos de Cuba entre 1740 y 1840. Durante el siglo XIX se acabó de configurar la nueva religión santera al oeste de la Isla de Cuba (en las actuales provincias de La Habana y Matanzas, donde habría asentados una mayor cantidad de esclavos de origen Yoruba), que se expandió más tarde a la mitad oriental. A Santiago de Cuba de la mano del santero Raynés, a principios del siglo XX [6]

Las leyes españolas, al mismo tiempo que permitían la esclavitud, trataban de suavizar esa injusticia concediendo a los esclavos algunos derechos, al menos en teoría. Tenían derecho a propiedad privada, matrimonio y seguridad personal. También las leyes exigían que los esclavos fueran bautizados católicos como condición de su entrada legal a las Indias.[cita requerida]

La Iglesia trató de evangelizar a los negros pero las condiciones eran muy difíciles. Sin embargo, la iglesia católica en Cuba se encontró en una situación muy precaria.[2]​ Además de la escasez de sacerdotes, la injusticia de la esclavitud dificultaba que los lucumí aceptaran lo que se les imponía.[2]​ Más allá de los motivos detrás de la iniciativa evangelizadora, los hombres que promulgaban la fe cristiana entre los esclavos, pertenecían a la misma raza y en muchas ocasiones a los mismos círculos sociales que los esclavistas. El resultado fue que muchos aceptaron exteriormente las enseñanzas católicas mientras interiormente mantenían su antigua religión.[cita requerida]

En «El Gran Libro de la Santería» de Delgado Torres[9]​ el autor describió la Oración a San Froilán, donde expone y demuestra que dicho santo, desde el punto de vista del sincretismo, pudiera de una manera sincretizarse con la deidad yoruba Ossaín, lo cual acentúa todo este estudio la universalidad de la teología de la Santería, una de las herederas de la cultura yoruba, es decir, la Santería Cubana.[10]

Según Mercedes Sandoval, la santería acabó calando también entre la población blanca y mestiza de Cuba por cuestiones de salud, puesto que una de las principales funciones de los santeros es la curación por la fe.[6]​ También fue importante la difusión de la música, la mitología y demás idiosincrasias yoruba por la población que no era estrictamente negra, estudiosos elevan a 70 el porcentaje de cubanos que tienen algún tipo de relación más o menos cercana con la santería.

En 1901 se publica la Primera Constitución cubana, en cuyo artículo 26 permite la libre profesión religiosa.[11]​ También la Constitución de 1940, promulgada por el dictador Batista, declaró al país como un estado laico, aunque permitió la enseñanza privada cristiana y el ejercicio de todos los cultos excepto aquellos que no respeten la moral cristiana (art. 35).[12]​ Este detalle hizo que la santería fuese, en la práctica, ilegal.[2]

Con el triunfo de la revolución comunista en Cuba en 1959, más de un millón de cubanos se exiliaron en otros países (principalmente en las ciudades de Miami, Nueva York y Los Ángeles). Entre ellos, había santeros que propagaron la Santería en sus nuevos ambientes.[cita requerida]

La revolución cubana trajo para la isla la separación iglesia-Estado, es decir, la secularización. Gracias a ello, la santería tiene hoy una consideración social más favorable y ha desaparecido su carácter clandestino.[cita requerida]

El teólogo Frei Betto, en su libro Fidel y la religión (1985), escribió sobre la relación de Fidel Castro con la santería. Comenta que no era practicante, pero sí se inició. Muchos santeros que apoyaron la Revolución comunista vieron en él un liberador espiritual para Cuba,[13]​ considerándolo hijo de la deidad Elegguá.[14][cita requerida]

Hoy en día, la santería se da en toda América Latina y lugares con gran población hispana de Estados Unidos (Florida, Nueva York, San Francisco, Nueva Orleans, Los Ángeles, Miami y San Diego).[cita requerida]

En 1992, el académico nigeriano Wándé Abímbọ́lá (profesor de la Universidad de Lagos y estudioso de la cultura y lengua yoruba) afirmó que «existen más babalawos en Puerto Rico que en Nigeria».[6]​ Los babalawos cubanos llegaron a Puerto Rico en los años 1960.

