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Cultura de Villanova



La cultura de Villanova es una civilización de la Edad del Hierro en el norte de Italia, en la región que enseguida fue la sede de la cultura etrusca. El nombre procede del yacimiento tipo, Villanova di Castenaso (cerca de Bolonia).

De otro lado, en la cultura vilanoviana perviven rasgos de los que fueron característicos de Italia del cambio de milenio, llamados por algunos previlanovianos y por otros identificados con las culturas de campos de urnas de la Europa central, resultado, en cierto modo, de los movimientos de pueblos que caracterizaron Europa y el Mediterráneo en torno al año 1200 a. C., donde se inscribirían los pueblos del mar, pero también la guerra de Troya y, tal vez, la invasión de los dorios sobre el Peloponeso, y al mismo tiempo herencia de la llamada cultura apenínica que cubría la mayor parte de Italia al final de la Edad del Bronce.[1]

A finales del II milenio a. C. (1200 a. C.) llegan pueblos indoeuropeos a la península itálica, en conexión con los pueblos del mar, por lo que a comienzos de la Edad de Hierro se van a producir unos cambios que dan lugar a la cultura villanova, llamada así por el primer asentamiento significativo encontrado próximo a Bolonia, Villanova di Castenaso, con un sepulcro de incineración.[1]​ Fusión de preindoeuropeos con indoeuropeos, como los protoilíricos. Llegan más oleadas de osco-umbros y latino-faliscos.

Asentados en la Toscana sus representantes practican la incineración de sus difuntos, cuyas cenizas depositaban en urnas bicónicas, de manera que recuerda a la cultura de los campos de urnas, lo que ha hecho pensar que llegaron desde el Norte.

Giovanni Gozzadini (1810-1887), un aristócrata y político italiano descubrió en 1865 en su dominio de Villanova un conjunto de tumbas de cremación,[1]​ considerado como el mayor descubrimiento de la protohistoria italiana. Las excavaciones fueron entonces dirigidas por la Comisión auxiliar de antigüedades y Bellas Artes, y Gozzadini asumió el costo y el trabajo requerido en la restauración con su esposa, de la cerámica. Sólo en la primera campaña, descubrieron ciento veintidós enterramientos. La publicación en 1855 de Gozzadini de un estudio descriptivo de la excavación fue ampliamente comentada en las grandes instituciones arqueológicas.

Lo más interesante resulta del hecho de que contuviera una serie de aspectos renovadores, pero, de otro lado, también resulta ser la continuidad transformadora de algunos rasgos propios de terramara.[1]​ Aquí se pone de relieve la incidencia de factores múltiples en la configuración de la realidad histórica, donde invasionismo y transformación se imbrican para formar solo un fenómeno histórico, en que cada uno de los elementos propios sólo pervive en el resultado que, a su vez, puede conservar características propias de cada elemento.[1]

La cultura vilanoviana se extiende hasta el Tirreno y el curso alto del Tíber, e incluso al sur del curso bajo deja notar sus influencias, pero al mismo tiempo adopta formas variadas que reflejan las vicisitudes históricas de los pueblos capaces de asumir los rasgos principales de esta cultura.[1]

Como se ve, el estudio del resto arqueológico ha ido desechando la visión de que cada fenómeno puede identificarse con una etnia, pero enriquece el panorama en una lectura en que renovación y continuidad, difusión y evolución, invasionismo y transformación, pueden conjugarse de manera coherente, pero también conflictiva, para llegar a dibujar, sin rasgos netos ni definitivos, una realidad compleja en movimiento.[1]

Fabricaban una cerámica negra de estilo peculiar.

Vivían en aldeas de chozas ovales, menos a menudo cuadrangulares. Desarrollan la metalurgia, en la guerra usaban armas de hierro y cascos de bronce.

En los autores clásicos encontramos una tesis referente al origen de los etruscos que defiende un autoctonismo en relación a Villanova. Dionisio de Halicarnaso afirma que la cultura etrusca sería una evolución de Villanova sin influencias foráneas.

Hoy en día domina una postura ecléctica que postula la llegada de gentes asiáticas, posiblemente de Lidia, tras las hambrunas en la zona y que pudieron afectar a los villanovianos, suponiendo un estímulo y posterior evolución.




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