Actualmente, la religión cuenta con presencia también en España, especialmente en Canarias por su estrecha relación con Cuba, México, Países Bajos, Alemania, Inglaterra, Francia, y otros países en los cuales hay un número considerable de inmigrantes cubanos. En Venezuela, en la región de Caracas es donde se concentra la mayor cantidad de santeros y babalawos en el país pero también se encuentran en Cumaná, Coro y Maracay.[15]

La santería cree en una fuerza o dios universal del que proviene todo lo creado, llamado Olodumare (del yoruba, oloddumare u olorun; literalmente, «el omnipotente»). Al poder o energía de Olodumare se le conoce como aché o ashé. Es común la expresión «tener aché» en Cuba por «tener suerte».[16]

Los pilares fundamentales de la religión se basan en el culto a los ancestros muertos (egúns) y en el conocimiento de que existe un Dios único (Oloddumare) y se relaciona con los seres humanos a través de extensiones del mismo, que también son divinidades, a las cuales los yorubas denominaron orishás. Por estas características, se considera que es una religión politeísta.[cita requerida]

Los que profesan la santería creen en el determinismo, es decir, que las vidas vienen determinadas desde antes de nacer, así como en la reencarnación.[2]

Los Orisha u orishás son deidades que gobiernan diversos aspectos del mundo. Los orishás, además, velan para que cada mortal cumpla el destino que tiene marcado desde su nacimiento.[cita requerida]

La identificación de los orishás con los santos más conocidos tiene razones muy simples, que se relacionan con el aspecto o las acciones de los santos:[cita requerida]


Orishas principales («De cabecera»)


Orishas mayores

Orishas menores

Otras manifestaciones orisha

La santería tiene una jerarquía sacerdotal. Los sacerdotes son comúnmente conocidos como santeros u olorichas. Aunque se consideren a los Orisha e Ifá como ramas separadas, en ambas los babalawos (ocasionalmente, babalaos) son los máximos sacerdotes de la santería. Una vez que esos sacerdotes han iniciado a otros sacerdotes, se les conoce como babalorichás «padre de orichá» (para hombre) e iyalorichás «madre de orichá» (para mujer), que son santeros con ahijados consagrados. Los iyawos son santeros en su primer año de consagrados, y los aleyos son los creyentes que no se han consagrado. Si practican la adivinación de los orichás, se les denomina italeros.

Todos ellos son santeros, iniciados mediante ritos específicos (léase más abajo), el primero de los cuales es un ritual de purificación y la entrega de cinco collares, representando a Shangó, Obbatalá, Yemayá, Oshún y Elegguá o recibiendo a los orishás guerreros, que son Elegguá, Oggún, Oshosi y Ozun, que son santos consagrados en otanes [piedras].

El Babalawo (del yoruba: Babaaláwo «padre del secreto»), usualmente deformado a babalao, es la persona iniciada a una deidad e intérprete de deberes y enseñanzas. En la Nigeria yoruba también se les llama simplemente Awo. Originalmente los Awos debían memorizar e interpretación los 256 Odus (escrituras sagradas) y los numerosos versos de Ifá. Tradicionalmente, el Babalawo además tiene otras especialidades profesionales, como por ejemplo, de herborista. El Babalawo, como guía espiritual, psicológico y ético, es entrenado en la determinación de los problemas y en la aplicación de soluciones seculares o espirituales para la resolución de los mismos. Su función primordial es asistir a las personas a encontrar, entender y a procesar la vida hasta que experimenen la sabiduría espiritual como una parte de las experiencias cotidianas.

Al ser una religión tan apartada se tiene poca constancia sobre sus babalaos. Algunos de los más importantes del sacerdocio son:

Otros babalawos reconocidos son Cornelio Vidal (el primer babalawo criollo, o sea de raza no-negra), Asunción Villalonga, Ramón Febles (Ogbe tua), Panchito Febles (Otura Niko), Miguel Febles, Sevilla Baró (Oshe Yekun), el Chino Poey (Oshe Paure), Felix el Negro (Osa Rete)...

La adivinación se da a través de los tres oráculos (ceremonias) que componen la religión. Los babalawos realizan el oráculo de «ifá» (Se adivina con un tablero de ifá, por ejemplo, el «ekuele»). Los santeros realizan el oráculo del «Dilogún» (con caracolas) y el oráculo del «Biagué» (con un coco). Hay otros oráculos orientan al consultador mediante la interpretación de «oddun» o signos.

La creación de figuras para el uso espiritual es una práctica que se encuentra en religiones de todo el mundo. Estas figuras representan a dioses, fenómenos y espíritus, no a individuos vivos y suelen ser de mayor tamaño y estar realizados en madera, para que perduren y no en tela o materiales frágiles como los fetiches del vudú, cuyo uso y función son sólo temporales.[18]

El vudú es el resultado del sincretismo que se produjo en Haití entre la religión yoruba ("Ocha"), la magia bantú regla de Palo Monte y la magia clásica europea. El resultado es muy parecido a la Quimbanda en Brasil, de origen angoleño o la regla Palo Kimbiza en Cuba de origen congoleño. De hecho la regla Kimbiza cubana tiene cierta influencia haitiana en sus orígenes.

Cada deidad tiene uno o varios objetos asociados, como lo son las plumas de pavo y la miel para Ochún, las conchas para Yemayá, las llaves para Exú o las hachas y los tambores Batá para Changó.[19]

El antropólogo Brian Du toit publicó en 2001 Curación Etnomédica (Popular) en el Caribe, donde afirmaba que «Cuba es una de las regiones en las que se ha realizado una mayor cantidad de investigaciones etnobotánicas».[20]​ Du Toit cita los estudios de Lydia Cabrera sobre el papel religioso y curativo de las plantas medicinales indígenas, y José Gallo en la compilación de 900 páginas de medicina popular; Las yerbas con propiedades medicinales se llaman ewés. El Florifundio (Brugmansia candida) es efectiva como broncodilatador, debido a su contenido de escopolamina y atropina en las hojas. La caña santa, yerba de limón o limoncillo (hierba Cymbopogon) se usa para la presión arterial baja y como antiinflamatorio. El de tomillo y el aceite de ricino se utilizan para el embarazo y la malva té (Corchorus siliquosus) induce la rápida expulsión de la placenta.[20]

Hay tres orishas de la curación principalmente (aunque se pueda invocar a otros): Ossaín, el orichá de las hierbas y patrón de curanderos (por ello se les llama osainistas), que está sincretizado con San José, San Benito, San Silvestre o San Jerónimo; Babalú Ayé, el orichá de las enfermedades contagiosas y epidémicas y patrón de las víctimas y supervivientes de la viruela, la lepra y las enfermedades de la piel (también se ha convertido en el patrón de las personas con VIH/sida); e Inle, la patrona de los médicos, del método científico para la curación y de los problemas de salud más específicos. Inle es también la patrona de gays y lesbianas.

Las hierbas también pueden ser usadas para inducir al sacerdote a ser poseído por la deidad (trance) utilizando las propiedades alucinógenas de la trompeta del diablo (Datura metel) y el estramonio (Datura stramonium). Ambas tienen atropina y escopolamina, más conocido como burundanga, causando amnesia. También son valorados los psicoactivos del sapo de caña (Bufo marinus).[20]

Además de ser herbolario, la práctica tradicional de sanación santera tiene un aspecto espiritual. La santería tiene un enfoque holístico, reconociendo la conexión con el corazón, la mente y el cuerpo.[21]​ Según esta filosofía, el mundo fluye con la energía vital primordial llamada aché o crecimiento, la fuerza hacia la integridad y la divinidad. Aché es la corriente que el canal de Santería inicia para que les permita cumplir su camino en la vida. Cuando una persona está enferma, el sanador piensa, interpreta y reacciona, considerando la enfermedad no solo como una disfunción física, sino también como una interfaz con el sufrimiento y la mala suerte en la vida, que se cree que es provocada por la actividad de los malos espíritus.

Du Troit señala que la santería tiene un fuerte componente espiritista. El espiritismo es la creencia popular en América latina de que los espíritus benignos y malignos pueden afectar a la salud, suerte u otros aspectos de los mortales. No se debe confundir con el espiritismo fundado por Allan Kardec, aunque se basan en una idea parecida.

La reputación de los espiritistas suele ser negativa, ya que se les relaciona con la brujería. Antes de la secularización los curanderos tradicionales de la santería y otras culturas latinoamericanas que trabajan con la curación a través del mundo espiritual se consideraban oficialmente como obradores del diablo desde la Iglesia católica. El modelo único de conocimiento médico es apreciado como un sistema de etnofarmacología o etnomedicina.

Los adimú son ofrendas comestibles o sacrificios que se le presenta a los orishas con la finalidad de obtener el bien deseado o de consolidarlo en caso de ya tenerlo. Este bien que aparece en la consulta del diloggun o caracol, puede ser «yale» (completo), o «cotoyale» (incompleto). Se dice Adimú cuando la ofrenda se coloca al pie del orisha que lo haya solicitado; aladimú, si se coloca sobre la deidad.[22]

Algunos ejemplos de adimú son:

La santería no tiene un credo central para sus prácticas religiosas; aunque se entiende en términos de sus rituales y ceremonias.[21]​ Estos rituales y ceremonias tienen lugar en lo que se conoce como casa-templo o casa de santos, también conocida como ilé. Los sacerdotes realizan las ceremonias en sus propias casas, porque la santería carece de templos. Los sacerdotes y las sacerdotisas construyen los santuarios ilé a cada orichá, creando un espacio para el culto llamado igbodun, el altar. [21]​ En el igbodun se muestran tres tronos distintos (cubiertos con azul regio, blanco y rojo satinados) que representan los asientos de las reinas, los reyes y los guerreros deificados. [23]

Cada ilé está compuesto por aquellos que ocasionalmente buscan la guía de los orishas así como aquellos que están en proceso de convertirse en sacerdotes. [24]

Los numerosos cabildos y casas de santos que surgieron en los siglos XIX y XX son considerados ahora como los lugares donde se originaron y preservaron la cultura y religión cubana Lucumí.[24]

Para pertenecer a la santería los creyentes deben pasar primero por una serie de rituales que llevan un orden en específico que debe respetarse. Uno de los sacramentos o rituales para entrar es el Kari osha, es decir, «hacerse santo». Un santero ya puede practicar la santería y darle continuidad iniciando a más personas, esto siempre y cuando no le sea prohibido por su ángel de la guarda.

En la concepción santera, hacerse santo quiere decir asentarse su ángel de la guarda en su cabeza, es decir, tener a tu Orisha tutelar contigo ad eternum y la responsabilidad y compromiso que ello requiere. Se determina el Orisha tutelar previamente a hacerse santo, pues la ceremonia varia en función del Orisha que se va a coronar. A la persona que se le hace santo se le llama «iyawó» (también iyabó o yabó), título que recibirá solo por ese año en el cual debe con rigurosas y estrictas reglas y tras finalizar ese año de purificación ya se le llama santero u olorisha.

Para convertirse en santero o santera, el iniciador debe pasar por un proceso de iniciación intensivo[23]​ en el que la enseñanza de las habilidades rituales y el comportamiento moral se produce de manera informal y no verbal. La ceremonia del kari osha tiene una duración de 7 días en los cuales se renace, se reciben los orishas, se obtiene itá de santo y nombre de santo (nombre que identifica al santero dentro de la religión). Esa ceremonia la dirige el «Obá Ení Oriaté» que es un santero de amplios conocimiento y experiencia que lo hizo merecedor de ese títulos, aparte de los padrinos y otros santeros a los cuales se les asignan distintas tareas que permiten el oportuno desarrollo de la ceremonia. Para empezar, el iniciador pasa por lo que se llama un ritual de limpieza. El padrino del iniciador limpia la cabeza con determinadas hierbas y agua. Se debe escoger padrino («babalosha») o madrina («iyalosha»), ya que simbólicamente se nace de ellos y son quienes junto a la «oyugbona» guían el camino religioso del iniciado. El Padrino frota las hierbas y el agua en un patrón específico de movimientos en el cabello. Sin embargo, si una persona está ingresando a la Santería por la necesidad de curación, se someterá a la rogación de la cabeza (bendición de la cabeza), en la cual se aplica agua de coco y algodón en la cabeza.[25]​ Una vez limpiado, hay cuatro rituales de iniciación principales que el iniciador tendrá que realizar: obtener los elekes (collar de cuentas), recibir a Los Guerreros (Oddé, los orishas guerreros), hacer Ocha (Santo) y Asiento (ascender al trono).[21]

El primer ritual se conoce como la adquisición de los collares de cuentas (conocidos como elekes); de acuerdo con de La Torre "los colores y patrones de las cuentas en los elekes serán los de la orichá que sirve como cabeza de la iyawo (novia) y ángel de la guarda, por lo que lo primero que debe hacerse es determinar quién es el orichá es. El collar de elekes se baña con una mezcla de hierbas, sangre de sacrificio y otras sustancias potentes y se administra a los iniciados.[21]

El iniciado más a menudo recibe el collar de las cinco oricha más poderosas y populares, ya que las cuentas multicolores de las elekes están modeladas para los Orishás primarios (Eleguá, Obatalá, Yemayá, Changó y Ochún), y sirven como un punto sagrado. de contacto con estos orishás. Cuando se recibe el collar, el iniciado debe inclinarse sobre una bañera y lavarse la cabeza con el olo orichá. Los elekes[25]​ son como estandartes sagrados para los Orishás y actúan como un signo de la presencia y protección del Orichá. Los elekes no se deben vestir durante el período de menstruación, ni durante el sexo ni al bañarse.[21]

El segundo ritual importante es conocido como medio asiento, la creación de una imagen de la orichá Eleguá. El individuo pasará por una consulta con un santero, donde se revisará la vida, el pasado, el presente y el futuro de todos los destinatarios. Durante la consulta, el Santero determina qué camino de Eleguá recibirá el destinatario. Luego, basándose en sus hallazgos, elige los materiales que se utilizarán para construir la imagen de la Eleguá, una escultura que se utiliza para mantener a los espíritus malignos lejos de la casa del iniciador. Este ritual solo lo preparan los hombres cuando los orichás toman algo del espíritu "masculino" del Santero en el proceso.[26]

El tercer ritual, conocido como recibir a los guerreros, es un ritual donde los iniciados reciben objetos de su padrino que representa a los guerreros; Herramientas de hierro para representar a Ogún; un arco de hierro y una flecha para representar a Ochosi; y un cáliz de hierro o plata coronado por un gallo para representar a Osun.[21]​ Este ritual comienza una relación formal y de por vida que el iniciado tendrá con estos Orichás, ya que los orichás dedican sus energías a proteger y proveer al iniciado en su camino.

El último ritual del proceso de iniciación se conoce como asiento o ascender al trono, y es el ritual más importante y secreto de la santería, ya que es la ceremonia donde el o la iyawó renace. Este ritual es la culminación de los rituales anteriores y no se puede realizar a menos que los otros se hayan completado. El Asiento es un proceso de purificación y adivinación por el cual el iniciado se vuelve como un bebé recién nacido y comienza una nueva vida de crecimiento más profundo dentro de la fe.[21]

Los santeros, u «omorishas» son los que entran en contacto con la deidad (por ejemplo, a través de consultas con caracol o consulta espiritual, en sesiones espirituales según el desarrollo de cada persona.

El «oriaté» es la persona que dirige las ceremonias de la divinidad (orisha, santo) para que esta se haga de manera correcta y en ella solo trabajan santeros que estén consagrados; al nuevo iniciado y recién consagrado se le llama iyawo el cual ya ha pasado por rituales secretos.

Los «aleyos» son aquellas personas que tienen ciertos conocimientos, son creyentes, están interesados en las ceremonias así que tengan algunos secretos, los rituales no se deben exponer ante las personas no consagradas.

El bembé, o también toque de Santos,[27]​ es una fiesta religiosa en la que se canta y baila en honor a los Orishas. Se les alaba y se les implora a unirse a la fiesta. Se trata de una de las ceremonias más notables de la santería. Es esencial la presencia de instrumentos de percusión, como tambores batá, tumbadoras o tabales,[27]​ pues no se puede celebrar la ceremonia sin ritmos. Cada Orisha tiene un ritmo asociado, cosa que los tamborileros deben dominar para poder tocar conjuntamente. Tanto en la religión yoruba como en la santería el tambor es un objeto sagrado y la música se considera una dimensión mística para entrar en contacto con los Orisha. De hecho, el cante y baile en el bembé se consideran oraciones a los dioses.

Actualmente en muchos lugares de Cuba se celebran bembés en espacios públicos de pueblos y ciudades y están abiertos a que se una quien quiera. Por ejemplo, en Santiago de Cuba se celebra en octubre el Bembé general, el cual se considera una forma de limpieza espiritual colectiva.[28]

A veces el bembé acaba en un ritual de posesión o trance, por el cual una deidad Orisha se manifiesta en el bembé a través de un sacerdote santero. En principio, sólo los sacerdotes pueden ser poseídos, y sólo al Orisha al que se han consagrado. La posesión de un Orisha es motivo de gran alegría entre los participantes del bembé.

Consiste en el sacrificio de animales. La función de este ritual es la de resolver problemas de índole económica, problemas de salud o de estabilidad espiritual. En la santería, el sacrificio de animales está determinado por el rito de la adivinación, es decir, cada sacrificio responde a la solicitud, a través de los métodos de adivinación, de algún orishá o ancestro que requiere de uno o varios animales para poder resolver la situación que la persona consultada quiera solucionar.

En este sentido, el sacrificio no es un instrumento mediante el cual se pretenda redimir pecado alguno ya que en la santería no existe tal concepto. En la santería ni el hombre ni la mujer son concebidos como depositarios a priori de una o más culpas. El sacrificio, según la cosmovisión santera, es la vía mediante la cual puede ser restaurado un proceso o un ritmo que haya sido interrumpido. Los santeros aluden a que cada quien nace con un ritmo específico, un ritmo espiritual en la vida, que no debe ser interrumpido ya que si es así, entonces la persona no podrá realizarse plenamente. Sin embargo, cuando este ritmo ha sido trastocado, por las razones que hayan sido, entonces se requiere del sacrificio de un animal para restaurarlo. La sangre del animal, ofrecida a algún orishá o ancestro, es capaz de restaurar dicho ritmo porque ella está ligada directamente a un ritmo en el cuerpo del animal.

Este ritual ha sido criticado por los medios de comunicación occidentales.

También es muy común el uso de ofrendas que pueden varias entre comidas, frutas, flores dependiendo del Orisha que se esté agasajando.

En la cultura popular cubana se pueden encontrar muchísimas referencias a la santería. La expresión «tener aché» en Cuba significa «tener suerte».[16]​ Al poder o energía de Olodumare se le conoce como aché, o ashé en yoruba. También está el dicho cubano «hacerse santo», que hace referencia a los Yawós (o «yabós»), los que se bautizan en la santería. Son fácilmente reconocibles porque durante su formación deben seguir un proceso riguroso de consagración para convertirse en santeros. Por ejemplo, vistiendo de blanco, alcanzar el máximo vínculo con su ángel de la guarda, el santo que los protege.[29]

Celia Cruz, junto con La Sonora Matancera, homenajeó a lo largo de su discografía la cultura santera, con canciones como «Burundanga» (1953), «Plegaria a Laroyé» (1954) o «Yemayá» (1962) entre muchísimas más, culminando en el álbum recopilatorio Tributo a los Orishas de 1999. También el percusionista estadounidense de origen puertorriqueño Ray Barretto se consideraba «El hijo de Obatalá» (1973). También Celina y Reutilio cantaron profusamente a Yemayá y a los demás orishas.

Quizá uno de los santos más populares entre los cubanos es Changó, el dios del trueno.[6]​ Tiene una especial importancia en la cultura musical puesto porque el objeto mitológico asociado a Changó son los tambores Batá.

En 1999, Roldán González, Ruzzo Medina, Yotuel Romero y Livián Núñez (Flaco-Pro) se unieron para crear uno de los grupos de música más emblemáticos de la historia reciente de Cuba, los Orishas. De género hip hop latino, en sus canciones hay numerosas referencias a la tradición santera-yoruba.



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